Culpa nuestra

Capítulo 32

NICK 
No fui detrás de ella cuando salió dando un portazo de la sala de juntas, no 
era el mejor momento, bien sabía yo que había sacado las cosas de quicio. Me 
había comportado como un auténtico cabrón, pero pensar en Noah haciendo lo 
que hacía conmigo con otro me enfurecía, y me enfurecía de una manera que me 
hacía cuestionarme mi juicio. Sabía que yo mismo la había empujado a pasar 
página y sabía que eso quería decir que tendría que dejarla rehacer su vida con 
otro, pero desde que la había visto con Simon no dejaba de preguntarme si no me 
estaba equivocando. 
Me pasé la noche dándole vueltas a esa idea y al día siguiente esperé 
impaciente el momento para poder hablar a solas con ella. Para mi sorpresa, fue 
Noah quien decidió presentarse en mi despacho. 
Ni siquiera llamó a la puerta, cosa que solo consiguió avivar mis ganas de 
besarla. La observé de arriba abajo sin disimulo. Los pantalones que llevaba se 
le adherían al cuerpo como una segunda piel y la camiseta, aunque elegante, se 
le ajustaba demasiado a esas bonitas curvas que yo tan bien conocía. Sus mejillas 
estaban sonrojadas y sus labios, gruesos y un poco hinchados. Solo me bastó una 
mirada rápida para darme cuenta de que se había pasado la noche llorando. 
En la mano llevaba un papel y se acercó hasta dejarlo encima de mi mesa. 
—Mi carta de dimisión. Como soy medio becaria, no hace falta que dé dos 
semanas para que encuentres a alguien. Simon puede arreglárselas solo hasta que 
decidáis poner a otra persona, si es que os interesa poner a alguien —dijo sin 
mirarme a los ojos. 
«¡Mierda!» 
Me levanté y cuando fui hacia ella, se volvió con la clara intención de 
marcharse corriendo. Estiré el brazo y tiré de su muñeca en mi dirección. 
—Espera, joder —le ordené entre dientes. Me apoyé en la mesa para no tener 
que inclinarme para mirarla a los ojos y ella apretó con fuerza los labios, se soltó 
de un tirón y cruzó los brazos bajo el pecho—. No dejes el trabajo, Noah, no era 
mi intención que lo hicieras. 
—Quiero dejarlo… necesito dejarlo —dijo mirándome fijamente. 
—¿Por qué? ¿Por qué vas a querer dejar un trabajo que te da más ingresos 
que cualquier otro que puedas encontrar? ¿De verdad prefieres quedarte sin un buen sueldo por un idiota como Simon? Te recordaba más lista. 
—Es por ti, Nicholas, no quiero volver a verte, por eso me voy. 
—Espera, espera un segundo —le pedí apresurándome a cogerle la mano y 
que no siguiese alejándose. 
Observé por unos instantes sus bonitos ojos de color miel y mi mente 
empezó a contar las pecas que tenía en la nariz, aunque ya sabía cuántas tenía: en 
total eran veintiocho, veintiocho pecas solo en la nariz… No quería dejar de ver 
esas pecas, no quería tener que dejar de verla. 
—Creo que no hemos llevado esto demasiado bien, ¿no crees? 
Noah miró al suelo un segundo para después volver a centrarse en mí. 
—Solo sabemos hacernos daño… y… yo… —Sus ojos se humedecieron y 
observé cómo se mordía el labio con fuerza; no quería echarse a llorar ante mí, 
pero la conocía tan bien que era cuestión de segundos que terminase perdiendo 
el control—. Yo necesito superar esto. 
Su voz salió en un susurro que solo yo, que estaba frente a ella, pude 
escuchar con claridad. 
Instintivamente tiré de ella y la envolví entre mis brazos. Enterré mi rostro en 
su cuello y aspiré el aroma a fresa que desprendía su piel… 
—Te echo tanto de menos… —confesó entonces contra mi pecho, y sus 
palabras fueron como puñaladas en mi alma. 
