NICK
Noah tenía el móvil apagado. Llevaba así toda la tarde y estaba
empezando a cabrearme... en realidad estaba preocupado pero intenté
no llevar mi ansiedad a niveles que sabía nada bueno podía traer a la
situación. Mi hermana estaba conmigo, Anne me la había traído como
ella había prometido, y estaba feliz de tenerla por cuatro días solo para
mí. No iba a dejar que nada arruinara estos días con mi enana, de
ninguna manera, y Noah... prefería pensar que simplemente se había
quedado sin batería.
- ¡NICK!-gritó Maddie llamando mi atención con aquella voz suya tan
particular. Me giré hacia ella; estábamos en Santa Mónica, en el puerto.
Siempre le había hablado a Maddie de aquel sitio, de la playa, de las
atracciones, de cómo los niños se subían a la noria y veían el mar
cuando estaban en lo más alto... En ese momento mi hermana pequeña,
al contrario que cualquier niño normal, llevaba con la cabeza pegada al
cristal de una de las muchas piscinas donde exponían moluscos y bichos
marinos en el acuario que había allí.
Me acerqué a ella
-Mad, si los tocas pueden hacerte daño con las pinzas-trate de
advertirle. Estábamos en la parte de la tienda donde vendían algunos de
esos bichos. Cogí a Maddie por la cintura y la saqué de allí, no tenía
más ganas de estar entre esos bichos, además fuera ya se hacía de
noche e inseguro empecé a preguntarme a qué hora debía la niña cenar
e irse a dormir.
Ya fuera, la corriente que venía desde el mar nos dio de lleno. Madison
tenía unos pantaloncitos blancos, que hacía horas habían dejado de
serlo, por cierto, y una camiseta de mangas cortas.
- ¿Tienes frío, enana?-le pregunté antes de quitarme mi chaqueta y
agacharme para ponérsela.
Una sonrisa divertida apareció en sus labios rollizos.
- ¿Estas contento de que esté aquí?-me preguntó entonces, y vi en sus
inocentes ojos que mi respuesta le importaba más de lo que debería.
Sonreí mientras le subía la cremallera. Parecía un pequeño fantasma
con la tela casi llegando al suelo, pero mejor eso a que cayera enferma.
-¿Estás tú contenta de estar aquí?-le pregunté mientras le arremangaba
las mangas.
-Claro que sí-dijo emocionada-.Eres mi hermano preferido, ¿te lo había
dicho?
Solté una carcajada. Como si tuviese más hermanos.
-No, no me lo habías dicho, pero tú también eres mi hermana preferida,
así que perfecto ¿no?
La sonrisa que me dedicó me llegó al corazón, literalmente.
Mi hermana era mi talón de Aquiles, la adoraba, era la inocencia pura y
dura, la representación de todo lo bueno del mundo...
seguramente estaba exagerando, pero era la verdad, era mi pequeño
orgullo personal, estaba orgulloso de ser su hermano, aunque me
hubiese gustado que mi madre no hubiese tenido nada que ver con su
creación, claro.
Estiró los brazos para que la cogiera, y me la subí a la cabeza. Cuando
lo hice muchos niños a mi alrededor la miraron con envidia, y contuve
una sonrisa cuando algunos padres me fulminaron con la mirada
teniendo que hacer lo mismo por sus pequeños enanos.
- ¿Nos subimos a la noria?-le pregunté y su entusiasmada respuesta me
perforó el tímpano, otra vez.
El puerto estaba a rebosar de gente con sus respectivas familias y el
ruido del oleaje a lo lejos te incitaba a quedarte y no irte de allí jamás.
Pocas eran las veces en donde disfrutaba de este tipo de actividad,
normal y sana, sin malos royos de por medio ni preocupaciones que
conseguían sacar lo peor de mí mismo. El atardecer estaba siendo
precioso y justo cuando iba a sacar el teléfono para volver a intentar
ponerme en contacto con mi otra rubia infernal, la sentí.
Unos segundos después mi mirada la divisó entre la gente y ella la mía
también.
Una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro y supe que mi cara
debía demostrar lo mismo.
- ¡Eh, Maddie!-grito Noah, deslumbrante como siempre y captando la
atención de mí hermana.
La bajé, y no tardó ni un segundo en salir corriendo.
- ¡Noah!-gritó ilusionada y me reí viéndola correr hacia ella.
La alegría en mi interior se hizo aún más grande cuando Noah se puso a
su altura y la levantó del suelo en un dulce abrazo.
Que Maddie se acostumbrase a Noah había sido más fácil de lo que
había esperado, no es que Noah no fuese un amor, era Noah, pero Mad
no era una persona muy fácil, todo hay que decirlo. Yo la adoraba,
porque era mi hermana, pero también podía ser a veces un poco
insufrible y osca, no se llevaba bien con cualquiera, no le gustaba que
invadiesen su espacio personal, no si no tenía la confianza suficiente, y
también, siendo sincero, era un pelín malcriada, bueno como cualquier
niña de seis años a la que los padres le compraban absolutamente todo.
Era mi princesa de las tiniebla como a mí me gustaba llamarla.
Pero Noah la adoraba y Maddie también así que, no había problema.
Cuando las alcancé, Noah me dirigió una mirada que se me hizo un
poco extraña, como si estuviese aliviada de verme o algo así. Le sonreí y
la atraje hacia a mí, con Maddie entre los dos.
- ¡Noah, subamos a la noria, subamos los tres!-Maddie tiró hacia abajo
moviendo sus piernecitas para que la soltara y salió corriendo hacia la
zona de las atracciones. Sin quitarle los ojos de encima le pasé el brazo
a Noah por los hombros y la besé en la cabeza mientras seguíamos a mi
hermana.
- ¿Estás bien?-le pregunté.
-Claro, tu hermana está preciosa, por cierto-dijo cambiando de tema.
- ¿Sin las dos paletas?-dije divertido-He tenido que hacerme de todo mi
autocontrol para no meterme con ella, pecas.
Noah se rió pero no hizo ningún comentario al respecto.
Había algo extraño en ella, pero lo dejé correr por el momento.
Nos reunimos con Maddie en la noria y pagué el pase para los tres.
Mi hermana empezó a hablar sin parar, contándole en su lenguaje
infantil todas las cosas que habíamos hecho, y como había sido volar en
el avión y lo mucho que se alegraba de estar aquí. Noah le seguía la
conversación, divertida con la pequeña y sonriéndome cada vez que
giraba la cabeza hacia a mí.
- ¡Mira, Nick!-dijo Mad encaramándose al borde del asiento.
La verdad es que creo que nuca antes había subido en este chisme, y si
lo había hecho no lo recordaba. Sé que es algo típico de aquí, y
seguramente por eso mismo nunca venía.