NOAH
Había procurado mantenerme alejada de él, con todas mis fuerzas me había
obligado a no mirarlo a hurtadillas. Luca me había sido de gran ayuda: me había
encontrado alejada de todos después de la ceremonia —había tenido un
momento de derrumbe, había necesitado unos minutos a solas para recuperarme
— y me había tendido la mano, me había ayudado a incorporarme y había dicho
algo absurdo que me había dibujado una sonrisa.
¿Quién iba a decir que el macarra del hermano de Lion iba a resultar tan
divertido? Me había prometido que no iba a dejarme sola aquella noche, se había
reído de mí diciéndome que parecía el perrito faldero de Nicholas, mirándolo
todo el tiempo con ojos de cordero degollado. Yo no era así, y si Luca se había
dado cuenta estaba segura de que Nicholas también.
No pensaba hacerlo sentir incómodo, no quería que sintiera lástima por mí,
nadie en realidad. Así que habíamos hecho un trato: Luca iba a ser mi salvavidas
aquella noche, íbamos a estar juntos porque así podía evitar cualquier tentación
de derrumbarme, de derrumbarme o de rogarle a Nicholas que me perdonara,
cosa que se me había pasado por la cabeza numerosas veces desde que nos
habíamos vuelto a ver.
Cuando vi cómo bailaba con aquella chica, cómo tonteaba con ella, había
sentido como si me cogieran el corazón y lo estrujaran hasta hacerlo sangrar. Y
si yo me sentía así por un simple baile no pude evitar pensar en cómo debería
de haberse sentido él al enterarse de que me había acostado con otro.
No era tonta, estaba claro que Nicholas no se había vuelto un monje después
de haber roto conmigo; es más, estaba segura de que la lista de chicas con las
que se debía de haber acostado era infinita.
Luca me había visto observándolo y me había regañado pegándome un
pellizco en la cadera. A partir de ahí lo había perdido de vista, solo me había
centrado en las personas que tenía justo delante. Claro, que había resultado más
difícil cuando nos sentaron a todos en la misma mesa. De vez en cuando mis
ojos se habían desviado hacia él y, cada vez que lo hice, recibí un pellizco por
debajo de la mesa. El último me lo dio en la cadera, lo que me provocó una
carcajada por las cosquillas que sentí. Fue entonces cuando Nicholas casi rompió
la copa al dejarla de forma estruendosa sobre la mesa. Se levantó y desapareció en dirección a los lavabos.
—Está celoso —declaró Luca observando a Nick de mala gana.
«¿Celoso?»
—No lo está… simplemente no soporta tenerme delante —repliqué
deprimida; a continuación di un sorbo a mi copa de champán.
Nicholas apareció después con una chica colgando del brazo. La gente había
empezado a levantarse de las mesas, pues la música ya sonaba e invitaba a bailar.
Los novios abrieron el primer baile y poco después el ambiente se
transformó por completo: las luces cambiaron, la pista se llenó de gente
moviendo el esqueleto y la mayoría sosteniendo en sus manos cócteles muy
cargados de alcohol.
Luca tiró de mí para sacarme a bailar y agradecí poder alejarme de Nicholas
sin tener que ver cómo prácticamente le metía mano a la morena por debajo de la
mesa. Dios, estaba asqueada, asqueada y totalmente celosa. Empezamos a bailar
como amigos. Luca se estaba comportando, en ningún momento se me había
insinuado ni nada parecido. En un momento nos juntamos con Lion y Jenna, y
los cuatro comenzamos a bailar juntos en la pista, riéndonos y pasándonoslo en
grande; fue, de verdad, lo mejor hasta el momento. Nicholas estaba lejos de mí
en aquel instante, haciendo Dios sabe qué con esa chica, y aunque me hervía la
sangre las copas que me había bebido me ayudaron a que todo fuera más
llevadero.
Lo que ocurrió después… tengo que admitir que fue por mi culpa.
En un momento dado me volví en la pista y lo vi… lo vi besándole el cuello
a la chica que tenía sentada sobre el regazo, y eso no fue lo peor: me miró al
hacerlo, sus labios en el cuello de la morena y sus ojos clavados en los míos.
