NICK
Cuando abrí los ojos aquella mañana lo primero que vi fue el rostro de
Noah a escasos centímetros de mí. Tenía su cabeza en mi hombro y casi
todo su cuerpo encima del mío. Tuve que contenerme para no echarme a
reír, parecía como si hubiese intentado escalar por mi cuerpo y se
hubiese quedado a medio camino.
Le aparté un mechón de pelo de la cara con cuidado y dejé que mi
pulgar rozara con cuidado su piel llena de pecas...esas pecas que me
volvían loco, esas pecas que no solo estaban en su rostro sino también
sobre sus pechos, en sus esbeltos hombros, en la parte baja de su
espalda... me encantaba saber que yo era el único que conocía ese
cuerpo a la perfección, era el único que sabía en qué lugar estaba cada
lunar, cada marca, cada curva y cada herida.
Me fijé en su tatuaje, ese pequeño tatuaje que estaba debajo de su oreja;
el mismo que yo me había hecho en mi brazo.
Cuando decidí hacérmelo simplemente fue porque me gusto la idea de la
fuerza que puede llegar a tener algo simple si lo entrelazas de una
forma determinada, pero ahora significaba mucho más que eso, ahora
quería creer que había sido por ella que había decidido tatuarme ese
dibujo... era ridículo pensar eso pero esa idea no dejaba de circular por
mi mente, que ambos, a lo mejor, nos habíamos hecho el tatuaje porque
sabíamos que terminaríamos encontrándonos...
Mi teléfono empezó a sonar. Estiré el brazo y lo cogí. Era Anna, la
asistenta social de Maddie.
Me levanté de la cama con cuidado de no despertar a Noah y salí al
pasillo para poder hablar.
-Tu madre ha decidido que puedes quedarte el fin de semana que viene
con Madison.
Me detuve a medio camino de las escaleras.
- ¿Qué mi madre qué?-repetí con incredulidad. Era imposible que esa
mujer hubiese decidido ceder a esto, no habiéndole dicho que era una
puta hacia solo unos días, no habiéndome negado a verla, como ella
quería.
Al otro lado de la línea escuché a Anne suspirando.
-Nicholas, he hablado con ella hace cinco minutos, me ha dicho que
puedes quedártela de jueves a domingo.
- ¿Y no te ha dicho nada más? ¿Así sin más me la va a dejar?- esto era
de lo más insólito, llevaba una eternidad intentando que me dejasen
traer a mi hermana unos días conmigo, mi madre no hacía nada sin
recibir algo a cambio.
- ¿Quieres quedarte a tu hermana esos días o no? dímelo porque tengo
trabajo que hacer.
Esa mujer era de lo más repelente.
-Claro que quiero quedármela, llevo años intentándolo, ¿Cuándo tengo
que ir a recogerla?-pregunté repentinamente ansioso, y sintiendo una
alegría crecer en mi pecho. Había muchas cosas que me había perdido
de mi hermana, nunca la había visto en pijama por ejemplo, se que es
una tontería, pero era su hermano, nunca había podido llevarla a
desayunar, o ver como se despertaba por las mañanas...
tenerla durante cuatro días iba a ser todo un acontecimiento y de
repente me puse nervioso solo de pensarlo.
-Yo la llevaré, mándame tu dirección y el jueves por la tarde estaremos
allí-dijo simplemente.
- ¿Vas a viajar hasta Los Ángeles?-no pude evitar preguntarle, esa mujer
no había salido de Nevada en toda su vida, no la veía cogiendo un avión
o peor, un coche para traerme a mi hermana pequeña.
Se hizo un silencio extraño al otro lado de la línea.
-Tengo cosas que hacer en la cuidad, visitar a un familiar, por eso no me
importa llevártela. -me explicó unos segundos después.
Acepté su respuesta, la verdad es que me importaba una mierda lo que
tuviese que hacer, solo podía pensar en que mi hermana iba a estar
conmigo sin toque de queda ni supervisión.
Asentí y quedamos en hablar para concretar los detalles.
Justo cuando iba a girar por el pasillo para entrar en la habitación,
Noah salió, con la cara de medio dormida y el pelo todo revuelto.
Una sonrisa inmensa se dibujó en mi rostro. Vi que se me quedaba
mirando unos instantes antes de que mi sonrisa la contagiara.
- ¿Qué te pasa?-preguntó, la emoción de verme feliz reflejándose en su
rostro.
-Mi madre a decidido dejarme a Maddie durante cuatro días-lo dije y no
daba crédito a lo que escuchaban mis oídos. El capullo de Robert
siempre se había negado en rotundo, no entendía que había pasado para
que cambiasen de opinión pero estaba que no me lo creía.
Los ojos de Noah se abrieron sorprendidos y me sonrió con alegría. Sin
esperar un segundo se acercó para colocar sus manos en mi nuca.
-Eso es estupendo, Nick-dijo besándome suavemente en la mejilla.
La atraje hacia a mí y enterré mi cara en su cuello, oliendo su perfume y
siéndome jodidamente bien por una vez.
Mi padre y Rafaella llegaron a la hora de almorzar. Yo había hablado
con mi padre la noche anterior justo después de que se llevasen a esos
cabrones de casa. Le había explicado lo ocurrido y después de
preguntarme unas diez veces si estábamos bien, habían aceptado en no
venirse de inmediato para casa. No quería ni pensar en cómo iba a estar
Rafaella, lo único que necesitaba esa mujer era otro motivo para
preocuparse por Noah.
A diferencia de la mayoría de mis amigos yo no contaba con unas
vacaciones de mes y medio, el lunes debía estar en la oficina para las
prácticas remuneradas de la empresa de mi padre por lo que no tuve
más remedio que despedirme de Noah nada más bajar el sol. Habíamos
pasado la tarde en la playa, y después de llevarla a casa aparqué el
coche en la entrada y le hice prometerme que pasaría esos cuatro días
que mi hermana venía conmigo en el piso.
- ¿No quieres estar tú solo con ella?-me preguntó mientras me apoyaba
en el capó del coche y tiraba de ella para colocarla entre mis piernas.
Tenía la nariz y las mejillas quemadas por el sol y de alguna manera esa
rojez hacían que sus ojos brillaran de una forma diferente.
-Solo hay una persona con la que siempre quiero estar a solas y no es
una niña de seis años precisamente-le dije acercando mi nariz a su
clavícula y respirando el aroma a mar que desprendía su tostada piel.
-Lo digo en serio, Nick-me dijo tirando de mi pelo hacia atrás y
mirándome a los ojos. -Entiendo si quieres pasar tiempo a solas con ella,
has esperado esto durante un montón de tiempo...
-Venga ya, Noah, la enana te adora, además alguien va a tener que
encargarse de hacerle de comer y esas cosas-dije medio en broma— Me
pegó un puñetazo amistoso en el hombro y me sacó la lengua como una
niña pequeña.
-Si te portas bien, a lo mejor-dijo sonriendo-Hablaré con mi madre.