NOAH
Después de la fiesta nos pusimos las pilas para dejar el cuarto de Andrew
terminado. Nick me acompañó y juntos compramos todo lo que nos faltaba: el
cambiador, un carrito precioso que parecía más un robot mutante que un
carrito…
y miles de cosas más que no había sabido que existían hasta entonces y que
mi madre nos ayudó a elegir.
En la fiesta nos habían regalado de todo, cosas muy caras además, ventajas
de que todos nuestros amigos fuesen millonarios… Aún quedaba para que
naciese el bebé, pero sentía que necesitaba dejarlo todo bien atado, solo así iba a
poder relajarme como tanto me pedían que hiciese.
Yo no me reconocía a mí misma. Pasaba por baches emocionales que tenían
como loco a Nick, pero él aguantaba con bastante paciencia.
Había terminado por llamar a Charlie. Tenía que decirle que, aunque me
doliese, no podíamos seguir siendo amigos: mi relación con Nick era más
importante y no iba a echarla a perder. Como consideraba que no eran
conversaciones para tener por teléfono, cuando lo llamé le propuse que
quedáramos una tarde para tomarnos un café y él ofreció su casa. Me juró que
Michael no iba a estar presente y decidí pasarme.
Cuando Charlie me abrió la puerta sentí una alegría infinita y en un segundo
nos fundimos en un fuerte abrazo, un abrazo un poco complicado teniendo en
cuenta mi estado.
—Estás más atractiva que nunca —comentó tomándome el pelo. Puse los
ojos en blanco y entré en su casa. Los recuerdos de aquella noche me asaltaron
de repente y tuve que respirar hondo varias veces para tranquilizarme y disfrutar
de lo que había ido a hacer.
Charlie no se merecía lo que le había hecho, nunca debí dejar de hablarle,
pero las cosas tampoco estaban como para seguir como siempre. Después de
romper con Nicholas, yo cambié, para mal, y me encerré en mí misma. No
hubiese sido una buena amiga para él.
Me contó que había dejado la carrera y que había pasado cinco meses en un
centro de rehabilitación. Charlie era alcohólico, y me sentí mal al no haberme
enterado hasta esos momentos de que había recaído. Me dijo que nunca había estado mejor y que esos meses lo habían convertido en una persona nueva.
Todo fue genial hasta que no pudimos evitar tocar un tema en cuestión.
—Ya sé que no quieres ni oír hablar de mi hermano, pero te juro que se ha
arrepentido de todo lo que te hizo, Noah —expuso suplicándome con la mirada.
Parecía que era más importante para él que lo perdonara y lo olvidara todo
que para el mismísimo Michael—. Lo han vuelto a contratar en la facultad, y
trabaja con varios alumnos con trastornos mentales… Los ayuda mucho, ¿sabes?
—Sé que es tu hermano, Charlie, pero es alguien a quien quiero dejar
atrás…, ¿entiendes? Lamento mucho que esto te incluya a ti, pero no puedo
arriesgarme a estar cerca de Michael. Espero que lo entiendas.
Charlie asintió un poco apenado.
—Me alegro de que estés con Nicholas otra vez, se te ve feliz.
—Gracias —dije dándole un abrazo fuerte—. Gracias por haber sido un buen
amigo.
Salí de su casa con el corazón en un puño. Odiaba las despedidas, pero ahora
iba a empezar una nueva vida y si Nick había podido comenzar de cero yo tenía
que hacer lo mismo.
Cuando llegué a casa me encontraba un poco mareada, así que me fui directa
a la cama. Nick llegó del trabajo un par de horas más tarde y lo noté bastante
más callado de la cuenta.
—¿Te importa apagar el aire acondicionado? —le pedí recostada en nuestra
cama mientras observaba cómo se quitaba la corbata y la chaqueta.
Nick frunció el ceño e hizo lo que le pedí. Luego pareció titubear antes de
dirigirse hacia mí.
—Sé que has ido a verlo, Noah —dijo entonces, descolocándome por
completo.
Sentí un sudor frío resbalarme por la espalda.
—¿Cómo…?
—Steve.
«Claro… Steve, mierda.»
—He ido a ver a Charlie, nada más.
Nick apretó la mandíbula con fuerza.
