Culpa nuestra

Capítulo 10

NOAH 
Había procurado mantenerme alejada de él, con todas mis fuerzas me había 
obligado a no mirarlo a hurtadillas. Luca me había sido de gran ayuda: me había 
encontrado alejada de todos después de la ceremonia —había tenido un 
momento de derrumbe, había necesitado unos minutos a solas para recuperarme 
— y me había tendido la mano, me había ayudado a incorporarme y había dicho 
algo absurdo que me había dibujado una sonrisa. 
¿Quién iba a decir que el macarra del hermano de Lion iba a resultar tan 
divertido? Me había prometido que no iba a dejarme sola aquella noche, se había 
reído de mí diciéndome que parecía el perrito faldero de Nicholas, mirándolo 
todo el tiempo con ojos de cordero degollado. Yo no era así, y si Luca se había 
dado cuenta estaba segura de que Nicholas también. 
No pensaba hacerlo sentir incómodo, no quería que sintiera lástima por mí, 
nadie en realidad. Así que habíamos hecho un trato: Luca iba a ser mi salvavidas 
aquella noche, íbamos a estar juntos porque así podía evitar cualquier tentación 
de derrumbarme, de derrumbarme o de rogarle a Nicholas que me perdonara, 
cosa que se me había pasado por la cabeza numerosas veces desde que nos 
habíamos vuelto a ver. 
Cuando vi cómo bailaba con aquella chica, cómo tonteaba con ella, había 
sentido como si me cogieran el corazón y lo estrujaran hasta hacerlo sangrar. Y 
si yo me sentía así por un simple baile no pude evitar pensar en cómo debería 
de haberse sentido él al enterarse de que me había acostado con otro. 
No era tonta, estaba claro que Nicholas no se había vuelto un monje después 
de haber roto conmigo; es más, estaba segura de que la lista de chicas con las 
que se debía de haber acostado era infinita. 
Luca me había visto observándolo y me había regañado pegándome un 
pellizco en la cadera. A partir de ahí lo había perdido de vista, solo me había 
centrado en las personas que tenía justo delante. Claro, que había resultado más 
difícil cuando nos sentaron a todos en la misma mesa. De vez en cuando mis 
ojos se habían desviado hacia él y, cada vez que lo hice, recibí un pellizco por 
debajo de la mesa. El último me lo dio en la cadera, lo que me provocó una 
carcajada por las cosquillas que sentí. Fue entonces cuando Nicholas casi rompió 
la copa al dejarla de forma estruendosa sobre la mesa. Se levantó y desapareció en dirección a los lavabos. 
—Está celoso —declaró Luca observando a Nick de mala gana. 
«¿Celoso?» 
—No lo está… simplemente no soporta tenerme delante —repliqué 
deprimida; a continuación di un sorbo a mi copa de champán. 
Nicholas apareció después con una chica colgando del brazo. La gente había 
empezado a levantarse de las mesas, pues la música ya sonaba e invitaba a bailar. 
Los novios abrieron el primer baile y poco después el ambiente se 
transformó por completo: las luces cambiaron, la pista se llenó de gente 
moviendo el esqueleto y la mayoría sosteniendo en sus manos cócteles muy 
cargados de alcohol. 
Luca tiró de mí para sacarme a bailar y agradecí poder alejarme de Nicholas 
sin tener que ver cómo prácticamente le metía mano a la morena por debajo de la 
mesa. Dios, estaba asqueada, asqueada y totalmente celosa. Empezamos a bailar 
como amigos. Luca se estaba comportando, en ningún momento se me había 
insinuado ni nada parecido. En un momento nos juntamos con Lion y Jenna, y 
los cuatro comenzamos a bailar juntos en la pista, riéndonos y pasándonoslo en 
grande; fue, de verdad, lo mejor hasta el momento. Nicholas estaba lejos de mí 
en aquel instante, haciendo Dios sabe qué con esa chica, y aunque me hervía la 
sangre las copas que me había bebido me ayudaron a que todo fuera más 
llevadero. 
Lo que ocurrió después… tengo que admitir que fue por mi culpa. 
En un momento dado me volví en la pista y lo vi… lo vi besándole el cuello 
a la chica que tenía sentada sobre el regazo, y eso no fue lo peor: me miró al 
hacerlo, sus labios en el cuello de la morena y sus ojos clavados en los míos. 