Sonrió y de repente paré de bailar. Y lo que hice… ¡Maldita sea!, ¿es que
nunca iba a aprender?
Luca se me acercó consciente de dónde estaban mis ojos, fue a decirme algo,
se me pegó al oído para que pudiese escucharlo dado el atronador sonido de la
música… y entonces la Noah antigua se apoderó de mi ser, todo lo que había
aprendido durante esos meses, todas las sesiones de psicólogo, todas mis
lamentaciones se fueron al traste porque cogí a Luca por el cuello, tiré de él
hacia abajo y estampé mis labios contra los suyos.
Lo más raro fue que no me apartó, en absoluto; es más, sentí su lengua
introducirse en mi boca y su mano en mi espalda, atrayéndome hacia él.
¿Qué estaba haciendo?
No tuve mucho tiempo para sopesarlo porque de repente alguien tiró de él
hacia atrás y lo siguiente que sé es que Luca estaba en el suelo con el labio
partido y manchado de sangre. Elevé los ojos y me encontré con un Nicholas completamente desquiciado. Miró a Luca, sacudiendo la mano con dolor, y
después a mí. Sentí un escalofrío al ver su mirada dolida… y terriblemente
furiosa. Cerró la mandíbula con fuerza y me dio la espalda. Poco después Luca
empezó a levantarse —o más bien, lo ayudaron los que estaban a nuestro
alrededor— y yo vi cómo Nick se marchaba en dirección opuesta a la fiesta.
No sé qué diantres me pasaba, quizá la alta graduación de aquel exclusivo
champán me había dañado peligrosamente el juicio, pero fui tras él, claro que fui
tras él, y no para pedirle perdón.
Se había dirigido a la parte donde había tenido lugar la ceremonia, donde las
sillas seguían perfectamente colocadas, igual que las flores. La zona estaba ahora
desierta y hasta ella llegaba el sonido de la fiesta, ensordecedor.
—¿Adónde vas, Nicholas? —le pregunté a voz en cuello.
Medio me tambaleé al bajar por las escaleritas. Y él se volvió con el rostro
rojo de ira al descubrir que le había seguido.
—¡No tienes ningún derecho a hacer lo que has hecho! —bramé ahora
furiosa.
Vale, sí, estaba loca y medio borracha… también cabreada y todo eso junto
no era una buena combinación.
Caminé hacia él, que parecía estar calibrando muy seriamente qué hacer
conmigo… ¡Dios, daba hasta miedo!, pero no me acobardé, sino todo lo
contrario. El ataque de celos que acababa de tener demostraba algo, estaba
claro… no podía haberme olvidado, me negaba a creerlo, y si tenía que
enfrentarme a su ira con tal de que lo confesara lo haría.
Lo empujé cuando llegué a su lado.
—¡Eres un mentiroso! —le grité. Mis puños volvieron a moverse, esta vez
para golpear su pecho con todas mis fuerzas—. ¡Eres un jodido mentiroso de
mierda, Nicholas!
En un principio él apenas se inmutó, pero unos segundos después observé
que su pecho bajaba y subía. Solo me dejó golpearlo dos veces más, hasta que
sus manos volaron y atajaron mis puños. Ese contacto me encendió más que
cualquier otra cosa.
—¿Dices que me has olvidado? ¡No es eso lo que demuestran tus actos!
¡Dijiste que nada podía separarnos!
Me miró con incredulidad.
—Eres tú la que rompió todas sus putas promesas, la que decidió cargárselo
todo, ¡joder! No vales nada, Noah, para mí ya no vales nada. —Sus palabras
detuvieron mi asalto, me dejaron de piedra y se me hizo un nudo en el estómago.
Tragué para aclararme la garganta. Mis ojos buscaron los suyos y lo miré
extrañada, no era capaz de verlo bien, no lo veía bien, estaba borroso… tardé más de la cuenta en caer en que no lo veía con claridad porque las lágrimas
inundaban mis ojos.
—¿Cómo puedes decir eso? —dije y la voz se me quebró dos veces.
Nicholas me observó. De pie, allí plantado delante de mí, parecía tan
desquiciado, tan desgraciado como yo… Así las cosas, ¿cómo podía haberme
soltado esas palabras… a mí?
