NOAH
Aunque haber escuchado que algo se rompía en el piso de abajo me
había dejado petrificada de miedo, por unos instantes había agradecido
la interrupción.
¿A qué tienes miedo?
Esa pregunta era tan complicada, abarcaba tantos ámbitos de mi vida y
podía contestarse de tantas formas distintas que lo convertía en la peor
pregunta que alguien podía hacerme y mucho más viniendo de Nicholas.
Si yo empezaba a soltar por la boca todos los miedos que en mi mente
seguían tan presentes podía meterme en muchos problemas, porque
había cosas que eran mejor dejarlas enterradas bien al fondo, aunque
algunas se empeñasen en salir y amargarme la vida.
-Dime que has puesto la alarma, Noah-me dijo entonces Nicholas
acercándose a mi puerta cerrada y entreabriéndola para poder
asomarse en silencio y escuchar atentamente.
-¿Tenemos alarma?-pregunté sintiéndome como una idiota y empezando
a asustarme de verdad.
Nicholas me fulminó con la mirada.
-Joder, Noah-dijo simplemente y salió al pasillo indicándome que me
quedara quieta donde estaba.
Le ignoré y me pegué a él escuchando atentamente.
Por unos segundos no se escuchó nada además de nuestras
respiraciones, pero entonces lo siguiente en escucharse fueron unas
voces... voces de hombre.
Nicholas se giró deprisa, me cogió del brazo y se metió conmigo en la
habitación otra vez. Le miré aterrorizada cuando se llevó el dedo a los
labios indicándome que me mantuviese callada.
-Dime que tienes el móvil aquí-me susurro intentando parecer calmado,
aunque pude ver que le estaba costando lo suyo.
Asentí y maldije entre dientes un segundo después.
-Mierda, me lo he dejado en la piscina-susurré.
¿Cómo podía ser tan estúpida? Siempre tenía el teléfono conmigo y
ahora que lo necesitábamos me lo dejaba fuera en el jardín.
-Pues el mío está abajo, en la mesita al lado de la puerta.
Vi como su cerebro empezaba a trabajar con rapidez.
-Escúchame-dijo entonces cogiéndome la cara entre sus manos-quiero
que te quedes aquí-negué con la cabeza-Joder, Noah, quédate aquí, yo
iré a buscar el teléfono que hay en el cuarto de mi padre y llamaré al
911.
-No, no, quédate conmigo-dije desesperada, Dios estaba tan asustada,
nunca me había visto en vuelta en un atraco ni nada parecido, el
secuestro había sido horrible, sí que es verdad, pero eso no significaba
que me hubiese hecho más fuerte a la hora de afrontar situaciones de
este estilo, sino más bien más cobarde, tenía tanto miedo que me
temblaban las manos.
-Nicholas, han cortado la luz, no va a haber línea-dije cayendo en la
cuenta.
Antes de poder contestarme escuchamos las voces otra vez, solo que
esta vez se escucharon más de cerca. Nicholas me calló colocando una
mano en mi boca y entonces oímos como las voces de dos tíos se
escuchaban subiendo las escaleras.
-Tenemos que ir a mi habitación-me dijo entonces. Sus ojos estaban fijos
en la puerta, se colocó delante de mí y la abrió apenas para poder
asomarse y mirar.
- ¿Qué?-exclamé con la voz ahogada- ¿Para qué? No, Nicholas,
quedémonos aquí.
Ahora las voces se escuchaban más lejanas y eso quería decir que en
vez de tirar para nuestro pasillo habían decidido ir a donde estaba la
habitación de nuestros padres.
Se giró hacia a mí, me observó unos instantes y lo que fuera que vio en
mi rostro pareció dejarle claro que hiciese lo que hiciese iba a tener que
llevarme consigo.
-Ponte detrás de mí y no hagas ruido-dijo abriendo la puerta y saliendo a
la oscuridad del pasillo. Aquella situación me superaba, y otra vez me
veía envuelta en situaciones a oscuras que era mejor no recordar y que
solo hacían avivar mi miedo a la oscuridad. Si me ponía a pensar, no
había nada bueno que pasase a oscuras... bueno, solo una cosa, pero no
era momento para pensar en eso.
Por suerte la habitación de Nicholas estaba nada más cruzar el pasillo.
Entramos deprisa y Nick cerró su puerta con pestillo.
Me quedé quieta en medio de su habitación mientras lo veía trastear en
su armario. Entonces sacó una caja de debajo de una especie de caja
fuerte.
-Métete en el baño-me pidió y al ver que me quedaba quieta en el lugar
se me acercó y tiró de mí para meterme él mismo.
- ¿Qué tienes ahí?-le pregunté sintiendo que el miedo me impedía
respirar con facilidad.
-Nada-susurró mientras se acercaba a la ventana y la abría.
Se asomó y entonces al hacerlo vi lo que sobresalía de la parte superior
de sus vaqueros.
- ¡¿Qué demonios haces con un arma, Nicholas?!-tuve que hacerme de
todo mi autocontrol para mantener el tono de voz bajo.
Se giró mirándome con seriedad.
-Quiero que bajes por esta ventana, Noah-dijo ignorando mi pregunta-El
árbol tiene muchas ramas no te va resultar difícil.
Las lágrimas amenazaron con bajar por mis mejillas otra vez.
-No, no pienso hacerlo-dije aterrorizada.
-Para de llorar-exclamó perdiendo la paciencia-Hay dos delincuentes en
esta casa, y no pienso dejar que te pongan un solo dedo encima, así que
baja por el puto árbol.
Le miré negando con la cabeza... no podía arriesgarme, no podía volver
a caerme por una ventana... no, simplemente no podía hacerlo.
-Nicholas no puedo-dije en un susurro inaudible ahogado por mis
lágrimas.
¿Por qué estaba el destino empeñado en hacerme revivir cosas que
deseaba dejar atrás con tanta desesperación?
- ¿Por qué no?-me preguntó con incredulidad, observándome como si
estuviese loca, como si no fuese consciente de que corríamos peligro,
que estábamos en la casa de un millonario, y no de uno cualquiera, que
habían cortado las luces, y que eso demostraba que llevaban tiempo
planeando esto, porque debían de saber que William iba a estar fuera, al
igual que los miembros del servicio y yo incluida.