Sonrió y de repente paré de bailar. Y lo que hice… ¡Maldita sea!, ¿es que 
nunca iba a aprender? 
Luca se me acercó consciente de dónde estaban mis ojos, fue a decirme algo, 
se me pegó al oído para que pudiese escucharlo dado el atronador sonido de la 
música… y entonces la Noah antigua se apoderó de mi ser, todo lo que había 
aprendido durante esos meses, todas las sesiones de psicólogo, todas mis 
lamentaciones se fueron al traste porque cogí a Luca por el cuello, tiré de él 
hacia abajo y estampé mis labios contra los suyos. 
Lo más raro fue que no me apartó, en absoluto; es más, sentí su lengua 
introducirse en mi boca y su mano en mi espalda, atrayéndome hacia él. 
¿Qué estaba haciendo? 
No tuve mucho tiempo para sopesarlo porque de repente alguien tiró de él 
hacia atrás y lo siguiente que sé es que Luca estaba en el suelo con el labio 
partido y manchado de sangre. Elevé los ojos y me encontré con un Nicholas completamente desquiciado. Miró a Luca, sacudiendo la mano con dolor, y 
después a mí. Sentí un escalofrío al ver su mirada dolida… y terriblemente 
furiosa. Cerró la mandíbula con fuerza y me dio la espalda. Poco después Luca 
empezó a levantarse —o más bien, lo ayudaron los que estaban a nuestro 
alrededor— y yo vi cómo Nick se marchaba en dirección opuesta a la fiesta. 
No sé qué diantres me pasaba, quizá la alta graduación de aquel exclusivo 
champán me había dañado peligrosamente el juicio, pero fui tras él, claro que fui 
tras él, y no para pedirle perdón. 
Se había dirigido a la parte donde había tenido lugar la ceremonia, donde las 
sillas seguían perfectamente colocadas, igual que las flores. La zona estaba ahora 
desierta y hasta ella llegaba el sonido de la fiesta, ensordecedor. 
—¿Adónde vas, Nicholas? —le pregunté a voz en cuello. 
Medio me tambaleé al bajar por las escaleritas. Y él se volvió con el rostro 
rojo de ira al descubrir que le había seguido. 
—¡No tienes ningún derecho a hacer lo que has hecho! —bramé ahora 
furiosa. 
Vale, sí, estaba loca y medio borracha… también cabreada y todo eso junto 
no era una buena combinación. 
Caminé hacia él, que parecía estar calibrando muy seriamente qué hacer 
conmigo… ¡Dios, daba hasta miedo!, pero no me acobardé, sino todo lo 
contrario. El ataque de celos que acababa de tener demostraba algo, estaba 
claro… no podía haberme olvidado, me negaba a creerlo, y si tenía que 
enfrentarme a su ira con tal de que lo confesara lo haría. 
Lo empujé cuando llegué a su lado. 
—¡Eres un mentiroso! —le grité. Mis puños volvieron a moverse, esta vez 
para golpear su pecho con todas mis fuerzas—. ¡Eres un jodido mentiroso de 
mierda, Nicholas! 
En un principio él apenas se inmutó, pero unos segundos después observé 
que su pecho bajaba y subía. Solo me dejó golpearlo dos veces más, hasta que 
sus manos volaron y atajaron mis puños. Ese contacto me encendió más que 
cualquier otra cosa. 
—¿Dices que me has olvidado? ¡No es eso lo que demuestran tus actos! 
¡Dijiste que nada podía separarnos! 
Me miró con incredulidad. 
—Eres tú la que rompió todas sus putas promesas, la que decidió cargárselo 
todo, ¡joder! No vales nada, Noah, para mí ya no vales nada. —Sus palabras 
detuvieron mi asalto, me dejaron de piedra y se me hizo un nudo en el estómago. 
Tragué para aclararme la garganta. Mis ojos buscaron los suyos y lo miré 
extrañada, no era capaz de verlo bien, no lo veía bien, estaba borroso… tardé más de la cuenta en caer en que no lo veía con claridad porque las lágrimas 
inundaban mis ojos. 
—¿Cómo puedes decir eso? —dije y la voz se me quebró dos veces. 
Nicholas me observó. De pie, allí plantado delante de mí, parecía tan 
desquiciado, tan desgraciado como yo… Así las cosas, ¿cómo podía haberme 
soltado esas palabras… a mí? 
