Culpa tuya

Capítulo 13

NOAH 
Al despertarme aquella mañana lo primero que hice fue encender el 
móvil. No debería haberlo apagado, pero sabía que si lo dejaba 
encendido Nick me llamaría, discutiríamos y a tanta distancia eso no 
podía ser productivo. Por eso me sorprendió ver que solo había una sola 
llamada perdida. Me esperaba una locura de llamadas y mensajes; 
supongo que estaba más borracho de lo que me había parecido... o 
simplemente le daba igual que estuviese enfadada con él... 
Abrí los mensajes y vi que me había enviado uno hacía cuatro horas. 
Sonreí como una idiota cuando vi la foto que me había enviado, eran él 
y Maddie, sacando la lengua y sonriendo para mí. Leí el mensaje que 
había debajo, sabiendo que no podía estar demasiado tiempo enfadada 
con él, no con esa cara, no como me hablaba y cuando me decía que me 
quería. Que era irresistible me había dicho el muy engreído, pero es que 
era la pura verdad. Estaba tan guapo, con el pelo negro despeinado y 
aquella niña tan parecida a él y tan diferente a partes iguales... Sabía 
que cuando volvía de ver a Maddie su estado de ánimo decaía y se 
pasaba varias horas embajonado y de mal humor. 
Le echaba de menos, la noche pasada me había dormido preocupada 
por él; estaba en Las Vegas, con Lion, de ahí no podía salir nada bueno 
y menos si habían estado bebiendo. 
Pero al despertarme y ver esa foto tan adorable mis miedos se habían 
disipado, dando lugar a la añoranza y a unas ganas terribles de oír su 
voz y tenerle aquí conmigo. 
Por suerte mi madre tenía su propia habitación, así que cuando cogí el 
teléfono y marqué su número, espere ansiosa a que me contestara. Allí 
era tarde, supongo que debía de estar durmiendo pero esperé 
impaciente por oír su voz. 
- ¿Noah?-contestó al quinto tono. 
-Te echo de menos-dije simplemente. 
Escuché como se incorporaba y me lo imaginé encendiendo la lamparita 
de noche y pasándose la mano por la cara, despertándose para mí. 
-No me despiertes para decirme eso, pecas-dijo soltando un gruñido- 
Dime que te lo estás pasando bomba, que ni siquiera piensas en mí, 
porque si no esté estúpido viaje no tiene ningún sentido.

Sonreí triste, apoyando la cabeza en la almohada. 
-Sabes que me lo estoy pasando bien, pero no es lo mismo sin ti-le 
contesté sabedora de que a pesar de lo que me decía, le gustaba que le 
dijese que lo echaba de menos. - 
¿Qué tal con Maddie?-le pregunté deseando haber podido acompañarle. 
Me encantaba ir con él y ver cómo era con su hermana, era un Nick 
completamente distinto, un Nick dulce, y paciente, divertido y protector. 
Se hizo un silencio momentáneo antes de que volviese a hablar. 
-Me la trajo mi madre-soltó en un tono que yo ya conocía demasiado 
bien-Sí la hubieses visto, tan estirada como una barbie de cuarenta 
años, forzándome delante de la niña a tratarla como no se merece. 
Mierda, su madre. Aún recordaba lo mal que se había quedado después 
de haberla visto brevemente en el hospital aquella vez que Maddie se 
había puesto enferma. 
La desesperación en su voz, sus ojos húmedos por haberla visto por 
primera vez en años... 
-No debería haber forzado la situación de esa manera— contesté 
molesta. Entendía que su madre quisiese recuperar el contacto con 
Nick, al fin y al cabo era su hijo pero no de aquella forma, poniéndolo 
entre la espada y la pared. 
-No sé qué demonios quiere, pero no quiero tener que volver a verla, no 
me interesa saber nada ni de ella ni de su vida. -Su tono era claramente 
de cabreo pero también había algo de tristeza, la ocultaba bien, pero yo 
ya le conocía lo suficiente como para saber que una parte de él ansiaba 
averiguar qué es lo que su madre tenía que decirle. 
-Nicholas... ¿no crees que...?-empecé a decir con cautela pero me cortó 
de inmediato. 
-No vayas por ahí, Noah, no, ni hablar, ni siquiera lo vuelvas a intentar, 
no pienso hablar con esa mujer, no pienso volver a estar en la misma 
habitación que ella-su tono de voz daba miedo. Solo una vez había 
insinuado que tal vez debería rencontrarse con su madre, dejar que se 
explique o por lo menos intentar mantener una relación cordial, pero se 
puso negro de ira, había algo más que no me contaba, sabía que no la 
odiaba como lo hacía solo porque lo hubiese abandonado siendo un 
niño, que ya era algo horrible, sino que había pasado algo, algo que 
sabía que no iba a contarme. 
-De acuerdo, lo siento-dije intentando calmar las aguas. 
Escuché como respiraba agitadamente desde el otro lado de la línea.

