Culpa tuya

Capítulo 16

NICK 
La había cagado, lo sabía; el miedo en su rostro al verme perder los 
nervios lo confirmaba, pero ya nada me importaba, estaba aquí 
conmigo, otra vez, y me moría por besarla. 
Al juntar sus suaves labios con los míos, sentí un pinchazo de dolor allí 
donde estaba el puñetero corte. Aún así no me aparté. 
Las manos de Noah tiraron de mí con insistencia y sentí como todo mi 
cuerpo se encendía. Pero entonces, de repente se apartó. 
- ¿Te he hecho daño?-dijo con alarma recorriendo mi rostro con sus ojos 
gatunos, esos ojos adorables, llenos de pestañas húmedas, húmedas por 
lagrimas que otra vez, yo había puesto ahí. 
- No-respondí distraído, bajando mis manos a su cintura y tirando de 
ella hacia a mí otra vez. - Esto es la gloria, llevo semanas queriendo 
meter mi lengua en tu boca. 
Noah me miró con el ceño fruncido echándose hacia atrás sin dejarme 
alcanzar sus labios. 
-Te has quejado de dolor-afirmó reteniendo mi rostro en sus manos. 
¿Qué? 
-Yo no me he quejado. 
Una sonrisa se dibujó en sus labios... esos labios. 
-Lo has hecho-repitió y su dedo bajo por mi pómulo y con delicadeza 
recorrió mi labio inferior. Apreté la mandíbula con fuerza. Sí, me dolía, 
pero no era nada comparado con el dolor de no poder tocarla durante 
días, ni besarla, ni hacerle el amor. 
-Voy a curarte la mano. -dijo entonces muy resuelta. 
Me apartó y se soltó de mi agarre. Me hubiese gustado estar más ágil, 
tirar de ella, cargármela al hombro y meterla en mi habitación, pero 
tenía una costilla casi rota, me habían dicho los médicos que no debía 
levantarme de la cama, y ahí estaba yo, sin hacer caso como siempre.

La observé mientras entraba en la cocina. Por fin mi apartamento 
parecía tener vida. El gato salió de vete tú a saber donde, y empezó a 
restregarse contra los bonitos pies de Noah. 
- ¡Hola, N, bonito!-exclamó ella, efusiva agachándose para coger al 
bicho ese. Me senté en la silla de la cocina mientras observaba como mi 
novia le hacía carantoñas a nuestro gato y a la vez buscaba un botiquín 
de primeros auxilios. 
Cuando lo encontró vino hacía a mí y se sentó girando su silla para 
encararme. 
-Estás preciosa-le dije y me encantó ver como se ruborizaba. 
-No puedo decir lo mismo de ti. 
Sonreí y me dolieron partes de la cara que no sabía ni que existían. 
-Dame la mano-me dijo con dulzura. 
Hice lo que me pedía y mientras la observaba limpiar mi herida, que en 
realidad, apenas tenía sangre, solo dos cristalitos clavados por sus 
puntas, me fijé en que estaba incluso más guapa que cuando se había 
marchado. Su pelo estaba más rojizo, con mechas rubias ahí y allá, y su 
piel estaba bronceada por el sol, con un color anaranjado que realzaba 
los rasgos de su rostro. Sus labios siempre se hinchaban después de 
llorar... y después de enrollarnos, y mientras los miraba no podía dejar 
de pensar en todas la cosas que tenía ganas de hacerle. Quería esos 
labios sobre mi cuerpo, esas manos en mi espalda... 
-Nicholas, te estoy hablando-me dijo más alto, sacándome de mi 
ensoñación. 
-Lo siento, ¿Qué decías?-dije intentando controlar el deseo que se estaba 
avivando en mi interior. 
-Te estaba preguntando que cómo está Lion. 
Lion... no quería ni oír su puto nombre. 
-Estuvo varias horas en urgencias, pero está bien, ya está en su casa. 
La mirada de Noah estaba clavada en mi herida, limpiándola, 
desinfectándola... 
- ¿Y Jenna?-preguntó a la vez que se estiraba sobre la encimera para 
alcanzar unas tijeras. Al hacerlo me ofreció un primer plano de sus 
pechos y tuve que respirar hondo para tranquilizarme. ¿Teníamos que 
hablar de chorradas? Me importaba una mierda Jenna, la verdad; sí, 
sabía lo que había ocurrido, no, no le habíamos dicho que estábamos traficando con droga, más bien su novio, pero al menos ella estaba 
cuidándole. 
-Esta con él, seguramente dándole el coñazo-dije impaciente porque 
terminase con mi herida y me mirase de una vez. 
Parecía nerviosa, lo noté por su forma de guardar y colocar las cosas en 
el botiquín. ¿Se iba a poner a ordenar esa mierda? 
¿Ahora? 
-Quiero hacerte el amor -. dije sin más. 
Y ahí estaba, su mirada, clavada en la mía tal y como yo quería. 
-No puedes-me contestó entonces poniéndose de pié y con la voz 
temblándole ligeramente. 
Tiré de ella hasta colocarla entre mis piernas abiertas. Sus ojos estaban 
a mi altura. 
-Sabes que siempre puedo-dije colocando una mano en su espalda y 
atrayéndola hacia a mí. 
Me miró dudosa, recorriendo mis heridas hasta detenerse en mi 
estómago vendado. 
-No, Nicholas, estás herido, ni siquiera puedes respirar sin que te duelan 
las costillas, estoy segurame dijo colocando sus manos en las mías 
cuando empecé a subirle la camiseta. 
Joder, me importaba una mierda el dolor que sentía en el cuerpo. Había 
un dolor más fuerte que necesitaba calmar. 
-No te preocupes por mí, pecas, el placer será más fuerte que el dolor, te 
lo aseguro-le dije tirando de su camiseta y dejándola en sujetador 
delante de mí. Se me puso dura solo con mirarla. 
Sentí como su corazón latía enloquecido cuando empecé a besarla por 
encima de los pechos. Su latido en el cuello era tan fuerte que podía 
incluso ver la sangre bombeando por todo su sistema, preparándola 
para mí. 
Le acaricié la espalda con mis manos, había olvidado lo suave que era, 
lo perfecta que era... a veces no podía creer la suerte que tenía. Cuando 
mi mano se detuvo en el cierre de su sujetador se echó hacia atrás, 
apartándose, alejándose de mis brazos. 
-Joder-solté sin siquiera pensarlo.



#4865 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.