Culpa tuya

Capítulo 29

NOAH 
No podía quitarme de la cabeza lo que la madre de Nicholas me había 
confesado y escuchar de primera mano como Nick afirmaba que su 
padre nunca estaba en casa hizo que todo mi cuerpo se erizara de forma 
desagradable. Si lo que Anabell decía era cierto: que William estaba con 
mi madre desde que ambos éramos pequeños, entonces había sido él, o 
bueno, su affaire lo que había causado que Nick sufriera de pequeño y 
que su madre se volviese loca. 
No podía creer que mi madre engañase a mi padre, por muy hijo de 
puta que fuese, mi madre nunca se hubiese atrevido a hacerle eso... 
además, era algo imposible, vivían en países distintos, nunca hubiese 
funcionado. 
Y no lo hizo... hasta hace solo un año. 
No quería ir más allá, no quería seguir por un camino que no sabía si 
iba a poder recorrer sola, una sensación desagradable y oscura se 
cernía sobre mí obligándome a dejar de pensar en todo lo que aquella 
mujer me había intentado hacer creer. 
Me centré en Nicholas, como siempre, él era mi medicina, mi 
distracción, mi lugar seguro. 
Nick me obligó a girarme, y agradecí el tamaño de aquella bañera. 
-¿Dónde quieres hacerlo, en la bañera o en la cama?-me preguntó por 
con aquella mirada oscura, aunque también entre vi que necesitaba de 
mi contacto y más después de haber removido su pasado. Yo también lo 
necesitaba, porque como me pusiese a darle vueltas a todo este asunto 
iba a terminar descubriendo verdades que prefería que se quedasen 
escondidas... al menos por ahora. 
Me sentó sobre sus piernas y nuestras bocas volvieron a unirse de forma 
dulce. Ambos nos necesitábamos en ese momento, porque hoy había 
sido un día intenso para los dos, aunque distintos en todos los sentidos. 
Con sus manos en mi espalda casi acunándome hacia atrás se inclinó 
sobre mí y saboreó mi boca con veneración. Mis manos fueron subiendo 
por sus hombros hasta posarse en sus mejillas ásperas y húmedas por el 
agua que nos rodeaba; su fragancia inundó todos mis sentidos y sentí 
como me calentaba por dentro.

-Eres tan preciosa-dijo en voz baja contra mi piel hirviendo. 
Su boca se separó de mis labios y fue recorriendo mi mandíbula, 
depositando pequeños mordiscos hasta llegar a mi cuello. 
Mis manos bajaron por su pecho, por sus abdominales hasta que sus 
manos apretaron mi espalda para que nuestros torsos estuviesen en 
contacto, piel con piel, sin separación ninguna. -Tan cálida, tan suave- 
iba diciendo a medida que su boca y su lengua saboreaban mi piel 
desnuda y húmeda. 
Me inclinó hacia atrás mientras yo soltaba un suspiro entrecortado al 
sentir como sus manos subían y bajaban por mi espalda, y su boca se 
apoderaba de mi pecho izquierdo, chupando y succionando mi piel 
sensible, ávida de sus caricias. 
Me incorporé y le apreté con mis piernas sus caderas, él buscó mi boca 
con la suya y volvimos a repetir la danza más antigua, nuestras lenguas 
saboreándose la una a la otra... 
-Mírame-dijo entonces, separándose de mí y al abrir mis ojos vi que los 
suyos estaban fijos en mi rostro, tan azules como siempre, pero con algo 
diferente, algo que no sabía expresar con palabras-te amo y voy a 
amarte toda mi vida-dijo y sentí como mi corazón se paralizaba, se 
detenía para reanudar su carrera frenética; sin apartar mis ojos de los 
suyos me levantó despacio con el brazo que rodeaba mi cintura y con su 
otra mano guió su erección a mi entrada, penetrándome con cuidado, 
con infinita lentitud... abrí a boca para soltar un grito pero sus labios 
me callaron con un beso profundo. 
- ¿Lo sientes? ¿Sientes la conexión? Estamos hechos el uno para el otro, 
amor-dijo saliendo de mí y volviendo a entrar, marcando un ritmo lento 
pero que me estaba volviendo loca. 
Sus palabras siguieron en mi cabeza mientras me daba placer como 
solo él sabía hacer y solo él haría. 
Te amo y voy amarte toda mi vida. 
-Prométemelo-dije cuando un miedo horrible se apoderó de mi cuerpo y 
de mi alma, un miedo a perderle, un miedo infinito de no llegar a tener 
esto para el resto de mi vida. 
Sus ojos, oscuros de deseo regresaron a los míos, perdidos sin saber a 
qué me refería. 
-Que me querrás siempre, prométemelo-casi le rogué. 
Sin contestarme se levantó de la bañera arrastrándome con él, sus 
manos sujetándome firmemente por los muslos. Mis brazos le rodearon el cuello y enterré mi cara en el hueco de su garganta, mordiéndome el 
labio inferior para no gritar al sentirlo tan dentro de mí mientras me 
llevaba hasta la habitación, ambos chorreando y poniéndolo todo 
perdido. Me dejó en la cama sin separarse ni un centímetro de mí. 
-No hay promesa que valga-dijo mientras nuestras respiraciones 
agitadas parecían llegar a estar en sintonía, estaba a punto de tener un 
orgasmo demoledor y él lo sabía, sus manos atendiendo a cada una de 
las partes de mi cuerpo que necesitaban de su contacto-porque me 
tienes tan cautivado... que soy más tuyo que mío; haré lo que me pidas, 
lo que quieras-dijo mirándome fijamente-Te lo prometo, amor. 
Y así con sus palabras y su cuerpo pegado al mío dejé de sentir frío. 
Los siguientes días fueron geniales. Hablé muy claramente con mi 
madre y terminé quedándome las cuatro noches con Nick. 
Fue increíble compartir todos los momentos que pudo vivir con su 
hermana, momentos que nunca había podido tener debido a la distancia 
y a las pocas horas que le permitían verla. Nick le dio todo a la 
pequeña, todo y más. 
La llevamos a Disney, fuimos al cine a ver una película de dibujos 
animados y estuvimos en la playa. 
Maddie era una niña adorable, aunque un poco solitaria. 
Cuando habíamos estado en la playa, había un grupo de niños jugando 
en la arena, haciendo castillos y cosas así y la niña se paso la tarde 
observándolos desde la distancia, pero sin atreverse a acercarse y jugar. 
Cuando le dije que porque no iba con ellos su respuesta me sorprendió. 
-No quiero jugar con niños que no voy a volver a ver-me dijo mientras 
llenaba un cubo de arena húmeda y lo volcaba con torpeza. Estábamos 
juntas haciendo un castillo mientras Nick hacía surf. Levanté la mirada 
para localizarlo y al ver que seguía vivo me gire hacia a Maddie. 
-No deberías pensar eso, Mad, cuando vuelvas a visitar a Nick pondrías 
tener amigos con los que jugar... si les dejas, claro. 
Sus ojos azules refulgieron con el sol cuando los levantó para mirarme. 
-No creo que vuelva, mami me dijo que solo podía venir esta vez porque 
a mi papi no le gusta Nick. 
Apreté lo dientes al oírla decir eso. Yo sabía muy bien a quien iba a 
chantajear para que Madison pudiese regresar. 
Lo malo es que no sabía si estaba dispuesta a dejarla hacerlo otra vez.



#4892 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

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