Estaba desesperado. No aguantaba ni un minuto más toda
aquella presión. Aquel miedo que me quemaba por dentro era tan
intenso que quería meterme la mano en el pecho y arrancarme el
corazón para que dejase de dolerme como lo estaba haciendo.
Tenía que haber algo que pudiésemos hacer, no podíamos dejar que
ese hijo de puta se quedara con el dinero y arriesgarnos a que no
nos devolviese a Noah... había algo que se me estaba escapando,
un detalle importante y no sabía cuál podía ser.
Faltaba una hora para que empezase a amanecer y no sabía si
iba a ser capaz de aguantar tanto tiempo sin salir a buscarla yo
mismo por toda la cuidad. Mi casa estaba llena de gente y ninguno
parecía saber cómo proceder. Unos decían que mi padre debía ir
solo a la entrega del dinero mientras que los policías querían
seguirle de cerca para poder tener controlada la situación ¿pero y si
el cabrón de su padre se daba cuenta de lo que ocurría y decidía
hacerle algo a Noah? Ese hombre estaba mal de la cabeza, se
había recorrido un país entero solo para secuestrar a su hija y pedir
un rescate, era capaz de cualquier cosa.
Me levanté de sillón del despacho de mi padre y me fui arriba.
Necesitaba estar cerca de algo que Noah hubiese tocado, oler su
ropa, estar en su habitación. Tenía tanto miedo por ella que hubiese
dado mi vida en aquel instante solo por saber si estaba bien.
Al entrar vi que su madre estaba allí. Sus ojos estaban
hinchados de tanto llorar y en ese momento abrazaba una de las
sudaderas que yo le había visto ponerse a Noah un millón de veces.
Era de los Dodgers y ni siquiera sabía por qué demonios la tenía, ya
que ella ni siquiera era de aquí, pero así era Noah, rara y perfecta y
la amaba, maldita sea. Si algo le ocurría no sabía cómo iba a hacer
para seguir viviendo.
Rafaella levantó la mirada y la fijó en mí. Estaba de pié junto a la
ventana que daba hacia afuera y al verme sus ojos parecieron
iluminarse por un instante.
—Se lo que me habéis estado ocultando—dijo en un tono neutro,
sin emoción ninguna; me detuve un momento, sin saber que
contestar a eso.—No sé cuales son tus sentimientos hacia ella,
Nicholas, pero Noah es mí vida, ha sufrido mucho durante toda su
vida, no se merece esto—dijo llevándose la mano a la boca para
tapar sus sollozos. Sentí un nudo en el estómago.—Hacía años que
no la veía tan feliz como en los últimos días, y ahora... solo sé que
tú has tenido que ver en ese cambio, y te lo agradezco.
Negué con la cabeza sin saber que decir. Me senté en la punta
de la cama mientras me llevaba las manos a la cabeza con
desesperación. No podía escuchar esas palabras, no podía, había
sido mi culpa, todo ello...
yo la había llevado a esas carreras, por mi culpa había conocido
a Ronnie, pero lo que aún no llegaba a comprender era cómo
habían terminado su padre y ese hijo de puta confabulando para
secuestrar al amor de mi vida.
—Desde pequeña Noah fue una niña muy madura, vivió
experiencias que nunca nadie debería experimentar y siempre fue
reacia a confiar en la gente. Contigo parece otra persona...
Noté como las emociones empezaban a embargarme. El miedo,
la tristeza, la desesperación... nunca me había sentido tan mal en
toda mi vida. Noté como mis ojos se humedecían y no pude hacer
otra cosa que dejar que las lágrimas cayeran sobre mis mejillas.
Entonces Rafaella me ayudo a levantarme y me envolvió entre
sus brazos. Me abrazó muy fuerte y ahí pude comprobar lo que era
un abrazo de una madre. Rafaella podía haber cometidos errores en
el pasado pero adoraba a su hija y nunca la abandonaría. Por
primera vez en mi vida sentí que por fin podría tener una familia.
Ella me soltó aún aferrándose a la sudadera de Noah y dio un
paso hacia atrás.
La busque con la mirada y le hice una promesa.
—Te juró que no voy a dejar que le pase nada...voy a encontrarla
— dije con toda la calma que pude llegar a aparentar.
Ella me miró y asintió mientras que yo salía de la habitación y me
metía en la mía.
¿Dónde estás, Noah?
Empecé a caminar por la habitación sin poder parar de pensar.
No fue hasta que vi el coche en miniatura que me había regalado
Noah por mi cumpleaños hasta que no caí en la cuenta. Lo cogí con
una mano fijándome en la inscripción: Siento lo del coche, de veras, algún día te comprarás uno nuevo, felicidades. Noah.
Comprarme uno nuevo... técnicamente ese coche aún era mío,
los papeles estaban a mi nombre y todo lo demás...
Cuando lo comprendí me quedé quieto un segundo sin poder me
lo creer; entonces giré sobre mis talones y bajé corriendo al
despacho de mi padre. Él estaba sentado en su sillón hablando con
los policías y con nuestro agente de seguridad, Steve.
Cuando lo vi no pude evitar sentir una emoción en el pecho al
comprender que si estaba en lo cierto íbamos a poder averiguar
dónde estaba Noah.
— Papá—dije entrando en la habitación. Ambos se giraron hacia
a mí.
Parecían cansados después de haber estado toda una noche
despiertos, pero ambos estaban con la mente alerta y en tensión por
cualquier cosa que pudiese pasar.
—¿Qué ocurre?—dijo mi padre.
—Creo que sé cómo podemos averiguar donde la tienen, papá—
dije rezando para no equivocarme.
Ambos me miraron con atención.
—Hace aproximadamente un mes y medio perdí mi coche en
una apuesta, el Ferrari negro que compre hace dos años—dije y mi
padre me miró con el ceño fruncido.
—¿Quieres que me preocupe ahora por tus idioteces, Nicholas?
— contestó enfadado.
Le ignoré.