Culpa tuya

Capítulo 11

Me quedé callada sin saber que contestar. 
¿Era consciente de lo que me estaba pidiendo? ¿Venirme a vivir con él? 
¿A los dieciocho años recién cumplidos? Dios mío, esto estaba yendo 
demasiado deprisa, y a pasos agigantados... Su forma de mirarme fue 
clara para saber que debía tomarme aquello con calma, porque lo decía 
en serio, y tanto que sí. 
Se colocó frente a mí y me cogió el rostro entre sus manos. 
-Por favor dime que sí. 
Aquello era demasiado, no podía ponerme en aquella situación. Me bajé 
de la encimera y empecé a caminar por la habitación. 
-Nicholas, tengo dieciocho años-me giré para encararle. Él se había 
quedado ahí de pié mirándome con el ceño fruncido-dieciocho-repetí, 
por si no le había quedado claro. 
Sentí como el nerviosismo empezaba a crecer en mi interior, porque 
aquella sensación de que no estábamos en el mismo escalón, de que él 
necesitaba más de lo que yo podía darle, me asustaba más que nada. 
-Eres más madura que cualquier chica de mi edad, ni siquiera parece 
que tengas dieciocho años, Noah, no me vengas con eso, es ridículo, si 
vivieses aquí, nos veríamos todas las noches, todos los días-dijo 
apoyándose contra la encimera y cruzando los brazos-No quieres vivir 
conmigo ¿es eso?-soltó un segundo después. 
Uff... ¿Cómo le explicaba que no tenía nada que ver con querer o no 
querer? ¿Cómo le decía que me asustaba dar ese paso siendo aún tan 
joven? ¿O que lo que en realidad me echaba para atrás era que si 
vivíamos juntos él terminaría descubriendo lo jodida que estaba aún por 
todo lo que me había ocurrido en el pasado y terminaba hartándose de 
mí, o peor, dejándome? 
-Claro que quiero-dije acercándome cautelosa a donde él estaba. Me 
observó desde su altura sin mover un solo músculo. -Mi miedo es que 
estropeemos lo que ya tenemos ahora por ir demasiado deprisa. 
Nicholas negó con la cabeza. 
-Eso es ridículo, Noah, tú y yo no podemos ir deprisa porque ya vamos 
casi a la velocidad de la luz, contigo las cosas son así, conmigo son así. 
Me conoces, sabes perfectamente que nunca hubiese dado este paso con nadie más que contigo, y si lo hago es porque sé que es lo correcto, es lo 
que nos toca, porque no puedo estar lejos de ti... y tú tampoco de mí. 
Respiré hondo intentando calmar mi nerviosismo... vivir con Nicholas... 
sería como un sueño, es la verdad, verle todos los días, sentirme segura 
a todas horas, quererlo a todas horas. 
-Tengo miedo de no ser lo que tú esperas que sea-admití con la voz 
temblorosa. 
Su congelamiento desapareció y estiró su mano para acariciarme la 
mejilla. Sus ojos recorrieron mis facciones, con detenimiento, como si 
admirara cada uno de mis rasgos. 
-Quiero ver esta cara al despertarme-dijo deslizando su dedo sobre mi 
labio inferior-quiero besar tus labios antes de dormirme-continuó con 
voz ronca-que sea tu tacto lo que sienta cada vez que voy a acostarme, 
soñar contigo entre mis brazos, mirarte mientas estés dormida y 
cuidarte cada minuto del día. 
Levanté mis ojos y vi en los suyos que cada palabra salía directamente 
de su corazón, lo decía en serio, me quería, me quería con él; sentí como 
mi corazón se aceleraba, como algo dentro de mí se hinchaba de 
felicidad, se derretía, ¿cómo podía quererle tanto? ¿Cómo conseguía 
tanto de mí, sin hacer que me pareciera difícil dárselo? 
-Lo haré; viviré contigo-dije sin siquiera creérmelo. 
Una sonrisa radiante apareció en su rostro. 
