NICK
La había cagado, lo sabía; el miedo en su rostro al verme perder los
nervios lo confirmaba, pero ya nada me importaba, estaba aquí
conmigo, otra vez, y me moría por besarla.
Al juntar sus suaves labios con los míos, sentí un pinchazo de dolor allí
donde estaba el puñetero corte. Aún así no me aparté.
Las manos de Noah tiraron de mí con insistencia y sentí como todo mi
cuerpo se encendía. Pero entonces, de repente se apartó.
- ¿Te he hecho daño?-dijo con alarma recorriendo mi rostro con sus ojos
gatunos, esos ojos adorables, llenos de pestañas húmedas, húmedas por
lagrimas que otra vez, yo había puesto ahí.
- No-respondí distraído, bajando mis manos a su cintura y tirando de
ella hacia a mí otra vez. - Esto es la gloria, llevo semanas queriendo
meter mi lengua en tu boca.
Noah me miró con el ceño fruncido echándose hacia atrás sin dejarme
alcanzar sus labios.
-Te has quejado de dolor-afirmó reteniendo mi rostro en sus manos.
¿Qué?
-Yo no me he quejado.
Una sonrisa se dibujó en sus labios... esos labios.
-Lo has hecho-repitió y su dedo bajo por mi pómulo y con delicadeza
recorrió mi labio inferior. Apreté la mandíbula con fuerza. Sí, me dolía,
pero no era nada comparado con el dolor de no poder tocarla durante
días, ni besarla, ni hacerle el amor.
-Voy a curarte la mano. -dijo entonces muy resuelta.
Me apartó y se soltó de mi agarre. Me hubiese gustado estar más ágil,
tirar de ella, cargármela al hombro y meterla en mi habitación, pero
tenía una costilla casi rota, me habían dicho los médicos que no debía
levantarme de la cama, y ahí estaba yo, sin hacer caso como siempre.
La observé mientras entraba en la cocina. Por fin mi apartamento
parecía tener vida. El gato salió de vete tú a saber donde, y empezó a
restregarse contra los bonitos pies de Noah.
- ¡Hola, N, bonito!-exclamó ella, efusiva agachándose para coger al
bicho ese. Me senté en la silla de la cocina mientras observaba como mi
novia le hacía carantoñas a nuestro gato y a la vez buscaba un botiquín
de primeros auxilios.
Cuando lo encontró vino hacía a mí y se sentó girando su silla para
encararme.
-Estás preciosa-le dije y me encantó ver como se ruborizaba.
-No puedo decir lo mismo de ti.
Sonreí y me dolieron partes de la cara que no sabía ni que existían.
-Dame la mano-me dijo con dulzura.
Hice lo que me pedía y mientras la observaba limpiar mi herida, que en
realidad, apenas tenía sangre, solo dos cristalitos clavados por sus
puntas, me fijé en que estaba incluso más guapa que cuando se había
marchado. Su pelo estaba más rojizo, con mechas rubias ahí y allá, y su
piel estaba bronceada por el sol, con un color anaranjado que realzaba
los rasgos de su rostro. Sus labios siempre se hinchaban después de
llorar... y después de enrollarnos, y mientras los miraba no podía dejar
de pensar en todas la cosas que tenía ganas de hacerle. Quería esos
labios sobre mi cuerpo, esas manos en mi espalda...
-Nicholas, te estoy hablando-me dijo más alto, sacándome de mi
ensoñación.
-Lo siento, ¿Qué decías?-dije intentando controlar el deseo que se estaba
avivando en mi interior.
-Te estaba preguntando que cómo está Lion.
Lion... no quería ni oír su puto nombre.
-Estuvo varias horas en urgencias, pero está bien, ya está en su casa.
La mirada de Noah estaba clavada en mi herida, limpiándola,
desinfectándola...
- ¿Y Jenna?-preguntó a la vez que se estiraba sobre la encimera para
alcanzar unas tijeras. Al hacerlo me ofreció un primer plano de sus
pechos y tuve que respirar hondo para tranquilizarme. ¿Teníamos que
hablar de chorradas? Me importaba una mierda Jenna, la verdad; sí,
sabía lo que había ocurrido, no, no le habíamos dicho que estábamos traficando con droga, más bien su novio, pero al menos ella estaba
cuidándole.
-Esta con él, seguramente dándole el coñazo-dije impaciente porque
terminase con mi herida y me mirase de una vez.
Parecía nerviosa, lo noté por su forma de guardar y colocar las cosas en
el botiquín. ¿Se iba a poner a ordenar esa mierda?
¿Ahora?
-Quiero hacerte el amor -. dije sin más.
Y ahí estaba, su mirada, clavada en la mía tal y como yo quería.
-No puedes-me contestó entonces poniéndose de pié y con la voz
temblándole ligeramente.
Tiré de ella hasta colocarla entre mis piernas abiertas. Sus ojos estaban
a mi altura.
-Sabes que siempre puedo-dije colocando una mano en su espalda y
atrayéndola hacia a mí.
Me miró dudosa, recorriendo mis heridas hasta detenerse en mi
estómago vendado.
-No, Nicholas, estás herido, ni siquiera puedes respirar sin que te duelan
las costillas, estoy segurame dijo colocando sus manos en las mías
cuando empecé a subirle la camiseta.
Joder, me importaba una mierda el dolor que sentía en el cuerpo. Había
un dolor más fuerte que necesitaba calmar.
-No te preocupes por mí, pecas, el placer será más fuerte que el dolor, te
lo aseguro-le dije tirando de su camiseta y dejándola en sujetador
delante de mí. Se me puso dura solo con mirarla.
Sentí como su corazón latía enloquecido cuando empecé a besarla por
encima de los pechos. Su latido en el cuello era tan fuerte que podía
incluso ver la sangre bombeando por todo su sistema, preparándola
para mí.
Le acaricié la espalda con mis manos, había olvidado lo suave que era,
lo perfecta que era... a veces no podía creer la suerte que tenía. Cuando
mi mano se detuvo en el cierre de su sujetador se echó hacia atrás,
apartándose, alejándose de mis brazos.
-Joder-solté sin siquiera pensarlo.