NICK
No fui detrás de ella cuando salió dando un portazo de la sala de juntas, no
era el mejor momento, bien sabía yo que había sacado las cosas de quicio. Me
había comportado como un auténtico cabrón, pero pensar en Noah haciendo lo
que hacía conmigo con otro me enfurecía, y me enfurecía de una manera que me
hacía cuestionarme mi juicio. Sabía que yo mismo la había empujado a pasar
página y sabía que eso quería decir que tendría que dejarla rehacer su vida con
otro, pero desde que la había visto con Simon no dejaba de preguntarme si no me
estaba equivocando.
Me pasé la noche dándole vueltas a esa idea y al día siguiente esperé
impaciente el momento para poder hablar a solas con ella. Para mi sorpresa, fue
Noah quien decidió presentarse en mi despacho.
Ni siquiera llamó a la puerta, cosa que solo consiguió avivar mis ganas de
besarla. La observé de arriba abajo sin disimulo. Los pantalones que llevaba se
le adherían al cuerpo como una segunda piel y la camiseta, aunque elegante, se
le ajustaba demasiado a esas bonitas curvas que yo tan bien conocía. Sus mejillas
estaban sonrojadas y sus labios, gruesos y un poco hinchados. Solo me bastó una
mirada rápida para darme cuenta de que se había pasado la noche llorando.
En la mano llevaba un papel y se acercó hasta dejarlo encima de mi mesa.
—Mi carta de dimisión. Como soy medio becaria, no hace falta que dé dos
semanas para que encuentres a alguien. Simon puede arreglárselas solo hasta que
decidáis poner a otra persona, si es que os interesa poner a alguien —dijo sin
mirarme a los ojos.
«¡Mierda!»
Me levanté y cuando fui hacia ella, se volvió con la clara intención de
marcharse corriendo. Estiré el brazo y tiré de su muñeca en mi dirección.
—Espera, joder —le ordené entre dientes. Me apoyé en la mesa para no tener
que inclinarme para mirarla a los ojos y ella apretó con fuerza los labios, se soltó
de un tirón y cruzó los brazos bajo el pecho—. No dejes el trabajo, Noah, no era
mi intención que lo hicieras.
—Quiero dejarlo… necesito dejarlo —dijo mirándome fijamente.
—¿Por qué? ¿Por qué vas a querer dejar un trabajo que te da más ingresos
que cualquier otro que puedas encontrar? ¿De verdad prefieres quedarte sin un buen sueldo por un idiota como Simon? Te recordaba más lista.
—Es por ti, Nicholas, no quiero volver a verte, por eso me voy.
—Espera, espera un segundo —le pedí apresurándome a cogerle la mano y
que no siguiese alejándose.
Observé por unos instantes sus bonitos ojos de color miel y mi mente
empezó a contar las pecas que tenía en la nariz, aunque ya sabía cuántas tenía: en
total eran veintiocho, veintiocho pecas solo en la nariz… No quería dejar de ver
esas pecas, no quería tener que dejar de verla.
—Creo que no hemos llevado esto demasiado bien, ¿no crees?
Noah miró al suelo un segundo para después volver a centrarse en mí.
—Solo sabemos hacernos daño… y… yo… —Sus ojos se humedecieron y
observé cómo se mordía el labio con fuerza; no quería echarse a llorar ante mí,
pero la conocía tan bien que era cuestión de segundos que terminase perdiendo
el control—. Yo necesito superar esto.
Su voz salió en un susurro que solo yo, que estaba frente a ella, pude
escuchar con claridad.
Instintivamente tiré de ella y la envolví entre mis brazos. Enterré mi rostro en
su cuello y aspiré el aroma a fresa que desprendía su piel…
—Te echo tanto de menos… —confesó entonces contra mi pecho, y sus
palabras fueron como puñaladas en mi alma.