Sin decir nada, le aferré el pelo con mi puño cerrado, tiré de ella hacia atrás y 
le robé un beso, un beso que necesitaba en ese momento, un beso que tenía que 
darle antes de decirle lo que tenía que decirle. No fue un beso profundo, no fue 
un beso que buscaba algo más que simple cariño, amor y añoranza. Mis labios 
apretaron los suyos y sellaron una especie de promesa. 
—No hay nada que podamos hacer para cambiar lo que pasó —le dije 
admirando su rostro y deteniéndome en cada detalle—. Y me gustaría pensar que 
algún día la rabia que tengo dentro va a desaparecer, espero que lo haga, Noah, 
de verdad que sí, pero ahora mismo parece algo imposible. 
Ella se quedó escuchando atentamente mis palabras. 
—Nunca vas a perdonarme por lo que hice, ¿verdad? —pregunté con la voz 
temblorosa. 
—De todas las cosas que podrías haber hecho… engañarme era lo único que 
podía acabar con lo nuestro. 
A día de hoy, después de tanto tiempo, solo pensar en ello me causaba un 
dolor insoportable. 
—Lo sé… —convino enjugándose la mejilla con los dedos. 
Nos quedamos sumidos en un silencio extraño, un silencio que no resultó incómodo pero que parecía ser el preludio de una decisión importante. Y había 
algo que necesitaba, algo que me rondaba la cabeza desde hacía tiempo y que no 
era capaz de olvidar. 
—Noah… lo que pasó en casa de mi padre… 
Noah se apresuró a interrumpirme. 
—Te arrepientes, lo sé, no hace falta que me lo digas. 
—No me arrepiento, todo lo contrario, creo que fue una buena forma de 
terminar, ¿no crees? Quise hablar contigo y preguntarte si estabas bien, pero 
desapareciste y tampoco cogiste mis llamadas… Al final comprendí que era 
mejor así. 
La luz que entraba por la ventana se reflejó en sus ojos cuando levantó la 
mirada buscándome. Me hubiese gustado ver otra cosa en ellos y no el dolor que 
parecía tan profundo como el mío. ¿Cómo podíamos sufrir tanto estando juntos y 
también estando separados? 
—Me voy esta tarde… y no estoy seguro de cuándo regresaré. Puedes estar 
tranquila de que no volveré a tocarte, Noah. 
Noah respiró profundamente, como si intentase que el aire en sus pulmones 
la ayudase a evitar lo que se veía claramente en sus ojos humedecidos. 
—Lo peor de todo es que a pesar de lo que ha pasado yo no quiero que te 
vayas —afirmó intentando controlarse. Mi mano volvió a actuar por sí sola y mis 
dedos le acariciaron la mejilla. Sus ojos se cerraron un segundo para después 
posarse en mi muñeca. 
Antes de que pudiese hacer nada, me la sujetó entre sus dedos y la hizo girar, 
de modo que el tatuaje que me había hecho año y medio atrás quedase al 
descubierto. Me miró un segundo y juntos nos trasladamos a aquella noche en 
especial… la misma en la que Noah se había entretenido escribiendo palabras de 
amor sobre mi piel. 
«Eres mío», había escrito y yo había corrido a tatuármelo, como si esas 
palabras grabadas para siempre en mi piel las hubiesen convertido en una 
realidad. Sin previo aviso Noah posó sus labios justo encima del tatuaje y toda 
mi piel vibró como si me hubiesen dado una descarga eléctrica. Lo peor de todo 
es que lo noté, noté cómo el muro empezaba a derrumbarse y empecé a sentir 
miedo… miedo de volver a caer, de volver a cometer el mismo error; miedo de 
estar expuesto otra vez, de volver a notarme sin el dominio que tanto tiempo me 
había costado conseguir. 
«Vas a arrepentirte de haberlo hecho, lo sé, vas a arrepentirte y entonces me 
odiarás porque eso va a hacer que te acuerdes de mí, incluso cuando no quieras 
hacerlo.» 
Las palabras que Noah me había dicho tras descubrir que me había hecho el tatuaje acudieron a mi mente como si hubiesen sido pronunciadas justo el día 
anterior. Incluso entonces pareció que sabía que lo que decía iba a terminar 
siendo cierto. 
