NOAH
Aunque la decisión la había tomado de forma precipitada, aquella noche en
mi cama comprendí que era lo mejor que podía hacer. Tenía que pasar página de
una maldita vez y trabajando para él no iba a conseguirlo, era absurdo.
Simon me había dejado varias llamadas perdidas en el móvil, había intentado
contactar conmigo, preguntarme si estaba bien y yo lo había ignorado, centrada
como estaba en mi enfado con Nicholas. Sin embargo, decidí atender una de sus
llamadas. Le pregunté a Simon si le importaba que fuera a su apartamento a
verlo y cuando se recuperó de la sorpresa no dudó en pasarme la dirección.
No tardé mucho en llegar al complejo de apartamentos donde vivía, que
estaba a tan solo una manzana de donde solía vivir Nick. Cuando llegué hasta su
puerta, tenía más que claro lo que pensaba hacer.
Simon me recibió con la preocupación reflejada en su rostro. Vestía unos
pantalones grises de deporte y una camiseta ancha de color rojo oscuro. Rojo, el
color que veía yo en ese instante por todos los lados. No le dejé ni siquiera
hablar, en cuanto me abrió me lancé a sus brazos.
«Chúpate esta, Nicholas Leister.»
Simon me rodeó la cintura con su brazo al mismo tiempo que cerraba de un
portazo la puerta de entrada. Cuando tuvo sus dos manos libres me cogió por la
cintura y me levantó del suelo en un gesto que me recordó demasiado a Nick.
Maldita sea ¿por qué le gustaba tanto a los tíos levantarme en volandas y
llevarme por ahí?
«Noah, céntrate.»
Cuando me puso sobre la encimera de la cocina, me aparté para poder ver la
reacción que había tenido mi ataque. Simon me miraba como si nunca me
hubiese visto en realidad.
—Cuando me has llamado hace una hora para decirme que venías, te juro
que esto es lo último que esperaba que pudiese llegar a pasar.
No quería hablar, no era lo que necesitaba en ese momento, necesitaba
sacarme a Nicholas de la cabeza, de la piel, del alma. Con los ojos clavados en
Simon, esos ojos verde oscuro y de rubias pestañas, me quité la camiseta por la
cabeza hasta quedarme en sujetador.
—Joder —exclamó Simon tirando de mi nuca y reclamando mi boca una vez más.
Le dejé jugar con mi lengua todo lo que quiso, pero cuando su mano empezó
a bajar por mi espalda desnuda, me tensé involuntariamente.
—¿Estás bien? —me preguntó separándose y deteniendo su mano en el
cierre de mi sujetador.
—Solo… ¿Podemos ir a tu habitación?
Oscuridad… la necesitaba, algo que no había ocurrido en mucho mucho
tiempo. Simon sonrió y volvió a levantarme llevándome hasta una puerta que
había en un pasillo medio iluminado.
—Sé andar —le dije sin poder evitarlo.
—Lo sé, pero me gusta sentirte como lo estoy haciendo ahora.
Y tanto que me estaba sintiendo, su erección se clavaba en mi piel como una
maldita vara de aluminio. Simon me depositó en la cama, se quitó su camiseta y
se estiró encima de mí, aguantando el peso de su cuerpo y depositando pequeños
besos en mi estómago. Cerré los ojos con fuerza… Joder, no, ¿por qué? ¿Por qué
tenía tantas ganas de llorar?
Simon me desabrochó el primer botón de los vaqueros y de repente me
invadieron los recuerdos de Michael, de esa noche, de su boca en mi piel, de sus
labios en los míos. Fue como revivirlo todo otra vez, la traición, el engaño, el
mayor error de mi vida. ¿Estaba cometiéndolo otra vez?
¡No! Mierda, no estaba haciendo nada malo, Simon no era uno cualquiera,
Simon quería algo conmigo, le importaba, le importaba más que a Michael, más
que a Nicholas…
Nicholas.
Su rostro se me apareció en la mente, sus malditos ojos celestes que me
miraban como si fuese el mismísimo diablo, sus labios, su forma de besarme
como si no hubiera un mañana, su forma de aplastarme contra la cama queriendo
sentirme con tanta desesperación que a veces me dejaba incluso sin respiración.
Las manos que ahora mismo intentaban desnudarme no eran las suyas, nunca
serían las suyas y no estaba segura de saber si algún día iba a poder olvidarme de
su contacto, si iba a poder disfrutar con cualquier otro hombre.
Casi sufriendo un ataque de histeria y de pánico, aparté a Simon de un
empujón y me puse de pie de un salto.
—Lo siento… no puedo hacerlo —me disculpé abrochándome el pantalón y
buscando la salida como un animal enjaulado, pero así es como me sentía,
enjaulada, era prisionera de mis propios sentimientos.
—Noah, espera, lo siento, si no estás lista…
—Tengo que irme —dije ignorándolo y saliendo por la puerta que había al
otro lado. Salí al salón y encontré mi camiseta tirada de cualquier forma en el suelo de la cocina. Fui hasta allí, la cogí y me la metí por la cabeza casi con
violencia.
Simon me cogió entonces por los brazos, obligándome a mirarlo.
—¿Me puedes decir qué está pasando? —me espetó entonces, entre
preocupado y molesto—. ¿Es por Leister? Porque si es por él, ya te digo yo que
me importan una mierda sus normas de empresa. ¿Me oyes?
Negué con la cabeza y me enjugué una lágrima con el dorso de la mano.
—Ahora mismo solo necesito irme a casa —comenté intentando controlar lo
perdida que me sentía.
Simon se irguió, me observó durante unos instantes y luego asintió con la
cabeza.
—Está bien —convino suspirando profundamente—. Cualquier cosa,
llámame, ¿de acuerdo?
Asentí sintiendo lástima por él, no se merecía eso, no se merecía tener que
lidiar con alguien como yo. Sintiéndome culpable me acerqué a él y le di un
ligero beso en la mejilla antes de coger mi bolso y salir sin mirar atrás.
Nicholas diez, Noah menos cinco.