Cuando la dejé en el colegio no pensé que me embargarían
todos aquellos sentimientos tan oscuros, pero lo hicieron. No podía
quitarme de la cabeza que la chica a la que quería con locura la
habían maltratado hasta casi matarla; era algo que no podía ignorar
y por ese motivo me fui directamente hasta las oficinas de mi padre.
Quería saber qué opinaba él de todo esto pero sobre todo quería
averiguar como hacía para seguir adelante después de descubrir
que la mujer que amaba había sido golpeada y maltratada durante
años.
Cuando llegué a las oficinas de Leister Enterprises no tuve más
que dirigirme directamente a la última planta. Janine, la secretaria
de mi padre ya me conocía de toda la vida, ella había sido la
encargada de comprarme regalos de cumpleaños y de llevarme a
las fiestas de mis amigos. Ella había ido a los partidos de fútbol
cuando mi padre estaba ocupado trabajando y también era la que se
encargaba de regañarme cuando llegaban malas notas de conducta
del colegio. Janine había sido una especie de madre, solo que
nunca me llegó al corazón, ninguna mujer lo hizo hasta Noah; pero
le tenía cariño por todos aquellos años.
—Nicholas ¿Qué haces aquí?—me preguntó con unas sonrisa
amigable.
Janine era muy delgada y tendría ya pasados sus sesenta años.
Mi padre la mantenía por que no había mujer más trabajadora y leal
que ella y también porque no era fácil soportar a mi padre en horas
de trabajo, sino que me lo dijeran a mí que hacía las practicas en su
bufete.
—Hola Janine, tengo que hablar con mi padre ¿está reunido?—
le pregunté intentando contener las ganas de entrar sin llamar.
—No, pasa, solo está revisando el caso de esta tarde—me dijo y
entonces me fui directo hasta su despacho. Entre sin llamar y los
ojos azules oscuros de mi padre se elevaron de sus gafas de leer
para posarlos en mí.
—¿Qué haces aquí?—me preguntó con seriedad. Nunca me
saludaba, eso era una costumbre que había cogido y que le costaba
ignorar.
—Vengo a hablarte de Noah... y de Rafaella para ser exactos—
dije quedándome de pié delante de su mesa de mil quinientos
dólares y esperando que fuese sincero conmigo por una vez en su
vida—¿Estabas al tanto te lo que le hizo el cabrón de su padre?
Mi padre me miró unos segundos y después dejó lo que
estuviese leyendo sobre la mesa. Se levantó, fue hasta su bar y se
sirvió una copa de coñac.
—¿Cómo te has enterado?—inquirió un momento después.
Entonces ya lo sabía, algo que tampoco me sorprendió
demasiado. Algo así no se puede ocultar durante mucho tiempo.
—Noah se aterra si la metes en una habitación a oscuras, el otro
día casi le dio una ataque de pánico, y cuando se calmó me lo
contó.—le dije poniéndome tenso al recordar lo que esos cabrones
le habían hecho, pero nada comparado con lo de su padre—Papá,
¿sabes lo que le hizo ese cabrón? Noah estuvo a punto de morir... la
golpeo tantas veces que puede que no pueda tener hijos...
—Lo sé—dijo sentándose a la mesa y mirándome apenado.
—¿Qué lo sabes?—dije levantándome y comenzando a caminar
enfado por la habitación.— ¡Su propia madre la dejó sola con un
maltratador!
¡Rafaella es tan culpable como él!—dije notando la rabia y la
impotencia.
—Nicholas no te permito que hables así de mi mujer; no tienes ni
ida de lo que ha tenido que pasar y de lo que se arrepiente al
haberla dejado sola... Ella no tenía una vida como la nuestra, no
tenía dinero ni nadie que la ayudase a pelear por su hija, sufrió los abusos de ese hombre durante años; su cuerpo es un mapa de
cicatrices y golpes... No te permito...
