NOAH
Me quedé observando la puerta, sumida en un silencio que también
mantenían todos los que estábamos allí reunidos.
—¡Joder con el jefe! —exclamó uno mientras cogía sus cosas y salía de la
habitación.
—Al final lo que dicen en los periódicos va a ser cierto —comentó otro, y
me volví para observarlo.
Muchos me miraban con pena, puesto que a mí había sido a la única a la que
había llamado y gritado.
Simon se colocó a mi lado y me habló al oído.
—¿Quieres que vaya contigo? —se ofreció, y todo lo que en las últimas
semanas me había hecho sentir dejó de tener sentido.
Nick estaba allí.
—Tranquilo, está bien, sé cómo tratarlo —le contesté y él me observó con el
ceño fruncido.
Habíamos ido a cenar algunas noches más desde aquella primera vez. Un día,
en el transcurso de una de ellas, acabé explicándole lo mío con Nick. Ni que
decir tiene la sorpresa de Simon cuando cayó en la cuenta de que mi relación con
él distaba mucho de ser fraternal.
Sonreí a Simon y me dispuse a salir de la sala para dirigirme al despacho que
Nick, como jefe, tenía en el edificio, aunque estaba vacío la mayor parte del
tiempo. Cuando llegué hasta la puerta llamé antes de entrar, sobre todo porque
los que andaban por allí no me quitaban los ojos de encima.
—¡Entra! —bramó desde el otro lado de la puerta.
Al hacerlo me lo encontré caminando nervioso por el despacho.
—¿Qué demonios haces aquí?
Respiré hondo y observé cómo se quitaba la chaqueta, la tiraba de malas
maneras sobre una silla y empezaba a arremangarse la camisa hasta los codos.
—Trabajo aquí —respondí con el ceño fruncido—. Pensaba que lo sabías.
Nick se detuvo en el proceso de quitarse la corbata de un tirón y clavó su
mirada en la mía con incredulidad.
—¿De qué coño estás hablando?
—Me quedé sin trabajo y recordé la tarjeta que Lincoln Baxwell me había dado en la boda de Jenna; lo llamé y me dijo que me encontraría algo. —Me
encogí de hombros al decirlo, como si hubiese sido algo demasiado fácil, como
así había sido en realidad.
Nick se apoyó contra el escritorio y se me quedó mirando fijamente.
—¿Por qué no me llamaste a mí? —preguntó y noté en su tono de voz un
ligero matiz de decepción—. Yo te habría buscado algo mucho mejor.
Puse los ojos en blanco.
—Ni siquiera sabes cuál es mi papel en la empresa.
—Cierto —convino acercándose hacia mí—. ¿Para quién trabajas?
Algo me decía que no le iba a hacer ninguna gracia, pero no podía mentirle,
tardaría menos de unos minutos en averiguar qué hacía allí, y no quería cabrearlo
aún más.
—Trabajo para Simon… soy algo así como su asistenta.
Nicholas respiró hondo y tardó segundos en exhalar el aire.
—¿Su asistenta? —repitió en tono burlón, levantando las cejas
significativamente—. ¿Y eso qué coño significa?
Lo miré cruzándome de brazos.
—¿Qué va a significar, Nicholas? Pues que lo ayudo con su agenda, le llevo
cafés…
—¿Cafés? —dijo pronunciando la palabra como si fuese un insulto.
—Sí, ya sabes, esa cosa marrón que se toma por las mañanas…
—No te hagas la graciosa conmigo —me cortó sentándose detrás de su mesa
y echándome un vistazo—. ¿No deberías estar estudiando? ¿Sigues insistiendo
en trabajar cuando no te hace ninguna falta?
—Al que no le hace ninguna falta es a usted, señor Leister —repuse
pronunciando su nombre con mucho énfasis.
Nicholas me miró como un director de escuela que observa a una alumna que
se ha portado mal.
—Estás muy graciosa esta mañana… ¿Hacer el tonto en horas de trabajo te
pone de buen humor?
No deberíamos haber jugado a echar pulsos en horas de trabajo, pero había
sido él quien había llegado tarde.
—De buen humor me pone ver lo celoso que estás por ver lo bien que me lo
paso con tus empleados.
—Roger, querrás decir.
—Empleados —insistí yo.
—Y no estoy celoso, sino cabreado al ver que haces perder el tiempo a gente
que debería estar deslomándose para que esta empresa funcione.
—Así que ahora es mi culpa que hayamos estado matando el tiempo mientras esperábamos a que te dignaras a aparecer en una reunión que habías
convocado tú…
—Bueno… no empecemos a hablar de culpas, Noah, podrían darnos las
tantas.
¡Dios, a veces me olvidaba de lo insoportable que podía llegar a ser!