—Porque es la puta verdad.
Me dio la espalda, indiferente, y empezó a alejarse de mí.
—¡Cometí un maldito error, Nicholas! —le grité, pero él siguió andando—.
¡La loca de tu exnovia me hizo creer que me habías engañado! ¡Te liaste con
Sophia en mis narices, ¿y yo soy la que se lo cargó todo?! ¡Tú te cargaste lo
nuestro! ¡Tú me obligaste a cometer el peor error de mi vida! ¡Tú hiciste que me
utilizaran, que me usaran como si yo… como si yo…!
No pude seguir hablando, los sollozos no me dejaron. Maldición, estaba tan
cabreada, tan rota por dentro… Sin embargo, lo que decía lo sentía de verdad: si
no hubiese sido por sus mentiras yo nunca me habría visto en la tesitura de
acudir a alguien que se aprovechó de mi debilidad, se aprovechó de lo que le
había contado confidencialmente. Cuando levanté la mirada allí estaba, justo
delante de mí, había desandado el camino. Me miró furioso, con una rabia tan
pura, tan terriblemente aterradora que casi di un paso hacia atrás de la impresión,
pero entonces hizo lo último que esperaba: su mano rodeó mi cintura y sus labios
chocaron contra los míos. Por un instante creí que estaba teniendo una pesadilla,
una de las que últimamente me asaltaban cuando caía vencida por el sueño, en la
que estaba con Nicholas como antes, éramos felices, nos besábamos, y un
segundo después él se marchaba y yo no podía hacer nada para detenerlo. Corría,
corría tras él, pero mis piernas no se movían lo suficientemente rápido.
Pero eso no era un sueño, no lo era en absoluto. Su brazo me levantó del
suelo, pegando mis pechos contra su torso increíblemente duro y su lengua
hambrienta se metió en mi boca. Tardé unos segundos en asimilar lo que pasaba,
pero mi cuerpo entero pareció encenderse ante el contacto. Mis brazos le
rodearon el cuello con fuerza, atrayéndolo hacia mí. ¡Dios, cómo necesitaba ese
contacto! Fue como si toda la energía de mi cuerpo regresara a él después de
haberme abandonado durante meses.
Su otro brazo me aferró por detrás, levantándome del suelo y su lengua
acarició la mía voraz, con ansia. Me cogí de su pelo con fuerza, pero este ya no
era como antes: estaba corto, demasiado para tirar de él, como me gustaba hacer
a mí. Con la respiración entrecortada, subió la mano por mi espalda hasta llegar
a mi nuca y allí permaneció posada mientras su boca se separaba de la mía y me
clavaba la mirada… Sus pupilas estaban dilatadas, dilatadas por la excitación, por el deseo, el puro deseo carnal que creía que nunca más iba a experimentar.
Nos miramos fijamente a los ojos, quise decirle tantas cosas… Pero entonces
algo cambió… algo pasó por su mente, algo volvió a atormentarlo y supe que
volvía a perderlo. Desesperada, tiré de su cuello hacia mí y volví a posar mis
labios sobre los suyos, solo que ahora no obtuve la misma respuesta. Sentí cómo
sus brazos se aflojaban y después me depositaban en el suelo. Me entró el
pánico, pánico de que se fuera, pánico de que volviese a dejarme.
Las lágrimas resurgieron otra vez, aparté mi boca de la suya y enterré el
rostro en su cuello. Con mis brazos en torno a este me negué a soltarlo, me
negué a dejarlo marchar.
—No puedo hacer esto, Noah —declaró Nicholas de forma clara, aunque su
voz parecía ahogada por sus sentimientos.
—No —negué aferrándome a él con fuerza. Mis lágrimas estarían
manchándole la camisa, pero no me importó, no podía dejar que se marchara, lo
necesitaba, y él a mí, teníamos que estar juntos.
Acto seguido, sus manos abandonaron mi cintura y subieron a mis muñecas.
Hicieron fuerza hasta soltar mi agarre. Me sujetó las manos frente a él y me
miró a la cara.
—No me dejes —le rogué de forma lastimera. Estaba suplicando, lo sé, pero
al día siguiente se marcharía y no volvería a verlo, y ese sentimiento me mataba
por dentro.
