Culpa tuya

Capítulo 10

NICK 
-Ni de coña-dije rotundamente. 
Estábamos aparcando delante de un refugio de animales. 
-Dijiste cualquier cosa-me contestó la loca de mi novia bajándose del 
coche y tan ilusionada como si tuviese cinco años. 
-Me refería al sexo. 
Noah se rió, como si mi proposición fuese de lo más insólita. 
-Lo sé-dijo entonces-Pero como esto se trata de mí y no de ti, me vas a 
comprar un gatito. 
Joder, otra vez con lo del puto gato. Odiaba los gatos, eran idiotas, no se 
les podía enseñar nada, y encima eran melosos, todo el día encima de ti, 
prefería los perros, joder prefería a mí perro. 
-Te he dicho miles de veces que no pienso tener un puto gato en mi 
apartamento. 
Noah clavó sus ojos llameantes en mí, se echó el pelo hacia atrás y 
antes de que empezara con su incesante cháchara, la cogí atrapándola 
contra mi pecho y le tapé la boca con mi mano. 
-No voy a comprar un gato, punto. 
Su lengua empezó a chupetearme la mano para que la soltase, le di un 
apretón en el costado y me recordó a mí mismo aquella mañana. Ambos 
teníamos unas cosquillas infernales. 
La solté antes de que perdiera los nervios. 
- ¡Nicholas!-gritó sofocada y con las mejillas rojas. 
Elevé las cejas a la espera de lo que tuviese que decirme, estaba tan 
adorable con ese vestidito que llevaba, se lo habría arrancado allí 
mismo, pero me contuve. 
-Me has llenado de babas-dije limpiándome la mano en el pantalón. 
Ignoró mi comentario y me fulminó con sus ojos gatunos.

-Está bien, pues si no quieres comprarme un gato, lo comprare yo 
misma, ya ves lo que me cuesta-dijo girando sobre sus talones y 
entrando en el infierno de cualquier hombre, sin lugar a dudas. 
La seguí exasperado y automáticamente el olor a animal y a excremento 
me llenó los sentidos. Ruidos de animales, de hámsters correteando y 
gatos maullando me llegaron a los oídos y tuve que contenerme para no 
sacar a rastras a Noah de aquel sitio. 
Ignorándome olímpicamente se dirigió al dependiente que había tras el 
mostrador. Era joven, seguramente de su edad y nada más verla sus 
ojos se iluminaron. 
Capullo, es mía. 
- ¿En qué puedo ayudarla? 
Noah me miró un segundo y al ver que no amagaba a hacer nada se 
giró con indiferencia al dependiente salido. 
-Quiero adoptar un gato-dijo resuelta. 
Me acerqué a ella cuando el dependiente salió del mostrador con una 
inmensa sonrisa, dispuesto a venderle el mundo, estaba claro. 
-Por aquí-dijo indicándole un pasillo-Justo ayer recogimos a unos 
cuantos gatitos de un aparcamiento, los habían abandonado y no tienen 
más de tres semanas. 
Un oh infinito y de lástima salió de los labios de Noah. Puse los ojos en 
blanco mientras el capullo nos llevaba hacia donde había muchas jaulas 
con gatos de todos los tamaños y colores. Algunos estaban dormidos, y 
otros jugaban o simplemente maullaban dando el coñazo. 
-Son estos de aquí-dijo el tío señalando una jaula que había al final. 
Noah fue directa hacía allí como si se tratara de un tesoro mágico. 
-Son súper pequeños-dijo con esa voz rara que ponen las tías cuando 
hablan con cachorros o con bebés. 
Me acerqué hacia donde estaba y miré los cuatro gatos roñosos que 
había encima de una manta. Tres eran de color gris y manchitas blancas 
en las patas o en la cabeza, menos uno que era entero negro. Me dio mal 
rollo de inmediato. 
-Mira cómo juegan-dijo el dependiente poniendo voz de tía. 
Le fulminé con la mirada y me acerqué más a Noah.