-Ahora me gustaría hundirme en ti, olvidarme de toda esta mierda y 
hacerte el amor durante horas; maldita sea la hora en la que te 
marchaste. 
Sentí como las mariposas revoloteaban en mi estómago al oírle decir 
eso, estaba cabreado pero sus palabras me encendieron por dentro, yo 
también quería estar entre sus brazos, dejar que me recorriera el 
cuerpo sus labios, sentir sus manos inmovilizándome contra el colchón, 
con firmeza, pero siempre con una infinita ternura y cuidado... 
-Siento que este viaje sea tan horrible para ti, de verdad, a mí también 
me gustaría estar ahí contigo ahora mismo-le contesté intentando llegar 
a él con mis palabras, aunque sabía que Nicholas era una persona que 
necesitaba el contacto para poder sentirse bien, sentirse querido... No 
sabía si mis palabras iba ser suficientes para hacerle comprender lo 
mucho que lo quería y lo mal que me sentía por saber que él estaba 
sufriendo por lo de su madre sin nadie a quien poder acudir salvo a mí, 
porque nunca hablaba de esto con nadie, ni siquiera con Lion. 
-No te preocupes por mí, Noah, estoy bien-dijo un segundo después. Una 
parte de él quería hacerme el viaje agradable y la otra solo quería 
recriminarme que me hubiese marchado. 
Escuché como mi madre se despertaba al otro lado de mi habitación. 
Habíamos dormido hasta tarde y si queríamos hacer todo lo que 
teníamos planeado para hoy, debíamos marcharnos. 
-Tengo que irme-dije deseando poder hablar con él durante horas. 
Se hizo el silencio al otro lado de la línea. 
-Ten cuidado, te quiero-soltó finalmente y me colgó. 
El viaje estaba siendo una pasada, por mucho que echase de menos a 
Nick, no podía creerme que tuviese la suerte de poder estar visitando 
todos estos lugares maravillosos. Italia me había gustado mucho, 
habíamos visitado el Coliseo romano, y caminado por sus calles, comido 
tortellinis y el mejor helado de frambuesa que había probado en mi vida, 
pero llevaba dos días en Londres y no podía estar más enamorada de la 
cuidad. Todo en ella me parecía sacado de un libro de Dickens, todos los 
libros que había leído a lo largo de los años habían sido ambientados en 
esta ciudad, todas aquellas historias románticas de época, en donde las 
mujeres paseaban por Hyde Park, a caballo o simplemente paseando, 
siempre acompañadas de carabinas por supuesto; Los edificios eran 
elegantes, antiguos pero preciosos y con clase; Picadilly había sido un 
hervidero de gente, hombres con chaqueta y llevando maletines, hippies 
con gorras de colores, o simplemente turistas como yo recorriendo 
aquel tráfico humano y admirando las luces de aquel espléndido lugar. 
Harrods me había fascinado, pero también había salido horrorizada por sus precios, aunque supongo que para alguien como los Leister que un 
bombón de chocolate costara diez libras no suponía ningún problema. 
Mi madre estaba encantada con todo, igual de fascinada que yo aunque 
ya mas acostumbrada, puesto que con William ya había visitado 
muchísimos lugares. Se habían ido de luna de miel tardía a Londres y 
después a Dubái durante dos semanas. Estaba claro que mi madre ya 
estaba en otro escalón por encima de mí, y me di cuenta por la 
diferencia de reacción entre las dos. Yo flipaba con todo, y me quedaba 
alucinada con las cosas más simples; mi madre se reía de mí pero en el 
fondo sabía que por muchos lugares que William la hubiese llevado 
siempre se sentiría afortunada por tener todo lo que ahora teníamos. 
Los días pasaron y ya llevábamos casi dos semanas viajando, aún nos 
quedaba visitar Francia y España, y hasta ahora, después de tres días 
de la conversación con Nicholas, nunca había tenido que compartir 
habitación con mi madre. 
Siempre dormíamos en una suite que tenía dos habitaciones separadas, 
pero en Francia se confundieron con la reserva por lo que terminamos 
compartiendo no solo habitación sino también cama. 
-¿Te está gustando Francia?-me preguntó mi madre mientras se quitaba 
los pendientes, ya vestida con su pijama mientras yo salía envuelta en 
una toalla y con el pelo chorreando. 
-La cuidad es preciosa-dije mientras me vestía. Con la ropa interior 
puesta me giré hacia el espejo en donde mi madre se cepillaba el pelo y 
vi como sus ojos, a través del cristal se detenían unos segundos de más 
en la cicatriz de mi estómago. 
No debería haberme quedado con tan poca ropa delante de ella, sabía 
que se entristecía cada vez que tenía delante la prueba de que aquella 
noche casi me matan. Vi en sus ojos que malos recuerdos surcaban su 
mente y quise hacerla regresar a cualquier pensamiento alegre, antes 
que se pusiese a auto culparse por algo que no había sido su culpa. 
- ¿Has hablado con Nicholas?-me preguntó un minuto después cuando 
me metí en la cama ya en pijama y esperando a que ella terminase de 
ponerse todas aquellas cremas que se había comprado y traído en el 
viaje. 
-Sí, te manda saludos-mentí intentando que no se me notara. La relación 
de Nicholas y mi madre no estaba pasando por su mejor momento por 
lo que intentaba evitar nombrarlos en las conversaciones que tenía con 
uno y con otro. 
Mi madre asintió con la cabeza, pensativa unos instantes. 
- ¿Eres feliz con él, Noah?-me preguntó entonces.



#3109 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.