—Cuando cierro los ojos te veo con él —confesó tragando saliva. Sus ojos
parecieron flaquear ante los míos, que le suplicaban que se quedara, que me
quisiese, que volviese a protegerme.
—Yo ni siquiera lo recuerdo, Nicholas —repuse negándome a que me
soltara.
Era cierto, no conseguía recordar lo que había pasado esa noche: sabía que
nos habíamos acostado, pero yo no había formado parte del acto, simplemente
me había dejado porque no tuve fuerzas para decir que no… nada me importaba
por aquel entonces, porque mi vida se había convertido en un infierno.
Vi que sus ojos se humedecían y me sentí morir.
—No puedo hacerlo… lo siento. —Y me soltó.
Se dio la vuelta y se alejó, dejándome allí…
Jenna no tardó en descubrir lo que había pasado en la pista y me encontró
dos horas después sentada en una de las sillas de la ceremonia, abrazándome las
piernas e intentando recomponerme a mí misma. Ese beso, sus palabras… no me
habían hecho ningún bien. Noté sus brazos alrededor sin siquiera darme cuenta y
me sentí aún más culpable al saber que estaba fastidiándole aquel día tan especial.
—Lo siento, Jenna —me disculpé intentando dejar de llorar.
—Yo sí que lo siento, Noah, todo esto ha sido culpa mía —me dijo, y la miré
sin comprender—. Toda esta situación, que fuerais los padrinos y que os metiera
a los dos en el mismo coche, hasta os he puesto a dormir puerta con puerta. —Mi
amiga me miró con el rostro apenado y aun así seguía estando espectacular—.
Quise daros otra oportunidad, creí… creí que si forzaba un poco la cosa…
—Nos hemos besado —le confesé consciente de que a pesar de ese beso, ese
último beso, las cosas entre nosotros no iban a mejorar, por mucho empeño que
pusiese Jenna.
Jenna pareció sorprendida y confusa. Miró a su alrededor, como queriendo
entender qué había pasado, por qué Nick no estaba conmigo.
—Lo nuestro se ha acabado, Jenn —afirmé y tuve que llevarme la mano a la
boca para amortiguar los sollozos. ¡Dios, qué patética era… pero, maldita sea,
cómo dolía… cómo dolía haberlo perdido!
Jenna volvió a abrazarme y dejé que me consolara. Allí estábamos las dos:
ella en el día más feliz de su vida y yo hundida en la miseria.
Jenna volvió a fijar sus ojos en los míos y vi cierta determinación.
—No debería decirte esto, Noah, de verdad que no, pero conozco a Nick, he
visto durante los meses que estuvo contigo a una persona completamente feliz.
Independientemente de los problemas que teníais, nunca había estado tan
centrado, tan… ¿cómo decirlo?, tan normal. Toda su vida ha sido una mierda, lo
he visto llorar de niño cuando su madre se marchó, lo vi llorar durante meses,
hasta que después se endureció y creó esa coraza que ahora lleva tan orgulloso a
todas partes, se convirtió en alguien inquebrantable… Tú conseguiste
penetrarla… No estoy diciendo que vaya a ser fácil, Noah, pero ¡joder, es el
amor de tu vida! Quiero que mis mejores amigos sean tan felices como lo soy yo
justo en este instante, necesito, es más, te lo pido, Noah, te pido que no lo dejes
marchar, por muchas cosas que te diga, por muchas veces que afirme no quererte
o que para él es imposible perdonarte… Tiene que haber alguna forma.
Me levanté de la silla y la miré. Una sonrisa triste asomó a mis labios.
—Sé que quieres creer lo que dices, Jenn… yo también —declaré mirando
hacia el lugar por donde había desaparecido—, pero le he roto el corazón… creí
que él me había engañado y me creí morir, de verdad que sí, así que sé lo que se
siente… No va a perdonarme, nunca lo hará.
Jenna fue a decirme algo, pero volvió a cerrar la boca, creo que por primera
vez se había quedado sin palabras. Me acerqué a ella y le di un beso en lo alto de
la cabeza.
—Disfruta de este día.