Cuando verificamos, que en efecto, el coche aún seguía con el
chip de seguimiento activo, solo fue cuestión de tiempo saber donde
estaba Noah.
Temí poder equivocarme, ya que había muchísimas posibilidades
de que Ronnie no se hubiese llevado el coche a donde tenían a
Noah encerrada, pero no dejé que eso me frenara. Sabía que
Ronnie había estado yendo a todas partes con mi coche los últimos
meses, por lo que había muchísimas posibilidades de que estuviese
en lo cierto y Noah se encontrase en la discoteca de mala muerte
que había salido en el GPS.
Mi padre estaba hablando con los policías, se había producido
un revuelo impresionante y estaban intentando planear como
proceder. El despacho de mi padre se había convertido en un
hervidero de gente y un grupo de policías junto a Steve estaban
analizando los planos de la discoteca.
Según los planos lo más probable es que tuviesen a Noah en el
sótano de la parte oeste del edificio. Si los acorralábamos,
dejándoles las puertas principales sin salida, solo había una forma
de que el cabrón de su padre pudiese salir, y era por la puerta de
incendios que daba a la parte trasera del edificio. Ahí sería donde le
esperarían con todas las patrullas, no había forma de que pudiese
escapar si decidía salir, y no iban a dejarle escapatoria, sí de verdad
estaban allí, ese hijo de puta iba terminar en la cárcel mucho antes
de lo que él tenía pensado.
—Cave la posibilidad de que no decida salir, que se quede
encerrado dentro—dijo un policía, señalando la habitación donde
seguramente estaba Noah en aquel instante.
—Pues derribáis la puta puerta, joder—dije queriendo salir en su
busca de inmediato, podían estar haciéndole de todo, y nosotros seguíamos aquí, charlando, mientras Noah podía estar herida, o
algo mucho peor.
—Señor Leister, déjenos trabajar a nosotros—me frenó el policía
con autoridad.
Me jodía como me hablaban y como tomaban decisiones sobre
la vida de Noah, pero no había nada que yo pudiese hacer.
Salí del despacho, y me llevé creo, que el cigarro doscientos a la
boca.
Fuera en el porche, se habían aglomerado topo tipo de
personas, y en la puerta, junto a la fuente redonda, había por lo
menos siete coches patrulla y agentes por todo el perímetro de la
casa. Se habían presenta las noticias, que ya empezaba a
acomodar sus cámaras frente a la puerta cerrada de la casa. Me
giré sintiendo nauseas.
—¡Es capaz de matarla, William!—escuché entonces que
gritaban dentro.
Entré casi corriendo para ver como los policías salían del
despacho de mi padre y salían apresurados hacia los coches
patrulla. Miré desesperado y fui hasta Rafaella, que lloraba
aferrándose a los brazos de mi padre.
—No lo hará, tranquilízate, ya sabemos donde están, Ella, te
prometo que no le va a pasar nada—decía mi padre intentado
tranquilizar a su mujer.
—¿Qué ocurre, a donde van?—dije con temor.
—Un testigo ha llamado confirmando que ha visto a varios
hombres con armas fuera de la discoteca, está ahí Nicholas, van a ir
a buscarla.
Sentí como todo mi cuerpo se congelaba por el pánico.
—Yo no pienso quedarme aquí—dije girándome y saliendo por la
puerta lo más rápido que pude.
Entonces una mano fuerte me retuvo por el brazo,
deteniéndome.
—Tú no vas, Nicholas—dijo mi padre mirándome fijamente a los
ojos.
¿Qué coño estaba diciendo?
—¡No pienso quedarme aquí!—le grité soltándome de un tirón y
bajando las escaleras casi a la carrera. Algunos policías ya estaban
saliendo de la casa, marchándose para poder llevar a cabo la misión
que podía causar la muerte de mi novia.
—¡Rafaella!—escuche como mi padre gritaba tras de mí. Me giré
unos segundos para ver como la madre de Noah venía corriendo
hacia a mí.
—Llévame contigo, Nicholas—dijo sin poder controlar las
lágrimas, pero con una determinación férrea en su rostro.
Miré dudoso a mi padre que se acercó a nosotros con el
semblante tan frío y asustado como debía estar el mío.
—No pienso permitir que le hagan daño a nadie más de esta
familia, ¡entrad en la casa!—gritó cogiendo a Rafaella por el codo;
sabía que estaba tan asustado como todos nosotros, nunca nos
había ocurrido nada igual, vi en los ojos de mi padre que le
aterrorizaba aquella situación, su forma de mirar a Rafaella era casi
igual a como yo miraba a Noah, y yo habría reaccionado de la
misma manera si hubiese sido ella la que estuviese dispuesta a ir al
centro del escenario de un puto secuestro.
—Voy a ir tanto te guste como si no, William Leister, ¡es mi hija
de quien estamos hablando!—le gritó desesperada; los sollozos
impidiendo que pudiese seguir hablando.
Miré a mi padre.
—Voy a ir papá, y no intentes detenerme.
Mi padre miró desesperado a ambos lados.
—Esta bien, pero iremos con la policía—acepto por fin.
Diez minutos después estábamos cruzando la cuidad, con tres
coches de policía tras nosotros. Escuchar como informaban de lo
que ocurría por el interfono me estaba matando de los nervios. Ya
habían llegado, y estaban rodeando las puertas principales a la
orden de entrar.
No tardamos mucho más en llegar, y el coche patrulla fue
directamente hacia donde esperaban que el padre de Noah decidiese escapar. Los demás policías se colocaron en posición
alrededor de la puerta mientras que los ruidos del interior llegaban a
nuestros oídos. Cuando escuché disparos salí del coche.
El policía que estaba junto a él me retuvo con fuerza por el
brazo.
— Te quedas aquí—dijo con autoridad.
Hice lo que me pedía mientras miraba fijamente la puerta por
donde Noah saldría, sana o herida, aún no lo sabía.
No tardaron mucho. Diez minutos después, y con todos los
policías en tensión, la puerta terminó por abrirse y Noah y su padre
aparecieron, pestañeando sorprendidos ante el despliegue que los
esperaba fuera.
Noah estaba sangrando... Estaba herida.
Sentí como me sujetaban por detrás, ni siquiera era consciente
de que intentaba salir corriendo en su busca.
—¡NOAH!—grité con todas mis fuerzas. Sus ojos volaron a los
míos mientras que el terror marcaba sus llorosas facciones. Su
padre la estaba apuntando con un arma, la tenía presa bajo sus
brazos y el maldito revolver la apuntaba directamente a la cabeza.
—¡Suelte el arma!—gritó un policía por un megáfono.
Me llevé las manos a la cabeza con desesperación. Ese hijo de
puta le estaba diciendo algo, y el terror reflejado en Noah despertó
un instinto asesino que nuca creí experimentar hasta el momento.
Le iba a matar, iba matarle con mis propias manos.
—¡Suelte el arma, y ponga las manos sobre la cabeza!—
volvieron a gritar.
Entonces todo ocurrió muy rápido, aunque mis ojos lo vieron
todo como si estuviesen reproduciéndolo a cámara lenta.
El padre de Noah levantó el arma, quitándole el seguro, la clavó
con determinación en lo alto de su cabeza; Noah cerró los ojos con
fuerza, y entonces el sonido de un disparo retronó por todo el lugar.
El padre de Noah giró la cabeza hacia donde nosotros
estábamos, supe que estaba mirando a Rafaella por como esta
empezó a llorar desesperadamente.