NOAH
Aquella tarde había quedado con Jenna. Hacía más de un mes que no la
veía, desde que me había ido a Europa, y tenía la sensación de que me
estaba evitando. Por fin había aceptado que me pasase a verla por su
casa, y eso mismo estaba haciendo en aquel instante. Me bajé de mi
coche, que pude aparcar en una de las cuatro plazas disponibles que
tenía la familia Tavish y llamé a la puerta esperando que me abrieran.
En estos últimos meses había pasado mucho tiempo en casa de Jenna,
habíamos estudiado juntas, preparado brownies de chocolate y pasado
noches de chicas en donde nos pasábamos horas criticando o alabando
a nuestros novios. A pesar de eso, aún me seguía impresionando las
grandes dimensiones de la casa. Era de las más imponentes de la
urbanización, y eso ya era decir mucho aunque también había que tener
en cuenta que la familia de Jenna era mucho más grande. Sus dos
hermanos pequeños eran unos demonios y más de una vez había tenido
que presenciar como se mataban a gritos; con doce y cocho años eran
unos mimados aunque también adorables, todo hay que decirlo.
Esperé en la puerta y no pude evitar admirar el inmenso jardín
delantero que tenían; a diferencia de los Leister, ellos no contaban con
un portón privado sino que daba a la calle directamente, aunque había
que andar un buen tramo hasta llegar a la puerta. Tenían un montón de
árboles altísimos con columpios de color amarillo, y un pequeño
estanque con ranas y bonitas flores, justo a la derecha de la casa
dándole un aire de ensueño. Casi todas las mansiones de aquella
urbanización eran increíbles pero la de Jenna tenía un toque especial, un
toque del que estaba segura Jenna era responsable.
-Pase, señorita Morgan-me dijo Lisa, la asistenta invitándome a entrar.
Le sonreí y como siempre que entraba en esa casa tuve que llevarme las
manos a los brazos.
Siempre tenían el aire acondicionado a tope y hacía un frío que te
morías. Jenna me había dicho que era cosa de su madre y por esa
misma razón tenían incluso varios jerséis disponibles para los invitados
que, con mala memoria como yo, se les olvidaba coger una chaqueta en
pleno agosto.
- ¿Jenna está en su habitación?-le pregunté a la dulce asistenta. A lo
lejos se escuchaba el ruido de los video juegos en marcha, lo que
confirmó que los hermanos de Jenna estaban en casa.
-Sí, la está esperando-me contestó la vez que se marchaba casi
corriendo cuando el ruido de algo al romperse llenó la estancia.
Me reí y fui directamente hacia las escaleras. Al contrario que en mi
casa, las escaleras estaban en una sala aparte, donde un salón
elegantemente decorado y un bar con miles de botellas de distintos
licores te instaba a quedarte allí más que subir al piso superior.
Cuando llamé a la puerta de la habitación de mi amiga y entré, me la
encontré rodeada de maletas y de pilas de ropa por todo el suelo.
Estaba sentada como un indio sobre su alfombra de cebra y su cabello
estaba recogido en lo alto de la cabeza en un moño desenfadado.
Una sonrisa apareció en su rostro cuando me vio y se levantó para
darme un abrazo.
-Te he echado de menos, rubita-me dijo soltándome un momento después
sin añadir nada más. Me sorprendió que no estuviese saltando como
loca, o que no me arrastrara de inmediato hasta su cama para empezar
a hablar y a preguntarme cosas. Vi en su rostro que había algo que la
preocupaba, algo que había chupado toda su forma de ser enérgica y
divertida.
- ¿Qué estabas haciendo?-le dije intentando disimular mi preocupación.
Jenna miró a su alrededor, despistada.
- ¡Ah, esto!-dijo sentándose otra vez en el suelo, e invitándome a mí a
hacer lo mismo-Estoy decidiendo que me voy a llevar a la universidad,
¿te puedes creer que falte menos de dos semanas?-me dijo y al contrario
de todas las veces que habíamos hablado sobre la universidad, nuestra
independencia, y cómo haríamos para visitarnos la una a la otra, al
decirlo, parecía más preocupada por marcharse que otra cosa.
-Yo ni siquiera he empezado hacer las maletas todavía...-dije y me puse
nerviosa sabiendo que dentro de nada iba a tener que enfrentarme a mi
madre y decirle que me iba a vivir con Nick. También tenía que
contárselo a Jenna pero algo me dijo que ese no era el momento.
La ayude unos minutos a doblar algunas camisetas y mientras me
desvivía por averiguar que podía haberle pasado, me dediqué a mirar a
mí alrededor, distraída.
El cuarto de Jenna era lo opuesto al mío, mientras que mi habitación era
azul y blanca y llamaba a la tranquilidad y a la relajación, el cuarto de
Jenna era todo lo contrario, las paredes estaban pintadas de color rosa
fucsia, y los muebles eran todos negros. En una de las paredes había un
inmenso maniquí con miles de collares enredados que en más de una
ocasión habíamos intentado desenredar, sobre todo porque los collares
eran chulísimos y queríamos ponérnoslos, aunque finalmente habíamos
desistido y los miles de collares habían pasado a ser algo decorativo. En
otra de las paredes, un sofá de cebra color blanco y negro a juego con
su alfombra, te invitaba a quedarte mirando la televisión de plasma que había en la otra pared. Al igual que yo, tenía un vestidor, solo que este
era un desastre en aquellos momentos.
El disco de Pharrel Williams sonaba de fondo y otra vez me extrañó que
ni siquiera estuviese tarareando las letras de las canciones.
La observé unos segundos más. ¿Desde cuándo Jenna Tavish se pasaba
más de cinco minutos en silencio?
Dejé la camiseta que estaba doblando sobre el suelo.
-Ya puedes estar diciéndome que es lo que te pasa-dije en un tono un
poco más duro de lo que me hubiese gustado emplear en un principio.
Jenna, sorprendida, levantó la mirada del suelo y la clavó en mí.
- ¿Qué dices? No me pasa nada-contestó, pero se levantó de inmediato,
dándome la espalda y fue hacia su cama. Una cama inmensa que en ese
momento estaba a rebosar de ropa interior y de revistas de moda.
La miré con el ceño fruncido desde mi lugar en el suelo.
-Jenna, nos conocemos, ni siquiera me has preguntado por el viaje, se
que te pasa algo, suéltalo-dije levantándome y acercándome a ella. No
me gustaba verla así, no me gustaba que mi amiga, mi mejor amiga,
alegre y vivaracha, estuviese así de deprimida.
Cuando levantó la cabeza de un papel que tenía entre las manos vi que
tenía los ojos un poco húmedos.
-He discutido con Lion... nunca le había visto así, nunca me había
gritado así-Una lágrima se derramó por su mejilla y me acerque a ella,
sorprendida por lo que me decía.
Lion era un sol, bastante capullo a veces, al igual que Nick, pero al fin y
al cabo un sol, a Jenna la tenía entre algodones, no entendía que podría
haber pasado para que hubiesen discutido.
- ¿Por qué os habéis peleado?-pregunté temiendo que hubiese sido por lo
de la paliza del otro día y aquel lío en el que Lion se había metido... y
había terminado metiendo a mi novio también; aunque decidí dejar eso a
un lado.
Jenna se rodeó las piernas y apoyo la cabeza sobre sus rodillas.
-He decidido no ir a Berkley-me soltó entonces.
Abrí los ojos por la sorpresa. Jenna había trabajado muy duro para
poder ir a la misma universidad que su padre, que más decir que era
una de las mejores universidades del país.