Culpa nuestra

Capítulo 53

NOAH 
Sabía que aquello iba a terminar pasando, pero nunca creí que fuesen a venir 
a acosarme a mí. Era de Nick de quien querían hablar, pero en cuanto se supo 
que estaba esperando un bebé los periodistas me acosaron sin descanso. 
Nicholas estaba furioso, tanto que me insistió hasta la saciedad para que 
dejase mi apartamento y me llevó con él al suyo, por seguridad. Ya todo el 
mundo sabía que estaba embarazada, no había sido tan traumático el hecho de 
contárselo a mis amigos y profesores, pero no me sentía cómoda saliendo en las 
noticias. 
Al principio todo se centró en Nick, en que éramos hermanastros, en la 
historia de nuestros padres… Nuestras vidas se convirtieron en un circo con 
multitud de espectadores y ahora que ya lo habían contado todo sobre Nick, se 
dedicaban a sacarme a mí y hablar sobre mi aspecto, sobre la ropa que vestía… 
Era una completa locura. Casi me caigo de culo cuando nos vi a los dos 
juntos en la portada de una revista del corazón. El titular decía lo siguiente: «El 
soltero de oro, Nicholas Leister, por fin sienta la cabeza y será padre a la pronta 
edad de veinticinco años. ¿Son campanas de boda lo que vemos que se 
acercan?» 
No daba crédito. 
Llegué al apartamento más enfadada que nunca. No quería convertirme en un 
personaje público y menos que vendiesen mi vida como si se tratase de un 
maldito culebrón. 
Cuando salí del ascensor, busqué a Nick hasta que lo encontré metido en su 
pequeño gimnasio. Todo mi enfado se esfumó cuando lo vi sentado, sin 
camiseta, sudando y levantando una pesa con su brazo izquierdo, haciendo los 
ejercicios de recuperación que le había mandado el médico. 
Joder… ¿cómo no íbamos a ser noticia cuando ese hombre parecía recién 
salido de una maldita película de Hollywood? 
Lo observé embobada hasta que se percató de mi presencia. Sus labios 
sonrieron al verme, y dejó la pesa en el suelo, entre sus piernas. 
—Hola, pecas —me saludó cogiendo una toalla que había a su lado y 
limpiándose la cara y los brazos. 
Le hubiese dicho que no lo hiciera, que el sudor resbalando por sus abdominales marcados era una visión espectacular, pero me quedé quieta donde 
estaba hasta que él se levantó y vino a mi encuentro. 
—¿Todo bien? —me preguntó dándome un ligero beso en la mejilla. 
Eso era otra, algo que me ponía también de muy mal humor: ninguno de los 
dos nos tocábamos más allá de unos cuantos besos tiernos. Yo temía que él no 
quisiese hacer nada porque aún le dolían sus heridas, aunque si ya estaba 
capacitado para levantar pesas ¿qué le impedía hacerme todo eso que a mí se me 
pasaba por la cabeza cada noche que me acostaba a su lado? 
A lo mejor es que ya no le gustaba como antes: estaba gorda, la barriga ya se 
interponía entre los dos… Quizá ya no le resultaba atractiva, algo que solo de 
pensarlo me horrorizaba. 
Nick me colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y me observó con el 
ceño fruncido. 
—¿Qué te preocupa? —me preguntó mirándome con esos ojos que me 
volvían loca. 
Me entraron ganas de besarlo por todas partes, de tocarle ese estómago duro 
y fibroso, de que me empotrara contra esa pared y me hiciese el amor de una 
maldita vez. Pero me decanté por cerrar la boca. No iba a pedir algo que 
claramente él no quería darme. 
—Nada… estoy cansada, me voy a la ducha. —Me volví para salir de la 
habitación, pero Nick me retuvo por el brazo, escrutando mi rostro en busca de 
algún tipo de señal, de algún tipo de pista que le explicara qué demonios me 