Sin decir nada, le aferré el pelo con mi puño cerrado, tiré de ella hacia atrás y
le robé un beso, un beso que necesitaba en ese momento, un beso que tenía que
darle antes de decirle lo que tenía que decirle. No fue un beso profundo, no fue
un beso que buscaba algo más que simple cariño, amor y añoranza. Mis labios
apretaron los suyos y sellaron una especie de promesa.
—No hay nada que podamos hacer para cambiar lo que pasó —le dije
admirando su rostro y deteniéndome en cada detalle—. Y me gustaría pensar que
algún día la rabia que tengo dentro va a desaparecer, espero que lo haga, Noah,
de verdad que sí, pero ahora mismo parece algo imposible.
Ella se quedó escuchando atentamente mis palabras.
—Nunca vas a perdonarme por lo que hice, ¿verdad? —pregunté con la voz
temblorosa.
—De todas las cosas que podrías haber hecho… engañarme era lo único que
podía acabar con lo nuestro.
A día de hoy, después de tanto tiempo, solo pensar en ello me causaba un
dolor insoportable.
—Lo sé… —convino enjugándose la mejilla con los dedos.
Nos quedamos sumidos en un silencio extraño, un silencio que no resultó incómodo pero que parecía ser el preludio de una decisión importante. Y había
algo que necesitaba, algo que me rondaba la cabeza desde hacía tiempo y que no
era capaz de olvidar.
—Noah… lo que pasó en casa de mi padre…
Noah se apresuró a interrumpirme.
—Te arrepientes, lo sé, no hace falta que me lo digas.
—No me arrepiento, todo lo contrario, creo que fue una buena forma de
terminar, ¿no crees? Quise hablar contigo y preguntarte si estabas bien, pero
desapareciste y tampoco cogiste mis llamadas… Al final comprendí que era
mejor así.
La luz que entraba por la ventana se reflejó en sus ojos cuando levantó la
mirada buscándome. Me hubiese gustado ver otra cosa en ellos y no el dolor que
parecía tan profundo como el mío. ¿Cómo podíamos sufrir tanto estando juntos y
también estando separados?
—Me voy esta tarde… y no estoy seguro de cuándo regresaré. Puedes estar
tranquila de que no volveré a tocarte, Noah.
Noah respiró profundamente, como si intentase que el aire en sus pulmones
la ayudase a evitar lo que se veía claramente en sus ojos humedecidos.
—Lo peor de todo es que a pesar de lo que ha pasado yo no quiero que te
vayas —afirmó intentando controlarse. Mi mano volvió a actuar por sí sola y mis
dedos le acariciaron la mejilla. Sus ojos se cerraron un segundo para después
posarse en mi muñeca.
Antes de que pudiese hacer nada, me la sujetó entre sus dedos y la hizo girar,
de modo que el tatuaje que me había hecho año y medio atrás quedase al
descubierto. Me miró un segundo y juntos nos trasladamos a aquella noche en
especial… la misma en la que Noah se había entretenido escribiendo palabras de
amor sobre mi piel.
«Eres mío», había escrito y yo había corrido a tatuármelo, como si esas
palabras grabadas para siempre en mi piel las hubiesen convertido en una
realidad. Sin previo aviso Noah posó sus labios justo encima del tatuaje y toda
mi piel vibró como si me hubiesen dado una descarga eléctrica. Lo peor de todo
es que lo noté, noté cómo el muro empezaba a derrumbarse y empecé a sentir
miedo… miedo de volver a caer, de volver a cometer el mismo error; miedo de
estar expuesto otra vez, de volver a notarme sin el dominio que tanto tiempo me
había costado conseguir.
«Vas a arrepentirte de haberlo hecho, lo sé, vas a arrepentirte y entonces me
odiarás porque eso va a hacer que te acuerdes de mí, incluso cuando no quieras
hacerlo.»
Las palabras que Noah me había dicho tras descubrir que me había hecho el tatuaje acudieron a mi mente como si hubiesen sido pronunciadas justo el día
anterior. Incluso entonces pareció que sabía que lo que decía iba a terminar
siendo cierto.