-¿Puedo coger uno?-le pidió Noah utilizando todos sus encantos de 
mujer. Quise sacarla de allí a rastras y de inmediato. 
-Claro, el que tú quieras. 
¿Y cómo no? ¿Cuál eligió Noah? 
El negro, por supuesto. 
-Es el más callado de todos, aún no lo he visto jugar desde que lo hemos 
traído. 
Los otros tres no se estaban quietos, se tiraban uno encima de otros y se 
daban con sus patitas en la cara. Estaba claro que la habían hecho un 
bullying intenso al pobre animal. 
Noah se llevó el gatito al pecho y empezó a acariciarlo como una madre 
con su bebé, y en cuanto el puñetero gato empezó a ronronear supe que 
no tenía nada que hacer. 
Suspiré profundamente. 
-Oh, mira Nick-dijo mirándome con ojos tiernos. 
El gato era feo de cojones, era negro y tenía los pelos como escarpias, 
pero sabía que Noah no iba a escoger al gatito más mono o a al más 
juguetón, iba a elegir al desvalido, al que habían dejado de lado, al que 
nadie quería... Aquello me recordó a mí mismo. 
-Joder, vale, puedes quedarte con el puto gato-cedí entonces. 
Una sonrisa del tamaño de un piano se dibujó en su rostro. 
El dependiente nos condujo hacia el mostrador y tuve que firmar un 
montón de papeles en donde me comprometía a cuidar al gato y 
hacerme cargo de sus vacunas y demás chorradas. Noah empezó a 
recorrer la tienda y en cuanto volvió me la vi con un montón de 
cursiladas para el animal sin nombre. 
- ¿Eso piensas comprarlo tú?-le dije pinchándola. Me importaba una 
mierda el dinero solo quería fastidiarle el subidón. 
-Dijiste lo que quisiese-me recordó colocando un collar, unos cuencos 
para la comida y una cama mullida de color azul sobre el mostrador. 
El gato del demonio estaba en una jaula más pequeñita que nos darían 
para que pudiésemos llevárnoslo. 
-Espero que se adapte bien a vosotros, y que lo disfrutéis-dijo el 
dependiente mirando solo a Noah-No os olvidéis de llevarlo al veterinario dentro de unas semanas, cuando ya tenga la edad para 
poder castrarlo y vacunarlo. 
Cada vez sentía más pena del animal. 
Diez minutos después estábamos yendo a mi apartamento. 
Por fin iba a poder estar con ella y proponerle lo que llevaba pensando 
desde hacía meses. 
Me giré para mirarla y una sonrisa involuntaria apareció en mi 
semblante. Parecía mi hermana pequeña con un muñeco nuevo. 
- ¿Qué nombre le vas a poner?-dije mientras salía de la autopista y me 
encaminaba hacia el bloque donde estaba mi apartamento. 
-Mmmm... aún no lo sé-dijo acariciando a Sin Nombre con cuidado. 
-No le pongas, Nala o Simba o ninguna de esas mariconadas por favor- 
le dije aparcando en mi plaza de aparcamiento. 
Hacía un día estupendo, me bajé del coche y fui a abrirle la puerta. 
Noah ni me miraba, embobada como estaba. Fulminé con mis ojos al 
animalito que me había quitado el protagonismo. 
-Creo que le voy a poner N-dijo entonces, mientras nos subíamos al 
ascensor. 
- ¿N?-dije con incredulidad. Dios, mi novia había perdido la cabeza. 
Noah me miró sintiéndose ofendida. 
-N, por ti y por mí, Nick y Noah-dijo aclarándomelo. 
Solté una carcajada. 
-Creo que el café de hoy se te ha subido a la cabeza. 
Me ignoró deliberadamente mientras entrabamos a mi apartamento. 
Por fin en casa. Ahí era en el único lugar donde me sentía tranquilo, y 
me encantaba tener a Noah solo para mí. 
-Vas a tener que cuidarlo cuando yo no esté-dijo soltando al gato en 
medio del salón y observando cómo este investigaba la habitación. 
-Ni lo sueñes, tú gato, tú responsabilidad-aclaré dejando todos los 
chismes en el suelo y atrayéndola hacia a mí, antes de que empezásemos 
a discutir otra vez.



#3122 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

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