Culpa nuestra

Capítulo 39

NOAH 
Pedí un taxi en cuanto Nick salió por la puerta y dos horas más tarde estaba 
rodeada de cajas sin abrir y metida en la cama comiéndome un tazón de cereales 
que había podido encontrar después de mucho buscar. No tenía leche ni nada en 
la nevera pero al menos estaba sola, por fin después de tantas semanas viviendo 
con Jenna. 
No sabía en qué había estado pensando para irme con Nicholas, como si las 
cosas fuesen a ir como antes. Lo que había ocurrido entre los dos no podía 
desaparecer así sin más, daba igual que estuviese embarazada, daba igual que él 
fuese el padre, lo que había insinuado en esa habitación de hotel iba a perdurar 
en mis recuerdos mucho más tiempo que cualquier cosa que pudiese haberme 
dicho en el pasado. 
¿Cómo podía siquiera creer que podía ser tan rastrera como para tenderle una 
trampa con lo del bebé? ¿Cómo se había atrevido a insinuar que me lo quitaría 
cuando naciera? 
No quería ni verlo, si ya de por sí las cosas estaban mal ahora todo había 
pasado a un nuevo nivel. Intenté tranquilizarme, no quería estresar a Mini Yo y 
aunque me costó mucho, al final conseguí dormirme, al menos hasta que a eso 
de las cinco de la madrugada mi teléfono empezó a vibrar enfurecido. 
No pensaba hablar con él. ¡Joder!, ¿ahora se había enterado de que me había 
marchado? ¿Qué demonios había estado haciendo toda la noche? 
Mejor ni preguntaba. 
Le mandé un simple mensaje. 
Déjame en paz. 
Y lo hizo… al menos por un rato. 
A la mañana siguiente se presentó en el apartamento. Supongo que Jenna no 
había querido darle mi dirección hasta que no fuese una hora razonable, pero me 
hubiese gustado que lo hubiese consultado primero conmigo. Estaba harta de que 
ella y Lion se metiesen donde nadie los llamaba. 
Cuando abrí la puerta me lo encontré con dos vasos de cartón y una bolsa del Starbucks. Iba vestido de traje, y tenía el ojo morado, una herida en el pómulo 
izquierdo y el labio partido. La combinación era ridícula. Parecía un macarra 
haciéndose pasar por empresario. 
—¿Puedo pasar? 
Me crucé de brazos. No, no quería que pasase, pero teníamos que hablar. 
Le di la espalda y me fui hasta la cama. Odiaba tener que jugar en 
desventaja, odiaba tener que meterme en la cama mientras estaba ahí, imponente 
como si él fuese un adulto y yo una niña. 
—Con que vuelves a meterte en peleas… eso será un punto a mi favor 
cuando nos peleemos por la custodia del niño en los juzgados. 
—Basta, Noah —me cortó dejando las bebidas y la bolsa sobre la encimera 
de mi pequeña cocina—. Sabes que no lo decía en serio. 
—Me pareciste muy decidido cuando dejaste claro que yo no voy a ser capaz 
de cuidar a este bebé. 
Nicholas se pasó la mano por la cara y pasó a fijarse en la casa. Sentí 
vergüenza por el desorden en que estaba todo. Mi loft era lo menos apropiado 
para criar a un niño y estaba segura de que eso era justamente lo que Nicholas 
estaba pensando en ese momento. 
—Tú podrías cuidar de ese bebé aunque te faltasen dos manos, Noah — 
afirmó cogiendo el vaso de cartón y acercándose hasta mi cama—. Es chocolate 
caliente. 
Acepté la bebida a regañadientes, ya que me moría de hambre. 
—No quiero volver a escuchar de tu boca que vas a quitarme al bebé, ¿me 
has oído? —dije más seria que en toda mi vida. 
—Yo nunca haría eso… Joder, ¿por quién me tomas? 
Negué con la cabeza, no podía ni mirarlo, no quería ni tenerlo enfrente. Me 
había vuelto a hacer daño, había metido el dedo en la llaga y me había dado 
donde más me dolía, donde más miedo sentía, y era el no poder sacar a Mini Yo 
adelante. 
Se sentó a mi lado en la cama. 
—Noah, mírame —me pidió con voz firme. 
Me negué a hacerlo, sobre todo porque sentía que si lo hacía me echaría a 
llorar como una magdalena y lo último que quería parecer en ese momento era 
débil. 
Me cogió la barbilla entre sus dedos y me obligó a clavar mi mirada en la 
suya. 
—Siento todo lo que dije ayer —me dijo mientras su dedo me acariciaba la 
barbilla—. Voy a estar aquí por ti. 
—No es lo que quieres —repuse con la voz temblorosa.

Yo había querido con toda mi alma volver a estar con él, formar una familia 
y empezar de cero, pero él me había dejado muy claro que eso era imposible. 
Ahora estaba embarazada, y sí, las cosas cambiaban. Ahora tenía que mirar 
por Mini Yo, no por mí, y eso implicaba volver a meterme en la vida de Nicholas 
Leister, por mucho que él hubiese intentado echarme. 
Iba a tener que tragarme mis sentimientos, iba a tener que fingir que todo 
podía volver a ser como antes… eso es lo que quedaba. Protagonizar la mejor 
película de la historia. Y Nick también lo sabía. 
—Vuelve al hotel conmigo —me pidió limpiándome una lágrima de mi 
mejilla. 
Hubiese dado lo que fuera por no tener que hacer reposo, por poder ser 
independiente y no tener que necesitar a nadie, pero no era el caso, lo necesitaba, 
al menos hasta que el médico me dijera que el bebé no corría peligro. 
Así que acepté, me fui otra vez con él al hotel. Cuando llegamos, Nicholas 
me ayudó a instalarme de nuevo y se excusó diciendo que tenía que hacer 
algunas cosas en las oficinas de LRB. Lo notaba extraño, ambos lo estábamos, 
no parecíamos nosotros mismos, por lo que agradecí que se marchara. El resto 
del día hasta entrada la noche lo pasé metida en la cama leyendo Cumbres 
borrascosas. Nunca me había gustado mucho esa novela —los personajes 
estaban demasiado atormentados y el argumento era en exceso dramático para 
mi gusto—, pero algo me había hecho querer volver a leerla. Al final la dejé 
sobre la mesilla e intenté dormir. No tenía noticias de Nicholas y aunque me 
dolió que no me hubiese llamado en todo el día para saber cómo estaba, también 
comprendí que él todavía no tenía ni idea de lo que ocurría con Mini Yo. Todo 
había pasado tan rápido que ni siquiera me había preguntado el motivo por el 
cual necesitaba estar en reposo. Solo hacía día y medio desde que se había 
enterado, pero el hecho de que no nos hubiésemos sentado a hablar de verdad 
indicaba lo muy afectado que en realidad debía de estar. Cerré los ojos y dejé 
que el sueño se apoderase de mí.




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