-Repitelo-dijo separándose de la encimera y cogiendo mi rostro entre sus 
manos. 
Una sonrisa de verdadera felicidad apareció en mi rostro. 
-Viviré contigo, viviremos juntos-. Ya no mas pesadillas, ya no mas 
miedos; con él a mi lado iría recuperándome poco a poco, con él 
superaría cualquier cosa. Tiró de mi rostro y posó sus labios sobre los 
míos, sentí su sonrisa bajo ellos, le hacía feliz, eso era verdad, podía 
verlo, y me encantaba. 
-Dios, como te quiero. -dijo apretándome por la cintura hacia a su 
cuerpo. Le abracé y me reí al ver sobre su hombro como N 
nos miraba desde el fondo del pasillo, pequeño, negrito y con sus ojos 
claros. Viviríamos los tres juntos, Nick, N, y yo. 
Lamentablemente, los días siguientes pasaron deprisa, mi madre aún no 
tenía ni idea de que me iría a vivir con Nick nada más volver de nuestro 
viaje y no pensaba decírselo hasta que fuese estrictamente necesario. 
Nicholas había estado de muy buen humor pero este había ido decayendo a medida que faltaba menos para que me fuera durante un 
mes entero. Se había tomado muy en serio lo de que me iba a vivir con 
él, había vaciado mitad de su armario y una cómoda para que yo tuviese 
espacio para dejar mi ropa, que había ido llevado a escondidas cuando 
iba a visitarle. El piso, que antes había sido demasiado masculino para 
mi gusto se había convertido en un sitio más alegre, habíamos ido juntos 
a comprar unos cojines más alegres de colores, y también le había 
obligado a cambiar las sabanas oscuras de su habitación que ahora 
eran blancas y mucho más acogedoras. Nick estaba encantado, claro, 
por él como si le pintaba el piso de color rosa, que mientras estuviese 
ahí con él le daría igual. Me había llevado algunos de mis libros 
preferidos, y mi madre por ahora no parecía haberse percatado de 
nada. 
El calor ya se había apoderado de la cuidad, atrás dejábamos los días 
en los que hacía falta ponerse jerséis o pantalones largos, Nick me 
había llevado a la playa casi todos los días, nos habíamos bañado en el 
mar juntos y había intentado sin éxito que aprendiese a hacer surf. 
- ¡Oh, venga, pecas!-me gritó cuando me caí de la endemoniada tabla 
por décima vez- ¡Me estás avergonzando!-gritó partiéndose de risa 
cuando me caí de la forma más ridícula. 
A mi alrededor había bastantes chicos haciendo surf y no dejaban de 
mirarme mal o de reírse a mi costa. 
Nick vino a mi encuentro y me sostuvo mientras las molestas olas no 
cesaban de darme en la cabeza, obligándome a sumergirme para no 
tragar agua. 
Me sujeté a él con las piernas, colocando la tabla a mi lado. 
-Te odio-le dije. Odiaba ser tan mala haciendo surf, odiaba ser mala en 
cualquier deporte, para ser exactos, y él lo sabía y por eso le encantaba 
ver cómo me frustraba. 
Soltó una carcajada. 
-Pensaba que tenías más equilibrio, la verdad. -soltó pinchándome. 
Ahí, en el agua y bajo el sol destellante, estaba para comérselo. 
Preferiría estar en el apartamento haciendo otras cosas antes que 
desperdiciando mi tiempo haciendo algo que nunca iba a poder hacer 
bien. Le peiné el pelo hacia atrás y le besé. Sus labios estaban salados 
por el agua y su cuerpo mojado; sus ojos azules, mirándome solo a mí, 
despertaron un calor intenso en mi interior. 
-Prefiero verte a ti haciendo surf, es muy sexy-le dije tirando de su pelo 
cuando intentó besarme.



#4911 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

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