—Noah era una niña, papá—le interrumpí conteniendo el temblor
de mi voz— Casi la violó, por Dios santo, salto de una ventana, ese
mal nacido se merece estar muerto...
—Nicholas siéntate, debes saber una cosa—me dijo señalando
la silla que había delante suya.
Me coloqué detrás pero no me senté.
Él se llevó la copa a los labios y por un momento me hubiese
gustado poder hacer lo mismo.
—Hace más de un mes que ese hombre fue puesto en libertad—
me soltó entonces. Sentí como todo mi cuerpo se tensaba y como
mi cerebro intentaba asimilar el significado de esas palabras.
—Ya pasaron diez años de la condena que se le impuso; Si
Rafaella hubiese denunciado sus maltratos cuando debiera,
hubiesen sido más años pero solo se lo condeno por el delito que
cometió esa noche con Noah...
la pequeña sufrió muchos daños, pero el peor fue cuando saltó
por la ventana y se clavó un cristal en el estómago. De eso tampoco
se le culpó... al parecer tenía contactos y se le rebajó la condena; lo
que estoy intentando decirte es que ya es un hombre libre y Rafaella
teme que intente ponerse en contacto con ella. Hace poco que me
enteré de esto y me enfadé muchísimo con ella por no habérmelo
contado, pero ahora hay que tener los ojos muy abiertos ante
cualquier signo de alarma... No creo que el hombre vuelva a querer
acercarse pero de todas formas estoy preocupado. Rafaella está
aterrada y tiene pesadillas todas las noches, no quiere que Noah se
entere, ella ni siquiera sabe que ya ha cumplido su condena y por
eso debes guardar el secreto.
—¿Cómo puede estar libre, tú no puedes hacer nada?—dije con
incredulidad y un nuevo temor surgiendo en mi interior. Ese loco
podía ir en busca de su mujer y su hija y no sabía cómo reaccionaría
Noah si volvía a ver a la razón de sus pesadillas.
—He ordenado una orden de alejamiento pero al no haber
indicios de ningún tipo de problema o de acercamiento por parte de
él ha sido denegada; la verdad es que estamos actuando con
exageración; él está al otro lado del país y no creo que se cruce
todo Estados Unidos para venir a reclamar nada, pero ser precavido
no está de más y si Ella se queda más tranquila...
—Yo estoy de acuerdo. Tú cuida de tu mujer, yo cuidare de Noah
—dije yendo hacia el mini bar y sirviéndome una copa. En ese
momento la necesitaba.
Sentí la mirada de mi padre clavada en mi nuca. Se hizo el
silencio por un momento.
—Hijo... dime por favor que no te has liado con tu hermanastra
— dijo con pesar y cerrando los ojos con fuerza.
Mierda... ¿tan obvio era?
—Solo quiero cuidar de ella, papá—dije bebiéndome lo que
quedaba en el vaso de un solo trago.
—Mira no sé lo que tenéis ni quiero saberlo, pero por favor te
pido que no hagas ninguna tontería; bastante tengo ya con intentar
que Rafaella no pierda la cabeza ahora con lo que está pasando, lo
último que necesita ahora es saber que su hija está liada con su
hijastro.
Me molestó esa forma impersonal de referirse a nuestra relación.
—No estamos liados papá... la quiero y te aseguro que no dejaré
que nadie le ponga un maldito dedo encima.
Mi padre me observó unos instantes y luego asintió.
—Ten cuidado con lo que haces, Nicholas—me dijo. Asentí y
después de tragarme la fuerte bebida de un trago me despedí y salí
por la puerta.
Entonces empezó a sonar mi teléfono. Era Noah.
—¿Qué te ocurre?—dije con alarma. Debería estar en clase
¿qué demonios hacia llamándome?
—Nick... tienes que venir a buscarme—dijo con voz extraña.
—¿Porqué, estás bien?—le pregunté metiéndome en el
ascensor y dándole a bajar.