NICK
Supongo que eso que dicen que cuando estás a punto de morir toda tu vida
pasa delante de tus ojos como una proyección de diapositivas es verdad…
aunque no técnicamente. Yo solo vi una cosa: Noah.
Que Noah era mi vida no era algo que tuviera que plantearme, lo era, tan
simple como eso. Las imágenes que desfilaron ante mis ojos no fueron los
mejores momentos de mi vida, sino los de nuestra vida, y no la vida que
habíamos compartido hasta entonces, no. No vi esos momentos llenos de
altibajos, ni la ruptura, ni los engaños, ni las peleas…, sino todo lo contrario: vi
mi vida con ella.
Nos vi juntos caminando por la playa, nos vi celebrando los cumpleaños de
nuestro hijo, la vi a ella, preciosa y radiante, esperándome cada noche en la cama
para colmarme de besos y atenciones. La vi quedándose embarazada otra vez, y
en esa ocasión estando más preparados que nunca, sin sorpresas, sin miedos ni
inseguridades. La vi conmigo en la cocina, discutiendo para luego comernos a
besos allí mismo, sobre la encimera. La vi llorando, riendo, sufriendo y
creciendo. Vi su vida ante mis ojos, su vida conmigo… y me encantó.
Y entonces me pregunté: «¿Por qué estoy viendo esto? ¿Por qué siento que
me están dejando ver eso que nunca voy a llegar a tener?». Sentí un agujero en el
pecho, un vacío recorrerme por entero…
No.
Ni de coña.
Aún no era mi momento.