—Porque es la puta verdad. 
Me dio la espalda, indiferente, y empezó a alejarse de mí. 
—¡Cometí un maldito error, Nicholas! —le grité, pero él siguió andando—. 
¡La loca de tu exnovia me hizo creer que me habías engañado! ¡Te liaste con 
Sophia en mis narices, ¿y yo soy la que se lo cargó todo?! ¡Tú te cargaste lo 
nuestro! ¡Tú me obligaste a cometer el peor error de mi vida! ¡Tú hiciste que me 
utilizaran, que me usaran como si yo… como si yo…! 
No pude seguir hablando, los sollozos no me dejaron. Maldición, estaba tan 
cabreada, tan rota por dentro… Sin embargo, lo que decía lo sentía de verdad: si 
no hubiese sido por sus mentiras yo nunca me habría visto en la tesitura de 
acudir a alguien que se aprovechó de mi debilidad, se aprovechó de lo que le 
había contado confidencialmente. Cuando levanté la mirada allí estaba, justo 
delante de mí, había desandado el camino. Me miró furioso, con una rabia tan 
pura, tan terriblemente aterradora que casi di un paso hacia atrás de la impresión, 
pero entonces hizo lo último que esperaba: su mano rodeó mi cintura y sus labios 
chocaron contra los míos. Por un instante creí que estaba teniendo una pesadilla, 
una de las que últimamente me asaltaban cuando caía vencida por el sueño, en la 
que estaba con Nicholas como antes, éramos felices, nos besábamos, y un 
segundo después él se marchaba y yo no podía hacer nada para detenerlo. Corría, 
corría tras él, pero mis piernas no se movían lo suficientemente rápido. 
Pero eso no era un sueño, no lo era en absoluto. Su brazo me levantó del 
suelo, pegando mis pechos contra su torso increíblemente duro y su lengua 
hambrienta se metió en mi boca. Tardé unos segundos en asimilar lo que pasaba, 
pero mi cuerpo entero pareció encenderse ante el contacto. Mis brazos le 
rodearon el cuello con fuerza, atrayéndolo hacia mí. ¡Dios, cómo necesitaba ese 
contacto! Fue como si toda la energía de mi cuerpo regresara a él después de 
haberme abandonado durante meses. 
Su otro brazo me aferró por detrás, levantándome del suelo y su lengua 
acarició la mía voraz, con ansia. Me cogí de su pelo con fuerza, pero este ya no 
era como antes: estaba corto, demasiado para tirar de él, como me gustaba hacer 
a mí. Con la respiración entrecortada, subió la mano por mi espalda hasta llegar 
a mi nuca y allí permaneció posada mientras su boca se separaba de la mía y me 
clavaba la mirada… Sus pupilas estaban dilatadas, dilatadas por la excitación, por el deseo, el puro deseo carnal que creía que nunca más iba a experimentar. 
Nos miramos fijamente a los ojos, quise decirle tantas cosas… Pero entonces 
algo cambió… algo pasó por su mente, algo volvió a atormentarlo y supe que 
volvía a perderlo. Desesperada, tiré de su cuello hacia mí y volví a posar mis 
labios sobre los suyos, solo que ahora no obtuve la misma respuesta. Sentí cómo 
sus brazos se aflojaban y después me depositaban en el suelo. Me entró el 
pánico, pánico de que se fuera, pánico de que volviese a dejarme. 
Las lágrimas resurgieron otra vez, aparté mi boca de la suya y enterré el 
rostro en su cuello. Con mis brazos en torno a este me negué a soltarlo, me 
negué a dejarlo marchar. 
—No puedo hacer esto, Noah —declaró Nicholas de forma clara, aunque su 
voz parecía ahogada por sus sentimientos. 
—No —negué aferrándome a él con fuerza. Mis lágrimas estarían 
manchándole la camisa, pero no me importó, no podía dejar que se marchara, lo 
necesitaba, y él a mí, teníamos que estar juntos. 
Acto seguido, sus manos abandonaron mi cintura y subieron a mis muñecas. 
Hicieron fuerza hasta soltar mi agarre. Me sujetó las manos frente a él y me 
miró a la cara. 
—No me dejes —le rogué de forma lastimera. Estaba suplicando, lo sé, pero 
al día siguiente se marcharía y no volvería a verlo, y ese sentimiento me mataba 
por dentro. 
