Culpa mia

Noah

Me desperté mareada y con un fuerte dolor de cabeza. Al mirar a 
mi alrededor solo pude ver que una luz tenue y de color rojo 
iluminaba la habitación en la que me tenían atada. La cama en 
donde estaba sujeta y la silla austera que había en una esquina era 
lo único que había; el olor era espantoso, a pis de rata y sentí como 
se me ponían todos los pelos de punta. Una música de discoteca 
procedente de fuera me impedía escuchar nada aparte de mi 
acelerada respiración y los latidos enloquecidos de mi corazón. 
Al comprender lo que había ocurrido empecé a notar como me 
entraba el pánico, un pitido familiar empezó a resonar en mis oídos 
y juro que era capaz de sentir la sangre bombeando 
aceleradamente por todo mi cuerpo, intentando seguirle el ritmo a mi 
corazón. Tenía un regusto amargo en la boca y desee poder beber 
un vaso de agua fría; lo que fuese con lo que me habían drogado 
me había dejado completamente fuera de juego. Me incorporé en la 
cama y entonces escuche el rechinar de unas cadenas. Me habían 
encadenado una de las manos. Con la otra intenté soltarla pero me 
fue imposible, estaba clavada a la pared. Intentando calmarme 
comencé a pensar en cómo podía salir de allí. Me habían quitado el 
móvil por lo que no podría comunicarme con nadie pero lo que más 
me asustaba, lo que me tenía casi presa del pánico era la amenaza 
de que mi padre estaba detrás de todo esto. 
Aquello no podía estar pasando. Mi padre estaba en la cárcel y 
aunque lo hubiesen soltado era ridículo pensar que lo primero que 
haría sería buscarnos a mí madre y a mí y secuestrarme como lo 
habían hecho. 
Comencé a desesperarme y tiré y tiré de las cadenas, haciendo 
ruido y odiando las lágrimas que nublaron mi vista por unos 
instantes. ¿Cómo había sido tan idiota? ¿Cómo no me había tomado aquellas amenazas más en serio? ¿Porqué no le había 
hablado sobre ello a Nicholas?... 
Nick. 
Ahora estaría volviéndose loco y seguramente echándose la 
culpa por todo esto. Me había enfadado con él por una tontería y el 
solo hecho de pensar en no volver a verle o en que mis últimas 
palabras hubiesen sido un insulto, me estaba volviendo loca. Daría 
lo que fuese por retroceder y en vez de largarme enfadada, 
haberme quedado con él, donde pertenecía. 
Cuando nos encontramos en situaciones límites siempre nos da 
por pensar en las cosas que nos hubiese gustado decirles a las 
personas que queremos o en cómo hemos sido tan idiotas por 
preocuparnos por sencilleces cuando la vida si que puede ser 
peligrosa. A mí me habían secuestrado y esto sí que era algo de lo 
que preocuparse. 
Entonces escuché como alguien abría la puerta y la persona que 
apareció hizo que un escalofrío me recorriera de arriba 
abajo...Ronnie. 
—Estás despierta.. .bien—dijo entrando y cerrando la puerta tras 
de sí. La poca luminosidad que había en la habitación me dejó ver 
claramente sus ojos oscuros y marchitos en las esquinas y en su 
pelo rapado al cero junto a un nuevo tatuaje que antes no tenía, 
entorno a al ojo derecho. 
Era una serpiente y era tan escalofriante como su aspecto 
amedrentador y peligroso. 
Avanzó con cuidado hasta sentarse junto a mi lado en la cama. 
Intenté apartarme lo máximo posible dentro del poco espacio que 
tenía. 
—He de decir que me pone muchísimo verte en esta cama atada 
y a mí merced—dijo recorriendo mi cuerpo con ojos lujuriosos. 
Maldije la hora en la que había decidido ponerme un vestido 
ajustado, pero no podía hacer mucho más que intentar controlar mi 
respiración y el miedo que me tenía petrificada en la cama.—No sé 
si te habías dado cuenta, pero tienes un cuerpo espectacular—dijo posando su mano en mi tobillo desnudo. Intenté apartarlo pero me lo 
sujetó con fuerza contra el colchón. 
Dios mío este tío era capaz de hacerme cualquier cosa. 
—¿Sabes...? cuando te animé a competir conmigo en esas 
carreras nunca pensé que podías ser hija de uno de los grandes de 
Nascar... y de echo me cabreó muchísimo que me ganaras... creo 
que tus palabras exactas al finalizar fueron que aprendiese a correr 
y que era un imbécil. 
Su mano comenzó a subir por mi pierna despacio. Aquella 
caricia me dio ganas de vomitar pero por suerte aún podía hablar. 
—No me toques—le dije sin poder zafarme de su mano pero 
deseando que todo aquello fuese una simple pesadilla y que al 
levantarme estuviese en los brazos de Nick. 
—El imbécil va a cobrarse lo de esa noche, preciosa—dijo 
moviéndose y subiendo su mano hasta mi muslo. Me moví pero 
entonces él se colocó encima presionándome con sus caderas. Las 
lágrimas corrieron por mis mejillas mientras intentaba encontrar la 
voz para gritar.—Estoy seguro de que tu noviecito no va a querer 
volver a mirarte después de que acabe contigo... vas a estar tan 
sucia que ni yo volvería a tocarte... 
—¡SOCORRO!—grité desesperada, moviendo mi cuerpo e 
intentando quitármelo de encima. Él se rió mientras que con una 
mano me sujetaba contra el colchón y con la otra se sacaba el 
cinturón. 
—Nadie va oírte, tonta... o por lo menos nade a quien le importe 
— dijo y entonces se inclinó para pasar su asquerosa lengua por 
encima de mis pechos. 
Giré la cabeza con desesperación. 
—¡No me toques!—grité aterrorizada. 
Su mano me sujetó el cuello contra la cama, mientras que la otra 
empezó a subirme el vestido. 
—¡NO!—grité desgarrándome la voz—¡Suéltame! 
Su mano en torno a mi cuello apretó con más fuerza, 
haciéndome difícil poder respirar.