—Has ido a ver a Charlie y al llegar a casa te encuentro indispuesta… ¿No
tendrá que ver con que cierta persona estaba allí para ponerte en este estado?
—¿Qué? ¡No! —negué vehemente incorporándome en la cama. En ese
preciso instante un dolor punzante me atravesó la espalda, dejándome sin
respiración.
—¿Noah? —preguntó Nicholas alarmado, acercándose a la cama de inmediato.
Respiré hondo y el dolor pasó tan rápido como había llegado.
—Tranquilo, estoy bien —afirmé recostándome otra vez sobre las
almohadas.
—Tienes mala cara —observó—. Estás pálida, joder.
Sus dedos me apartaron un mechón húmedo de la frente.
—Tienes fiebre, Noah —anunció alarmado.
—No… Estoy bien, de verdad… Solo un poco cansada.
Lo vi debatirse entre su enfado por haber ido a ver a Charlie y su
preocupación por mi estado. No quería verlo disgustado, no quería que creyese
que había faltado a mi palabra.
—Nick… no vi a Michael, de verdad.
—Lo que me cabrea no es que lo hayas visto o no, sino que hayas ido a su
casa y ni siquiera me lo hayas dicho. Podría haberte acompañado a ver a tu
amigo, no es a él a quien quiero partirle la cara, ¿sabes?
Forcé una sonrisa deseando que se calmara.
—Ese tema ya está zanjado… por eso fui a verle, se merecía una
explicación.
Nicholas observó mis ojos un instante y luego se inclinó para darme un beso
en la frente. Un beso que duró unos segundos de más porque estaba tomándome
la temperatura.
—Estoy bieeen…
Y entonces, como dándole la razón, sentí otro pinchazo de dolor muy intenso
que me atravesó. Cerré los ojos con fuerza.
—Nick… —dije asustada cogiéndole la mano.
—Estoy aquí —afirmó en un tono que nunca antes le había oído.
Cuando pasó me dejé caer contra el respaldo.
—Vamos al hospital.
—¡No! No hace falta, son contracciones de Braxton Hicks, de verdad, es
norm… —Antes de poder terminar la frase, el dolor volvió a flagelarme y me
obligó a doblarme casi en dos.
Apreté los dientes con fuerza conteniendo las lágrimas que, traicioneras,
contradecían mis palabras.
—No sé qué está pasando…
—Creo que te estás poniendo de parto, Noah —me dijo levantándose de la
cama. Tiré de su mano con fuerza.
—No, eso es imposible… —lo contradije reteniéndolo junto a mí—, aún
falta mucho para eso…
Y en ese momento, como si de una maldita broma de mal gusto se tratara, noté cómo mis muslos se humedecían y también las sábanas sobre las que
estaba.
Abrí los ojos asustada.
—¡Noah, joder, ¿qué te pasa?! Me estás asustando.
Contuve el aliento.
—Creo que he roto aguas.
Al levantar la sábana y ver que estaba empapada mi respiración empezó a
acelerarse hasta llegar a hiperventilar.
Aún no estaba preparada… no estaba preparada para aquello.
Nick me levantó en volandas y me llevó hasta el baño. Estaba tan asustada
que agradecí ver que él conservaba, aunque fuera un poco, la calma. Me sentó
sobre el lavabo y me cogió la cara entre sus manos.
—Respira, Noah —me aconsejó quitándome el vestido que acababa de poner
perdido.
—Estoy hecha un asco —me quejé temblorosa.
Nick me observó sin comprender.
—¿Quieres darte una ducha?
Asentí mientras él abría el agua y se aseguraba de que no salía muy caliente.
—Quédate aquí —me indicó saliendo del baño y entrando un segundo
después con ropa limpia.
Nick me ayudó a quitarme el resto de la ropa y me dejó bajo el agua tibia de
la ducha. Tardé apenas unos minutos en ducharme. Cuando salí, Nick me
envolvió con una toalla y me secó de arriba abajo.
Cuando ya estaba completamente vestida una nueva contracción me obligó a
doblarme en dos: era una sensación horrible y dolorosa y quería que
desapareciera.
—Vamos al hospital, pecas —dijo besándome en la frente cuando volví a
respirar con normalidad.
Asentí sintiendo miedo.
El bebé aún no estaba listo…