—Tengo que irme. 
Iba a rodearla para marcharme, iba a salir por esa puerta y no regresar hasta 
que fuera estrictamente necesario, pero Noah pareció entrar en pánico y sus 
manos se aferraron a mis brazos con fuerza. 
—No, no, no, no —empezó a repetir mientras las lágrimas le impedían ver 
nada, sus ojos estaban tan hinchados que el color miel se había convertido en un 
elixir líquido y fundido que intentaba con todas sus fuerzas impedir algo 
imposible—. Por favor… por favor, volvamos a intentarlo, volvamos a 
intentarlo, Nicholas —me rogó clavándome las uñas en la piel. 
Apreté la mandíbula con fuerza, no quería eso. ¡Maldita sea!, ¿por qué tenía 
que hacerlo todo más complicado? 
—No es cuestión de intentar nada, Noah, lo que pasó terminó con lo nuestro. 
—Sé que puedes volver a quererme… lo sé, no quieres a Sophia, me quieres 
a mí, solo a mí, ¿recuerdas? Dijiste que me amarías siempre, pasara lo que 
pasase; no te lo he pedido porque esperaba que el tiempo nos curase, pero no lo 
ha hecho y eso solo puede significar una cosa. Ahora sí que lo hago, te pido que 
nos des otra oportunidad. 
—No me pidas algo que no puedo darte —la corté cogiéndola de las 
muñecas y apartándola de mí. Le retuve las manos con fuerza, suspendidas entre 
ambos, y la miré fijamente para que entendiera lo que iba a decirle—. Yo no 
puedo amar a nadie… ese barco ya zarpó, ¿entiendes? Me abrí a ti en su 
momento, siendo consciente de que iba en contra de todos mis instintos; lo 
intenté, de veras que lo intenté, pero ni estoy hecho para amar, ni soy alguien que 
pueda ser amado, y eso tú lo dejaste muy claro. 
—Yo te amo —declaró en un susurro, mirándome a los ojos. No quise pensar 
lo que ambos desde fuera podíamos parecer, tan llenos de malas experiencias y 
malas relaciones, no sabíamos lo que era amar, ninguno de los dos, porque 
habíamos sido golpeados a edades muy tempranas y habíamos terminado por 
hacer lo mismo a quienes intentaban acercarse. 
—Tú no me amas, Noah… Cogiste la única arma que podía derrotarme y 
apretaste el gatillo. 
—Estoy aquí, ¡sigo aquí, y tú también! Apenas puedes permanecer alejado 
de mí, eso significa algo, ¡tiene que significar algo! Después de un año no 
podemos evitar buscarnos el uno al otro… ¿De verdad quieres que termine con 
otro? 
¡Piénsalo, Nicholas, porque si te marchas, si te marchas dejándome otra vez, cuando vuelvas puede que yo ya no esté! 
—¿Eso se supone que es una amenaza? 
La simple mención de Noah con otro me sacaba de mis casillas. 
—Te he esperado, llevo esperándote desde que rompimos, ha pasado casi un 
año y medio y sigo esperando que vuelvas a mí, y lo haces pero a medias. No 
puedo soportarlo, ahora o nunca, Nicholas, porque si te marchas, si vuelves a 
dejarme atrás, tú y yo habremos acabado para siempre. 
El silencio se apoderó de la habitación y vi en sus ojos la incredulidad y la 
decepción. Respiré hondo antes de abrir la boca para hablar. 
—Adiós, Noah —dije sintiendo un dolor horrible en el pecho. 
Noah se apartó de mí como si mis palabras la hubiesen quemado. Sabía a lo 
que renunciaba si me marchaba por esa puerta, pero no podía darle lo que ella 
necesitaba de mí. Dio un paso hacia atrás y la tristeza dejó paso a algo más, algo 
más oscuro, más difícil de descifrar. 
—Adiós, Nicholas. 
Se marchó sin mirar atrás, y yo seguí el mismo camino.




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