pasaba. 
—¿Es por los periodistas? —me preguntó besándome suavemente debajo de 
la oreja. 
Cerré los ojos y me apoyé en la pared que había detrás. 
—No…, solo quiero ducharme y meterme en la cama. 
Su boca ahora pasó a besar mi frente. Con suavidad, con ternura. 
—Se cansarán de nosotros, Noah… Es cuestión de tiempo que acosen a otra 
pareja, esto es Hollywood, es solo cuestión de tiempo. 
Su mano me acarició el brazo de arriba abajo. 
Sentí rabia y detuve su caricia cogiéndolo por la muñeca. 
—Deja de tocarme como si fuese una maldita muñeca, Nicholas. 
Vi sus ojos abrirse por la sorpresa antes de zafarme de su agarre y salir al 
pasillo en dirección a la habitación. 
Miré la cama… Esa maldita cama donde seguramente le había hecho de todo 
a la maldita de Sophia Aiken y me cabreé aún más. 
Vale que ya no fuese atractiva para él, pero al menos podría disimularlo. 
Mientras cogía mi pijama del cajón, Nick se paró en la puerta de la habitación y se apoyó en el marco, observándome con el ceño fruncido. 
—¿A qué ha venido ese último comentario? 
—A nada —contesté queriendo desnudarme, pero sentía vergüenza de que 
me viese desnuda en mi estado. Noté cómo las lágrimas afloraban a mis ojos y 
me hice con todo mi autocontrol para evitar que cayesen, delatándome y 
haciéndome sentir aún más patética. 
—Noah… —empezó a decir separándose del marco, con la intención de 
acercarse a mí. 
—Mira, entiendo que ya no te resulte atractiva, ¿vale? Pero si no quieres 
hacer nada conmigo, tampoco te dediques a tratarme como si fuese tu maldita 
hermana pequeña, Nicholas. 
Fui a meterme en el baño, pero me cogió y me empujó contra la pared de la 
habitación. Sus manos se apoyaron a cada lado de mi cabeza y se inclinó para 
mirarme a los ojos. 
—¿De qué demonios estás hablando? —Me fijé en que mi último comentario 
le había afectado igual que a mí decírselo. 
Respiré hondo, intentando mantener mis hormonas controladas al tenerlo tan 
cerca, semidesnudo y tan increíblemente guapo. Volví a hablar. 
—Hablo de que no me has tocado ni una sola vez desde hace meses. Sé 
perfectamente que estoy enorme y que ya no te resulto atractiva, pero yo no soy 
de piedra, ¿sabes? ¡Te pones ahí a hacer pesas, esperándome semidesnudo como 
si yo ya no tuviese ojos, como si ya me hubiese convertido simplemente en una 
embarazada que solo piensa en pañales, cunas y bebés llorando! ¡Yo también 
tengo mis necesidades! ¿Lo habías pensado? ¡Mis hormonas están 
descontroladas y tú no qui…! 
Su boca me calló con un beso profundo. Cerré los ojos y todo lo que estaba 
diciendo se me evaporó de la cabeza. Su cuerpo me apretó contra la pared 
mientras su lengua salía al encuentro de la mía. Lo sentí duro contra mí y casi 
me derrito entre sus brazos. Se apartó un minuto después con la respiración 
agitada y echando chispas por los ojos. 
—Aún sigo sorprendiéndome por cómo funciona esa cabecita tuya, pecas, 
pero que insinúes siquiera que ya no me pones es un insulto que no te voy a 
permitir —afirmó separándose de mí—. Si no te he tocado desde que hemos 
vuelto es porque pensé que eras tú quien no querías y no al revés. 
Mi corazón se aceleró bajo mi pecho. 
—¿Por qué no iba a querer? —repuse temblando aún contra la pared—. He 
esperado a que te recuperaras, pero no has hecho nada que demostrase que 
tuvieses ganas, y eso nunca había pasado, Nicholas. 
—Joder, Noah… no te enteras de nada.




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