—¿Puedo irme? —pregunté fulminándolo con la mirada.
—No.
Sus ojos brillaron en los míos, con rabia, con furia, con deseo…
—Se te ve bien —afirmó después de un tenso silencio. El cumplido me pilló
por sorpresa—. Menos mal que ya has recuperado los kilos que habías perdido,
no me gustas esquelética.
Ese comentario no me lo esperaba.
—¿Me estás llamando gorda?
Nick se rio y ese sonido casi me provoca un paro cardíaco.
—¿Te ves gorda?
No, claro que no estaba gorda, nunca había estado gorda, y era cierto que los
kilos que había perdido tras nuestra ruptura los había ido recuperando poco a
poco. Ahora se me veía más saludable, menos chupada. Eso era buena señal,
significaba que seguía adelante.
—Tú tampoco estás nada mal —le dije evitando contestar a su pregunta—.
Supongo que estar separados nos empieza a sentar bien.
Mi tono era frío, hasta yo me di cuenta de eso, y Nick se quedó callado,
observándome y supongo que recordando, como estaba haciendo yo, los últimos
momentos que habíamos pasado juntos.
—¿Quieres algo más? —le pregunté sacándonos a los dos de aquella burbuja
en la que parecíamos habernos introducido—. Debería seguir trabajando.
Nick asintió sin quitarme los ojos de encima.
¿Qué intentaba decirme mirándome de aquella manera?
Le di la espalda y fui hasta la puerta. Antes de salir me volví.
—Deberías relajarte más con tus empleados, Nicholas, son buenas personas
y todos esperaban con emoción conocerte hoy.
Nick echó un poco la cabeza hacia atrás, pareció pensar en qué contestarme
pero finalmente se limitó a asentir. Acto seguido, me fui y lo dejé solo, supongo
que con mucho a lo que darle vueltas.
La reunión del día siguiente fue mucho mejor. Nick se mostró amable y
divertido con todos, pero no se disculpó por su conducta del día anterior. Al fin y
al cabo era el jefe y supongo que encontrarse a la plantilla en pleno riendo y
jugando en la sala de juntas no le hubiese sentado bien a nadie que dirigiese una empresa.
Pareció meterse a todos en el bolsillo, a todos menos a Simon, que lo
observaba con fría educación. No me gustaba esa actitud, pero tampoco podía
hacer nada.
Nick me trataba con el respeto que me merecía y había puesto una distancia
segura entre ambos, algo que agradecí. De vez en cuando me encontraba con su
mirada, como pillándolo desprevenido mientras había estado observándome. No
podía negarme a mí misma que tenerle allí me gustaba y me hacía daño a la vez,
pero procuraba concentrarme en el trabajo y él tampoco es que tuviese muchas
ocasiones de hablar conmigo, sus reuniones eran privadas y casi nunca requerían
de mi presencia: yo era una simple becaria.
Sin embargo, todo empeoró el día en que salí de mi despacho y me encontré
cara a cara con ella… con Sophia. Ambas nos quedamos mirándonos fijamente
y, aunque por dentro sentí que me moría, intenté con todas mis fuerzas mantener
la calma.
—Me alegro de verte —dije en el tono más alegre y calmado que pude.
Sophia me miró sorprendida y Nick, que iba hacia el despacho de Simon y
había oído mis palabras, se colocó junto a ella y me observó con cautela, pero
sin poder ocultar cierto interés en sus ojos celestes.
—Si me disculpáis…
Giré sobre mis talones y fui directamente al baño, donde me concedí un
minuto para intentar con todas mis fuerzas no ponerme a llorar.
«Tranquila, Noah… ya empezabas a superarlo, ¿recuerdas? Respira,
respira…
no le des la satisfacción de demostrarle que te afecta.»
La imagen de ellos dos juntos, uno al lado del otro, me perseguiría siempre.
No era lo mismo haberlos visto en foto que verlos en persona; me impactó
ver cómo el rostro de Sophia se iluminó nada más sentirlo a su lado, al fijarme
en cómo la mano de Nicholas se había posado ligeramente en la parte baja de la
espalda de ella…
«Joder, no, no llores ahora, no lo hagas, no seas estúpida…»
Me puse de pie rápidamente y me refresqué la cara con un poco de agua, con
cuidado de que no se me corriera el maquillaje de los ojos. A continuación,
saqué mi brillo de labios y les di otra capa de seguridad, tenía que parecer fuerte,
tan fuerte como era la Noah madura que había demostrado ser hacía un
momento.
Cuando salí del baño Nick y Sophia ya no estaban donde los había dejado.
Me dirigí al despacho de Simon, llamé y cuando este me indicó que pasara, me
encontré de frente con Nick, que se había acercado para abrirme la puerta.