NOAH
Todo mi cuerpo se tensó, petrificada de miedo cuando iba a entrar en la
habitación de mi hijo. No pasé del umbral. La mujer que me daba la espalda me
oyó y se volvió casi de forma automática. Me quedé sin respiración. La conocía
y eso solo me aterrorizó aún más.
—Briar.
La chica pelirroja que estaba ante mí no tenía nada que ver con la mujer
despampanante que convivió conmigo durante meses. Su pelo estaba más corto,
casi hasta la altura de los hombros. Tenía ojeras bajo los ojos verdes y ni una
gota de maquillaje sobre sus pequeñas imperfecciones. Iba vestida con unos
sencillos pantalones negros y una sudadera de color gris. Repito: nada que ver
con la chica despampanante que vivió conmigo durante meses.
—No te muevas de esa puerta, Morgan.
Su estúpida manera de llamarme, obviando mi nombre de pila, me hizo
apretar los dientes con fuerza.
—¿Qué coño crees que estás haciendo aquí? —inquirí sin elevar el tono de
voz. Andy seguía dormido, demasiado cerca de Briar, que había estado
observándolo de pie ante su cuna hasta que yo la había interrumpido.
Vi cómo Briar sacaba su mano del bolsillo y el metal brillante de un
cuchillo…
El corazón se me desbocó de inmediato.
Tragué saliva y me quedé clavada en el lugar.
—Quería conocer al hijo de Nick —comentó volviéndose hacia la cuna y
sonriendo completamente embobada.
No se me escapó el detalle de referirse a Andy solo como hijo de Nicholas.
Intenté mantener la calma a pesar de que lo único que quería hacer era
apartarla de mi bebé y salir corriendo de la habitación.
—Es precioso… clavadito a él —aseveró inclinándose y acariciando su
cabecita.
Automáticamente di un paso hacia delante pero su otra mano, la del cuchillo,
se levantó apuntándome con su punta afilada, deteniéndome al instante.
—Te he dicho que no te muevas —siseó furiosa.
—Briar, por favor… —supliqué cuando metió ambas manos en la cuna y levantó a Andy en brazos, que se despertó al momento.
Mi bebé pestañeó varias veces, confuso, y cuando vi cómo lo cogía, supe lo
que iba a pasar. Andrew se echó a llorar rompiendo el tenso silencio que se había
creado en la habitación. Apreté las manos con fuerza, queriendo cogerlo,
queriendo tranquilizarlo. Un odio terrible me recorrió el cuerpo. Nada me
importó entonces, la mataría, la mataría si hacía daño a mi bebé.
Briar lo acunó para que dejara de llorar y estuve con el alma en vilo cuando
el cuchillo que llevaba en su mano derecha se acercó peligrosamente al cuerpo
de Andy.
—Lo estás cogiendo mal —le recriminé al verlo llorar, desesperada por que
lo soltara, para que alejara esa maldita arma de mi bebé recién nacido.
Briar levantó los ojos hacia mí y pareció un poco agobiada.
—Ponlo boca abajo —le indiqué controlando mi tono de voz—. Así… —
Asentí cuando hizo lo que le pedía. En esa posición podía sujetar al bebé con un
brazo y con el otro el maldito cuchillo.
Andy gimoteó, pero finalmente se calmó. Briar se mostró satisfecha mientras
lo acunaba tarareando una canción que nunca había escuchado hasta ese
momento.
—¿Sabes? —dijo clavando sus ojos en los míos—. Mi bebé también tenía
los ojos azules…
Tragué saliva sin entender.
—No aborté —me contó mirándome desafiante—. El padre de Nicholas me
dio el dinero para que lo hiciera… Pero no lo hice.
Pero entonces…
—Lo perdí —afirmó mientras sus ojos se humedecían, resaltando su bonito
color verde esmeralda—. Toda mi familia me dio la espalda cuando les confesé
que estaba embarazada de seis meses. Lo intenté ocultar pero, al contrario que
tú, yo no pude evitar engordar. Se me empezó a notar prácticamente a las ocho
semanas.
Dios mío.
—Era pelirrojo como yo y tenía los mismos ojos que Nicholas.
Escucharla decir eso me partió el corazón. No solo porque su bebé había
muerto, sino porque ese bebé era también de Nicholas. Mirando a mi hijo en sus
brazos sentí pánico ante la idea de que algo así le ocurriese.
—Solo pude tenerlo en brazos una vez.
—Briar… lo siento mucho…
Briar levantó el brazo que sostenía a Andy para olisquear su cabecita.
—Te advertí sobre Nicholas… pero no hiciste caso.
Sus ojos me miraron con odio esta vez. Andy se removió inquieto.
—Briar, por favor… por favor, dame a mi bebé —le supliqué notando cómo
las lágrimas acudían a mis ojos.
Briar negó con la cabeza.
