NICK
-Ni de coña-dije rotundamente.
Estábamos aparcando delante de un refugio de animales.
-Dijiste cualquier cosa-me contestó la loca de mi novia bajándose del
coche y tan ilusionada como si tuviese cinco años.
-Me refería al sexo.
Noah se rió, como si mi proposición fuese de lo más insólita.
-Lo sé-dijo entonces-Pero como esto se trata de mí y no de ti, me vas a
comprar un gatito.
Joder, otra vez con lo del puto gato. Odiaba los gatos, eran idiotas, no se
les podía enseñar nada, y encima eran melosos, todo el día encima de ti,
prefería los perros, joder prefería a mí perro.
-Te he dicho miles de veces que no pienso tener un puto gato en mi
apartamento.
Noah clavó sus ojos llameantes en mí, se echó el pelo hacia atrás y
antes de que empezara con su incesante cháchara, la cogí atrapándola
contra mi pecho y le tapé la boca con mi mano.
-No voy a comprar un gato, punto.
Su lengua empezó a chupetearme la mano para que la soltase, le di un
apretón en el costado y me recordó a mí mismo aquella mañana. Ambos
teníamos unas cosquillas infernales.
La solté antes de que perdiera los nervios.
- ¡Nicholas!-gritó sofocada y con las mejillas rojas.
Elevé las cejas a la espera de lo que tuviese que decirme, estaba tan
adorable con ese vestidito que llevaba, se lo habría arrancado allí
mismo, pero me contuve.
-Me has llenado de babas-dije limpiándome la mano en el pantalón.
Ignoró mi comentario y me fulminó con sus ojos gatunos.
-Está bien, pues si no quieres comprarme un gato, lo comprare yo
misma, ya ves lo que me cuesta-dijo girando sobre sus talones y
entrando en el infierno de cualquier hombre, sin lugar a dudas.
La seguí exasperado y automáticamente el olor a animal y a excremento
me llenó los sentidos. Ruidos de animales, de hámsters correteando y
gatos maullando me llegaron a los oídos y tuve que contenerme para no
sacar a rastras a Noah de aquel sitio.
Ignorándome olímpicamente se dirigió al dependiente que había tras el
mostrador. Era joven, seguramente de su edad y nada más verla sus
ojos se iluminaron.
Capullo, es mía.
- ¿En qué puedo ayudarla?
Noah me miró un segundo y al ver que no amagaba a hacer nada se
giró con indiferencia al dependiente salido.
-Quiero adoptar un gato-dijo resuelta.
Me acerqué a ella cuando el dependiente salió del mostrador con una
inmensa sonrisa, dispuesto a venderle el mundo, estaba claro.
-Por aquí-dijo indicándole un pasillo-Justo ayer recogimos a unos
cuantos gatitos de un aparcamiento, los habían abandonado y no tienen
más de tres semanas.
Un oh infinito y de lástima salió de los labios de Noah. Puse los ojos en
blanco mientras el capullo nos llevaba hacia donde había muchas jaulas
con gatos de todos los tamaños y colores. Algunos estaban dormidos, y
otros jugaban o simplemente maullaban dando el coñazo.
-Son estos de aquí-dijo el tío señalando una jaula que había al final.
Noah fue directa hacía allí como si se tratara de un tesoro mágico.
-Son súper pequeños-dijo con esa voz rara que ponen las tías cuando
hablan con cachorros o con bebés.
Me acerqué hacia donde estaba y miré los cuatro gatos roñosos que
había encima de una manta. Tres eran de color gris y manchitas blancas
en las patas o en la cabeza, menos uno que era entero negro. Me dio mal
rollo de inmediato.
-Mira cómo juegan-dijo el dependiente poniendo voz de tía.
Le fulminé con la mirada y me acerqué más a Noah.
-¿Puedo coger uno?-le pidió Noah utilizando todos sus encantos de
mujer. Quise sacarla de allí a rastras y de inmediato.
