NOAH
Cuando subí a la habitación terminé por derrumbarme, me había
sentido insignificante, y rechazada. No esperaba que viniese detrás de
mí, cuando nos peleábamos nunca sabía que podía llegar a pasar, si
sería yo la que iba a ceder o si iba a ser él, y por eso, cuando lo hizo, y a
pesar de que estaba enfadada y dolida por su forma de tratarme pude
volver a respirar profundamente y dejé de sentir ese dolor en el pecho.
Le necesitaba, así de simple, sin él no era nada, no después de todo lo
que habíamos pasado, no después de saber todo lo que sabía sobre mí.
Nicholas era el único que me transmitía seguridad, era el único que
mantenía mis pesadillas a raya, el único con el que podía estar en una
habitación a oscuras y para mí eso lo significaba todo, él lo era todo
para mí.
Cuando se me ocurrió lo de la palabra de seguridad supe que podía
parecer ridículo o desesperado, o incluso una broma pero había
ocasiones en las que dudaba de que Nicholas me quisiera, simplemente
era muy insegura conmigo misma, me costaba entender como alguien
como él, que podía estar con quien le diera la gana, con cualquier chica
normal y corriente sin ningún pasado oscuro, hubiese decidido quedarse
conmigo. Cuando me hablaba mal, nos peleábamos o ocurría algo como
lo de hoy, el miedo me embargaba porque temía que algún día terminara
de hartarse de mí; era consciente de que Nicholas se contenía mucho
conmigo, sabía por Jenna que había hecho de todo con miles de chicas
distintas y mi miedo era que yo no fuese suficiente, aún había muchas
cosas que me daba miedo hacer en el sexo, o de las cuales aún no creía
estar preparada para probar y Nicholas parecía aceptarlo sin
problemas hasta que me empujaba a situaciones en las que me hacía
creer que no era así, que no era suficiente, que lo que en realidad él
necesitaba tal vez, era a alguien más maduro, alguien con más
experiencia, o por lo menos unos años mayor que yo.
Ahora le tenía encima de mí, divertido por lo que le acaba de proponer,
al menos parecía haber aceptado mi propuesta.
-Te quiero más que a mí mismo-me dijo inclinándose para posar sus
labios suaves sobre los míos.
-Eso es difícil-dije pinchándolo.
Me reí al ver que fruncía el ceño.
-Muy graciosa.
Le adoraba cuando estábamos así, cuando éramos sinceros el uno con
el otro. Cuando de verdad sentía que éramos la pareja más enamorada
del planeta.
Tiró de mí hasta que quedamos sentados sobre la cama, yo encima de su
regazo. Su mano en mi espalda me obligó a curvar la espalda hasta que
quedamos frente a frene. Amaba sus ojos por encima de todas las cosas,
creía saber lo que pensaba o lo que sentía cuando me miraba, aunque
en muchas ocasiones me equivocaba rotundamente. Su iris celeste, en
aquel instante apenas visible por la poca luminosidad se clavó en el mío,
y sentí que mi corazón volvía a acelerarse.
- ¿Qué has hecho conmigo, Noah?
Su pregunta me dejó sin palabras. Antes de que pudiera darle vueltas a
algo que definitivamente era digno de analizar me besó en los labios.
Supongo que no esperaba una respuesta aunque para ser sincera, me
gustaba pensar que ambos nos habíamos cambiado el uno al otro hasta
convertirnos en la persona sin la que el otro no podía vivir.
Sus labios se movieron lentos sobre los míos mientras su mano me
acariciaba lentamente la espalda, con exquisita suavidad, poniéndome
la piel de gallina y despertando mis sentidos. Me aparté un segundo,
acariciándole el pelo en la nuca, su pelo rebelde, negro y sexy.
- ¿Estás cansada?-me preguntó entonces. Estaba agotada, pero no iba a
decírselo.
-Estaba pensando en lo que has dicho antes-dije desviando la mirada
momentáneamente-En lo de que no soportas pensar que alguien pueda
tocarme...
Se puso tenso bajo mi cuerpo, lo noté en los músculos de su cuello que
estaba acariciando.
-Es que nadie va a tocarte-afirmó rotundamente.
Ignoré su tono pero volví a mirarle fijamente.
- ¿Cómo crees que me siento yo cuando pienso en todas esa chicas con
las que te has acostado, Nicholas?-dije poniéndome mala solo de pensar
en las manos de otra que no fuese yo acariciándole el pelo, la espalda o
cualquier parte de su cuerpo. -
¿Crees que a mí no me vuelve loca pensar que has besado, tocado,
acariciado a miles de chicas antes que yo?
Me sostuvo la cara entres sus manos.
-Tú eres la única a la que besado, tocado o acariciado Noah-dijo sin
dejarme interrumpirle-las demás pertenecen a una parte de mi vida en
donde nada me importaba, ni siquiera les pongo cara, Noah, no desde
que estoy contigo, no desde que te conocí.
Solté el aire que estaba conteniendo. Aquello siempre sería difícil, solo
me quedaba creer en lo que me decía, creer que yo era suficiente, pero
no era fácil, no lo era en absoluto.
-Termina lo que empezaste abajo-le susurré.
Le necesitaba, le había necesitado desde que nos habíamos peleado en
el coche y más aún después de lo que había ocurrido en el baño, quería
que me hiciese sentir que era la única, la única que amaba, la única a la
que deseaba.
Una sonrisa torcida apareció en su rostro, esa sonrisa que solo
reservaba para mí.
- ¿Quieres que te haga el amor, pecas?
Le devolví la sonrisa ruborizada al mismo tiempo que deslizaba mis
dedos por su camisa y empezaba a desabrocharle los botones. Él se
llevó las manos a la corbata y tiró de ella hasta quitársela.
Cuando terminé de desabrocharle los botones tiré de la tela dejando su
pecho al descubierto. Posé mis labios justo en el centro, aspirando su
aroma viril, ese aroma que reconocería en cualquier parte. Fui subiendo
hasta llegar a su cuello, mientras él me desabrochaba el mono por
detrás, bajando la cremallera lentamente. Soltó un suspiro cuando pasé
a acariciarle con mi lengua, le besé en la barbilla y fui directa a su
oreja; cuando apreté con mis dientes, sus manos volaron a mi cintura,
me levantó y me recostó sobre la cama.
Sus ojos lo decían todo, su mirada oscura y totalmente excitada me hizo
estremecer, deseosa de que me tocara, deseosa de que me besara, por
todas partes, cómo solo él sabía hacer, como solo él había hecho nunca.
Tiró de mi mono hacia abajo dejándome en ropa interior, la misma ropa
interior de encaje blanco que me había costado más de trescientos
dólares, y que había elegido solo para él.
Sus ojos se abrieron sorprendidos cuando por fin vio lo que llevaba
puesto debajo de la ropa.
- ¿Qué llevas puesto?-dijo con voz ronca.
Sonreí contenta antes su reacción. Jenna había tenido razón, le había
encantado.