NICK
Abrí los ojos sin siquiera darme cuenta. Había estado sumido en una
oscuridad profunda, una oscuridad a la que me llegaban sonidos atenuados y
frases inconexas que me moría por ordenar y comprender, y de repente estaba
mirando con total claridad la habitación de hospital. Los pitidos de las máquinas
que me rodeaban se habían convertido en la banda sonora de los últimos días, los
ruidos de las máquinas y la dulce voz de una chica cuyas palabras me habían
acunado como si se tratase de una nana para hacerme dormir.
Abrí los ojos buscando esa voz, necesitando esa voz, pero lo que me
encontré fue a alguien totalmente diferente.
—¡Oh, Dios mío, Nick! —gritó Sophia a mi lado, y no pude evitar hacer una
mueca de dolor. Sentía como si la cabeza me fuese a estallar—. Llamaré a un
médico —dijo y salió corriendo de la habitación.
Parpadeé varias veces intentando habituarme a la luz vespertina que entraba
por la ventana. La habitación en la que estaba era pequeña, con apenas espacio
para un sofá minúsculo, la cama y un televisor. Intenté incorporarme, pero noté
un pinchazo de dolor en el brazo que me hizo replantearme cualquier
movimiento.
Un segundo después Sophia regresó acompañada del médico. Dejé que me
examinara, que me informaran sobre mi estado y mientras intentaba prestar
atención a lo que me decían solo pude formular una pregunta, una pregunta que
de súbito me puso tenso, inquieto, nervioso…
—¿Dónde está Noah? —dije haciendo el amago de levantarme de la cama y
arrepintiéndome al instante. Un dolor insoportable me recorrió las costillas, fue
como si me estuviesen quemando vivo por dentro.
Joder.
Sophia me empujó con cuidado hasta hacerme recostar sobre las almohadas.
¿Qué hacía Sophia allí?
—Noah está en tu apartamento, descansando, creo.
Respiré hondo intentando calmar mi ansiedad. Miré hacia abajo, hacia mis
costillas vendadas y luego me di cuenta de cómo mi brazo entero estaba vendado
e inmovilizado contra mi pecho, impidiéndome hacer ningún tipo de
movimiento.—Hijo de puta —solté pensando en quienquiera que me hubiera disparado
—.
¿Dónde está Steve? Joder, necesito levantarme, necesito…
—No puedes, Nicholas —dijo Sophia y esta vez al fijarme mejor en ella vi
que sus ojos estaban hinchados y rojos. Llevaba el pelo recogido en un moño
alto y vestía unos vaqueros y una simple camiseta blanca—. Tienes que hacer
reposo; por favor, quédate quieto.
Me recliné procurando mantener la calma. Si Noah estaba descansando
significaba que estaba bien, ¿no? Steve seguro que estaba con ella…
Mis ojos volvieron a fijarse en la chica que me observaba con una mezcla de
alivio, alegría y añoranza. Recordé el momento en que le dije que lo nuestro
había terminado. De todas las chicas con las que había estado, Sophia había sido
la única a la que de verdad no quise hacer daño. A su manera me había ayudado
este último año, y aunque habíamos compartido mucho más que una amistad,
siempre supe que ambos no podíamos ser otra cosa más que eso: amigos.
Nada ni nadie podía causarme lo que Noah conseguía hacerle a mi cuerpo y
corazón con una simple mirada, y eso Sophia siempre lo supo.
—¿Qué haces aquí, Soph? —pregunté mirándola a los ojos.
Ella se encogió de hombros y se limpió una lágrima que se deslizaba por su
mejilla izquierda.
—Necesitaba verte y saber que estabas bien… cuando por las noticias me
enteré de lo que te había pasado… —contestó acercándose hasta poder cogerme
de la mano con cuidado—. ¿Sabes cuándo te das cuenta que la relación que
tenías con un chico no ha sido ni siquiera una relación?
Me quedé callado observándola.
—Cuando absolutamente nadie de su familia coge el teléfono para
informarte de que ha tenido un accidente.
—Sophia, tú y yo…
—Lo sé, cortamos hace un mes, Nicholas, no lo he olvidado, pero
simplemente pensé…
Necesitaba acabar bien con Sophia, de veras, pero veía en sus ojos la
esperanza de algo, y debía desengañarla. Sophia seguía esperando que lo que
ocurrió con Noah volviese a afectarme tanto como para volver a dejarla, pero eso
se había terminado, ya no estábamos allí, habíamos avanzado, habíamos
madurado…
—Sophia, Noah está esperando un hijo mío —la informé con todo el tacto
que pude.
Sentí cómo la mano con la que sostenía la mía se congelaba y la soltó un
instante después. Supongo que tardó unos segundos en asimilarlo, segundos en los que cualquier atisbo de esperanza terminó por desaparecer.
—¿Por eso has vuelto con ella?
—He vuelto con ella porque la quiero —respondí con calma. No solo la
quería, la amaba más que a nada ni nadie, pero no se lo dije para no hacerle
daño.
Sophia asintió, la noté perdida como si lo que acababa de decirle fuese lo
último que había esperado escuchar salir de mi boca.
—¿Sabes? Por un momento pensé… que habías abierto los ojos porque
habías oído mi voz, por un instante creí ver…
Había abierto los ojos justamente porque la voz que necesitaba oír ya no
estaba. Los abrí desesperado por buscarla a ella, a Noah.
—Nunca fue mi intención hacerte daño, Sophia. Este último año contigo…
has sido la poca luz que alumbraba mis noches.
Sophia asintió, tomó aire y cuando volvió a mirarme supe que el mensaje
estaba claro. Sophia no era una niña a la que hubiese que explicarle las cosas, era
una mujer hecha y derecha, la única mujer de la que podría haberme enamorado
si no hubiese sido por que Noah entró en mi vida arrasando a su paso con todo lo
que había.
No me tensé cuando se inclinó para darme un casto beso en la comisura de
los labios.
—Me alegra saber que estás bien.
Asentí y observé cómo cogía sus cosas y se marchaba de la habitación. Otra
ventana se cerraba para dejarme abrir la puerta principal de la vida que quería
empezar con Noah.