-Claro, el que tú quieras.
¿Y cómo no? ¿Cuál eligió Noah?
El negro, por supuesto.
-Es el más callado de todos, aún no lo he visto jugar desde que lo hemos
traído.
Los otros tres no se estaban quietos, se tiraban uno encima de otros y se
daban con sus patitas en la cara. Estaba claro que la habían hecho un
bullying intenso al pobre animal.
Noah se llevó el gatito al pecho y empezó a acariciarlo como una madre
con su bebé, y en cuanto el puñetero gato empezó a ronronear supe que
no tenía nada que hacer.
Suspiré profundamente.
-Oh, mira Nick-dijo mirándome con ojos tiernos.
El gato era feo de cojones, era negro y tenía los pelos como escarpias,
pero sabía que Noah no iba a escoger al gatito más mono o a al más
juguetón, iba a elegir al desvalido, al que habían dejado de lado, al que
nadie quería... Aquello me recordó a mí mismo.
-Joder, vale, puedes quedarte con el puto gato-cedí entonces.
Una sonrisa del tamaño de un piano se dibujó en su rostro.
El dependiente nos condujo hacia el mostrador y tuve que firmar un
montón de papeles en donde me comprometía a cuidar al gato y
hacerme cargo de sus vacunas y demás chorradas. Noah empezó a
recorrer la tienda y en cuanto volvió me la vi con un montón de
cursiladas para el animal sin nombre.
- ¿Eso piensas comprarlo tú?-le dije pinchándola. Me importaba una
mierda el dinero solo quería fastidiarle el subidón.
-Dijiste lo que quisiese-me recordó colocando un collar, unos cuencos
para la comida y una cama mullida de color azul sobre el mostrador.
El gato del demonio estaba en una jaula más pequeñita que nos darían
para que pudiésemos llevárnoslo.
-Espero que se adapte bien a vosotros, y que lo disfrutéis-dijo el
dependiente mirando solo a Noah-No os olvidéis de llevarlo al veterinario dentro de unas semanas, cuando ya tenga la edad para
poder castrarlo y vacunarlo.
Cada vez sentía más pena del animal.
Diez minutos después estábamos yendo a mi apartamento.
Por fin iba a poder estar con ella y proponerle lo que llevaba pensando
desde hacía meses.
Me giré para mirarla y una sonrisa involuntaria apareció en mi
semblante. Parecía mi hermana pequeña con un muñeco nuevo.
- ¿Qué nombre le vas a poner?-dije mientras salía de la autopista y me
encaminaba hacia el bloque donde estaba mi apartamento.
-Mmmm... aún no lo sé-dijo acariciando a Sin Nombre con cuidado.
-No le pongas, Nala o Simba o ninguna de esas mariconadas por favor-
le dije aparcando en mi plaza de aparcamiento.
Hacía un día estupendo, me bajé del coche y fui a abrirle la puerta.
Noah ni me miraba, embobada como estaba. Fulminé con mis ojos al
animalito que me había quitado el protagonismo.
-Creo que le voy a poner N-dijo entonces, mientras nos subíamos al
ascensor.
- ¿N?-dije con incredulidad. Dios, mi novia había perdido la cabeza.
Noah me miró sintiéndose ofendida.
-N, por ti y por mí, Nick y Noah-dijo aclarándomelo.
Solté una carcajada.
-Creo que el café de hoy se te ha subido a la cabeza.
Me ignoró deliberadamente mientras entrabamos a mi apartamento.
Por fin en casa. Ahí era en el único lugar donde me sentía tranquilo, y
me encantaba tener a Noah solo para mí.
-Vas a tener que cuidarlo cuando yo no esté-dijo soltando al gato en
medio del salón y observando cómo este investigaba la habitación.
-Ni lo sueñes, tú gato, tú responsabilidad-aclaré dejando todos los
chismes en el suelo y atrayéndola hacia a mí, antes de que empezásemos
a discutir otra vez.