—Voy a hacerte de todo, y vas a estarte quietecita—dijo 
acercando su cara a la mía. Su mano aflojó lo suficiente para que 
pudiese volver a gritar. 
—¡Sacadme de aquí!—grité llorando desesperada. 
Entonces la puerta se abrió. La luz roja y parpadeante de fuera 
iluminó la habitación y la persona que apareció en ella me afectó 
más que incluso que estuviesen a punto de violarme. Mi padre 
estaba allí, y estaba irreconocible, temible. Me quedé quieta 
mirándole fijamente y tan asustada que ni siquiera pude seguir 
gritando para que alguien de fuera pudiese escucharme. 
—Ya ha sido suficiente, sal de aquí—dijo la voz que de niña me 
había petrificado de miedo con solo escucharla, la voz que había 
amenazado a mi madre miles de veces y la voz que me perseguía 
en mis sueños; la única voz que había escuchado la noche en la 
que me pegó hasta casi matarme, la misma que me hizo saltar por 
la ventana... 
Ronnie maldijo entre dientes pero antes de irse se incorporó, y 
levantó la mano, girándome la cara de un golpe en la mejilla. Fue 
tan rápido y doloroso que ni siquiera lo vi venir. 
Ahora he terminado—aclaro haciéndole frente a mi padre y 
luego saliendo de la habitación. 
Mi padre no dijo nada, se quedó mirándome desde la puerta y 
entonces me atreví a girar la cara para mirarlo fijamente. Estaba 
cambiado... su pelo, del mismo color que el mío ahora estaba blanco 
y muy corto. Los brazos eran el doble de lo que habían sido antes, y 
estaban llenos de tatuajes. Lo que fuera que hubiese estado 
haciendo los últimos años le había cambiado el aspecto totalmente. 
Daba más miedo que Ronnie. 
Mi padre entró y cerró la puerta. Cogió la silla que había en una 
esquina y se sentó a horcajadas apoyando los brazos en el 
respaldo. 
—Has crecido mucho, Noah—dijo mirándome fijamente a los 
ojos—Hay tanto en ti de tu madre que es...simplemente increíble.




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