—Cuando cierro los ojos te veo con él —confesó tragando saliva. Sus ojos 
parecieron flaquear ante los míos, que le suplicaban que se quedara, que me 
quisiese, que volviese a protegerme. 
—Yo ni siquiera lo recuerdo, Nicholas —repuse negándome a que me 
soltara. 
Era cierto, no conseguía recordar lo que había pasado esa noche: sabía que 
nos habíamos acostado, pero yo no había formado parte del acto, simplemente 
me había dejado porque no tuve fuerzas para decir que no… nada me importaba 
por aquel entonces, porque mi vida se había convertido en un infierno. 
Vi que sus ojos se humedecían y me sentí morir. 
—No puedo hacerlo… lo siento. —Y me soltó. 
Se dio la vuelta y se alejó, dejándome allí… 
Jenna no tardó en descubrir lo que había pasado en la pista y me encontró 
dos horas después sentada en una de las sillas de la ceremonia, abrazándome las 
piernas e intentando recomponerme a mí misma. Ese beso, sus palabras… no me 
habían hecho ningún bien. Noté sus brazos alrededor sin siquiera darme cuenta y 
me sentí aún más culpable al saber que estaba fastidiándole aquel día tan especial. 
—Lo siento, Jenna —me disculpé intentando dejar de llorar. 
—Yo sí que lo siento, Noah, todo esto ha sido culpa mía —me dijo, y la miré 
sin comprender—. Toda esta situación, que fuerais los padrinos y que os metiera 
a los dos en el mismo coche, hasta os he puesto a dormir puerta con puerta. —Mi 
amiga me miró con el rostro apenado y aun así seguía estando espectacular—. 
Quise daros otra oportunidad, creí… creí que si forzaba un poco la cosa… 
—Nos hemos besado —le confesé consciente de que a pesar de ese beso, ese 
último beso, las cosas entre nosotros no iban a mejorar, por mucho empeño que 
pusiese Jenna. 
Jenna pareció sorprendida y confusa. Miró a su alrededor, como queriendo 
entender qué había pasado, por qué Nick no estaba conmigo. 
—Lo nuestro se ha acabado, Jenn —afirmé y tuve que llevarme la mano a la 
boca para amortiguar los sollozos. ¡Dios, qué patética era… pero, maldita sea, 
cómo dolía… cómo dolía haberlo perdido! 
Jenna volvió a abrazarme y dejé que me consolara. Allí estábamos las dos: 
ella en el día más feliz de su vida y yo hundida en la miseria. 
Jenna volvió a fijar sus ojos en los míos y vi cierta determinación. 
—No debería decirte esto, Noah, de verdad que no, pero conozco a Nick, he 
visto durante los meses que estuvo contigo a una persona completamente feliz. 
Independientemente de los problemas que teníais, nunca había estado tan 
centrado, tan… ¿cómo decirlo?, tan normal. Toda su vida ha sido una mierda, lo 
he visto llorar de niño cuando su madre se marchó, lo vi llorar durante meses, 
hasta que después se endureció y creó esa coraza que ahora lleva tan orgulloso a 
todas partes, se convirtió en alguien inquebrantable… Tú conseguiste 
penetrarla… No estoy diciendo que vaya a ser fácil, Noah, pero ¡joder, es el 
amor de tu vida! Quiero que mis mejores amigos sean tan felices como lo soy yo 
justo en este instante, necesito, es más, te lo pido, Noah, te pido que no lo dejes 
marchar, por muchas cosas que te diga, por muchas veces que afirme no quererte 
o que para él es imposible perdonarte… Tiene que haber alguna forma. 
Me levanté de la silla y la miré. Una sonrisa triste asomó a mis labios. 
—Sé que quieres creer lo que dices, Jenn… yo también —declaré mirando 
hacia el lugar por donde había desaparecido—, pero le he roto el corazón… creí 
que él me había engañado y me creí morir, de verdad que sí, así que sé lo que se 
siente… No va a perdonarme, nunca lo hará. 
Jenna fue a decirme algo, pero volvió a cerrar la boca, creo que por primera 
vez se había quedado sin palabras. Me acerqué a ella y le di un beso en lo alto de 
la cabeza. 
—Disfruta de este día.




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