—Yo estaba antes, Noah… —repuso llamándome por mi nombre por
primera vez—. Tú no te mereces ser madre antes que yo… Nicholas no se
merece a este bebé.
No sabía qué hacer… Desesperada, miré en ambas direcciones buscando
algo que pudiese servirme como arma. Briar estaba loca, siempre supe que esa
chica tenía un problema, me había mentido haciéndome creer que Nick se
acostaba con ella estando conmigo, me había mentido diciendo que había sido él
quien la había obligado a abortar…
—Yo soy mejor madre que tú —declaró cogiendo la bolsa que había sobre el
cambiador. Yo no la había puesto ahí, Briar debía de haberla preparado mientras
yo dormía. Me sentí la peor madre del mundo. ¿Cómo no la había oído?
Mis ojos se detuvieron en el intercomunicador que había junto a la cuna.
Estaba apagado.
—Briar, ¡no puedes llevártelo! —le rogué a voces cuando me amenazó con
el cuchillo y me pidió que me apartara de la puerta.
Andrew se despertó y empezó a llorar otra vez.
—¡Mira lo que has hecho! —gritó mirándome furiosa.
—Por favor, ¡dámelo, Briar, soy su madre!
Ella empezó a acunarlo de cualquier manera, Andy se retorció entre sus
brazos, estaba asustado, lo estaba cogiendo justo donde tenía la erupción.
—¡Dámelo, maldita sea, le haces daño!
El llanto del bebé llenó la estancia interrumpiendo el silencio de la noche.
Briar dejó la mochila en el suelo para controlar mejor a Andrew y levantó el
cuchillo en mi dirección. Entonces sus ojos, que habían estado fijos en los míos
hasta el momento, se desviaron hacia un punto a la altura de mi hombro.
Escuché un ruido y antes de que pudiera volverme alguien me cogió por
detrás, mi espalda chocó contra un pecho duro y una mano me cubrió la boca
ahogando el grito que se me quedó atascado en la garganta.
—Me moría de ganas de abrazarte —me susurró una voz conocida junto a mi
oído.
Mi corazón dejó de latir para empezar la carrera más rápida de su vida.
Michael.
Intenté liberarme de su agarre, pero no lo permitió. El hedor a alcohol que
desprendía su cuerpo era asqueroso.
Los ojos de Briar se iluminaron al fijarse en mi agresor y yo intenté con
todas mis fuerzas buscar algún tipo de conexión entre ellos dos. ¿Cómo demonios habían terminado las dos personas que más daño me habían hecho en
la misma habitación y amenazándome a mí y a mi bebé?
—¿Tienes todo lo que necesitas, cielo? —le preguntó Michael a Briar, a lo
que ella asintió volviendo a coger la mochila con las cosas del bebé.
Sentí un miedo terrible apoderarse de mí, miedo y rabia.
—¡Suéltame!
—Voy a llevármelo y no vas a impedírmelo —me amenazó sin siquiera
mirarme.
Michael tiró de mí para dejarle vía libre a Briar.
—Espérame abajo —dijo en un tono autoritario que no le había oído emplear
nunca.
Casi se me para el corazón cuando empezó a caminar hacia la puerta.
—Briar… Briar, por favor… devuélvemelo, por favor. —Lloré intentando
liberarme de los brazos de Michael. Briar se detuvo unos instantes. Sus ojos me
miraron, luego se detuvieron en Michael y por último en Andy.
—Lo siento, Noah —se disculpó desapareciendo escaleras abajo.
—¡No! —grité con todas mis fuerzas. Andrew chilló histérico y Michael me
giró haciendo chocar mi espalda contra la pared.
—¿Creías que ibas a seguir con tu maldita vida como si nada? ¿Creías que
iba a dejar que ese gilipollas te tuviese para él sin que yo hiciese nada al
respecto?
Empecé a llorar desconsolada. No podía creerme que eso estuviese
pasándome a mí.
Nicholas estaba lejos, Steve también…
Entonces me acordé de una conversación con Nick de hacía apenas unas
semanas. No le había prestado mucha atención, él siempre tan obsesionado con
mi seguridad, siempre tan preocupado por que alguien quisiese volver a hacernos
daño… Ahora entendía mejor por qué había accedido a llevarse a Steve con él…
—He instalado una alarma en la casa, Noah —me había dicho Nick
mientras yo le daba el biberón a Andrew, embobada y sin poder apartar los ojos
de mi bebé—. Dado tu historial con las alarmas, y para que no tengas que estar
metiendo claves cada vez que entras o sales, les he dicho que coloquen un botón
del pánico, solo tienes que pulsarlo y se activará en la central. ¿Me estás
escuchando?
Levanté los ojos del bebé y le sonreí absorta.
—Sí, sí, alarma del pánico, claro que te escucho.
Nicholas vino hacia mí soltando un suspiro.
—Botón del pánico, Noah, está debajo de la encimera de la cocina.