—Tengo que irme.
Iba a rodearla para marcharme, iba a salir por esa puerta y no regresar hasta
que fuera estrictamente necesario, pero Noah pareció entrar en pánico y sus
manos se aferraron a mis brazos con fuerza.
—No, no, no, no —empezó a repetir mientras las lágrimas le impedían ver
nada, sus ojos estaban tan hinchados que el color miel se había convertido en un
elixir líquido y fundido que intentaba con todas sus fuerzas impedir algo
imposible—. Por favor… por favor, volvamos a intentarlo, volvamos a
intentarlo, Nicholas —me rogó clavándome las uñas en la piel.
Apreté la mandíbula con fuerza, no quería eso. ¡Maldita sea!, ¿por qué tenía
que hacerlo todo más complicado?
—No es cuestión de intentar nada, Noah, lo que pasó terminó con lo nuestro.
—Sé que puedes volver a quererme… lo sé, no quieres a Sophia, me quieres
a mí, solo a mí, ¿recuerdas? Dijiste que me amarías siempre, pasara lo que
pasase; no te lo he pedido porque esperaba que el tiempo nos curase, pero no lo
ha hecho y eso solo puede significar una cosa. Ahora sí que lo hago, te pido que
nos des otra oportunidad.
—No me pidas algo que no puedo darte —la corté cogiéndola de las
muñecas y apartándola de mí. Le retuve las manos con fuerza, suspendidas entre
ambos, y la miré fijamente para que entendiera lo que iba a decirle—. Yo no
puedo amar a nadie… ese barco ya zarpó, ¿entiendes? Me abrí a ti en su
momento, siendo consciente de que iba en contra de todos mis instintos; lo
intenté, de veras que lo intenté, pero ni estoy hecho para amar, ni soy alguien que
pueda ser amado, y eso tú lo dejaste muy claro.
—Yo te amo —declaró en un susurro, mirándome a los ojos. No quise pensar
lo que ambos desde fuera podíamos parecer, tan llenos de malas experiencias y
malas relaciones, no sabíamos lo que era amar, ninguno de los dos, porque
habíamos sido golpeados a edades muy tempranas y habíamos terminado por
hacer lo mismo a quienes intentaban acercarse.
—Tú no me amas, Noah… Cogiste la única arma que podía derrotarme y
apretaste el gatillo.
—Estoy aquí, ¡sigo aquí, y tú también! Apenas puedes permanecer alejado
de mí, eso significa algo, ¡tiene que significar algo! Después de un año no
podemos evitar buscarnos el uno al otro… ¿De verdad quieres que termine con
otro?
¡Piénsalo, Nicholas, porque si te marchas, si te marchas dejándome otra vez, cuando vuelvas puede que yo ya no esté!
—¿Eso se supone que es una amenaza?
La simple mención de Noah con otro me sacaba de mis casillas.
—Te he esperado, llevo esperándote desde que rompimos, ha pasado casi un
año y medio y sigo esperando que vuelvas a mí, y lo haces pero a medias. No
puedo soportarlo, ahora o nunca, Nicholas, porque si te marchas, si vuelves a
dejarme atrás, tú y yo habremos acabado para siempre.
El silencio se apoderó de la habitación y vi en sus ojos la incredulidad y la
decepción. Respiré hondo antes de abrir la boca para hablar.
—Adiós, Noah —dije sintiendo un dolor horrible en el pecho.
Noah se apartó de mí como si mis palabras la hubiesen quemado. Sabía a lo
que renunciaba si me marchaba por esa puerta, pero no podía darle lo que ella
necesitaba de mí. Dio un paso hacia atrás y la tristeza dejó paso a algo más, algo
más oscuro, más difícil de descifrar.
—Adiós, Nicholas.
Se marchó sin mirar atrás, y yo seguí el mismo camino.