NOAH
No podía quitarme de la cabeza lo que la madre de Nicholas me había
confesado y escuchar de primera mano como Nick afirmaba que su
padre nunca estaba en casa hizo que todo mi cuerpo se erizara de forma
desagradable. Si lo que Anabell decía era cierto: que William estaba con
mi madre desde que ambos éramos pequeños, entonces había sido él, o
bueno, su affaire lo que había causado que Nick sufriera de pequeño y
que su madre se volviese loca.
No podía creer que mi madre engañase a mi padre, por muy hijo de
puta que fuese, mi madre nunca se hubiese atrevido a hacerle eso...
además, era algo imposible, vivían en países distintos, nunca hubiese
funcionado.
Y no lo hizo... hasta hace solo un año.
No quería ir más allá, no quería seguir por un camino que no sabía si
iba a poder recorrer sola, una sensación desagradable y oscura se
cernía sobre mí obligándome a dejar de pensar en todo lo que aquella
mujer me había intentado hacer creer.
Me centré en Nicholas, como siempre, él era mi medicina, mi
distracción, mi lugar seguro.
Nick me obligó a girarme, y agradecí el tamaño de aquella bañera.
-¿Dónde quieres hacerlo, en la bañera o en la cama?-me preguntó por
con aquella mirada oscura, aunque también entre vi que necesitaba de
mi contacto y más después de haber removido su pasado. Yo también lo
necesitaba, porque como me pusiese a darle vueltas a todo este asunto
iba a terminar descubriendo verdades que prefería que se quedasen
escondidas... al menos por ahora.
Me sentó sobre sus piernas y nuestras bocas volvieron a unirse de forma
dulce. Ambos nos necesitábamos en ese momento, porque hoy había
sido un día intenso para los dos, aunque distintos en todos los sentidos.
Con sus manos en mi espalda casi acunándome hacia atrás se inclinó
sobre mí y saboreó mi boca con veneración. Mis manos fueron subiendo
por sus hombros hasta posarse en sus mejillas ásperas y húmedas por el
agua que nos rodeaba; su fragancia inundó todos mis sentidos y sentí
como me calentaba por dentro.
-Eres tan preciosa-dijo en voz baja contra mi piel hirviendo.
Su boca se separó de mis labios y fue recorriendo mi mandíbula,
depositando pequeños mordiscos hasta llegar a mi cuello.
Mis manos bajaron por su pecho, por sus abdominales hasta que sus
manos apretaron mi espalda para que nuestros torsos estuviesen en
contacto, piel con piel, sin separación ninguna. -Tan cálida, tan suave-
iba diciendo a medida que su boca y su lengua saboreaban mi piel
desnuda y húmeda.
Me inclinó hacia atrás mientras yo soltaba un suspiro entrecortado al
sentir como sus manos subían y bajaban por mi espalda, y su boca se
apoderaba de mi pecho izquierdo, chupando y succionando mi piel
sensible, ávida de sus caricias.
Me incorporé y le apreté con mis piernas sus caderas, él buscó mi boca
con la suya y volvimos a repetir la danza más antigua, nuestras lenguas
saboreándose la una a la otra...
-Mírame-dijo entonces, separándose de mí y al abrir mis ojos vi que los
suyos estaban fijos en mi rostro, tan azules como siempre, pero con algo
diferente, algo que no sabía expresar con palabras-te amo y voy a
amarte toda mi vida-dijo y sentí como mi corazón se paralizaba, se
detenía para reanudar su carrera frenética; sin apartar mis ojos de los
suyos me levantó despacio con el brazo que rodeaba mi cintura y con su
otra mano guió su erección a mi entrada, penetrándome con cuidado,
con infinita lentitud... abrí a boca para soltar un grito pero sus labios
me callaron con un beso profundo.
- ¿Lo sientes? ¿Sientes la conexión? Estamos hechos el uno para el otro,
amor-dijo saliendo de mí y volviendo a entrar, marcando un ritmo lento
pero que me estaba volviendo loca.
Sus palabras siguieron en mi cabeza mientras me daba placer como
solo él sabía hacer y solo él haría.
Te amo y voy amarte toda mi vida.
-Prométemelo-dije cuando un miedo horrible se apoderó de mi cuerpo y
de mi alma, un miedo a perderle, un miedo infinito de no llegar a tener
esto para el resto de mi vida.
Sus ojos, oscuros de deseo regresaron a los míos, perdidos sin saber a
qué me refería.
-Que me querrás siempre, prométemelo-casi le rogué.
Sin contestarme se levantó de la bañera arrastrándome con él, sus
manos sujetándome firmemente por los muslos. Mis brazos le rodearon el cuello y enterré mi cara en el hueco de su garganta, mordiéndome el
labio inferior para no gritar al sentirlo tan dentro de mí mientras me
llevaba hasta la habitación, ambos chorreando y poniéndolo todo
perdido. Me dejó en la cama sin separarse ni un centímetro de mí.
-No hay promesa que valga-dijo mientras nuestras respiraciones
agitadas parecían llegar a estar en sintonía, estaba a punto de tener un
orgasmo demoledor y él lo sabía, sus manos atendiendo a cada una de
las partes de mi cuerpo que necesitaban de su contacto-porque me
tienes tan cautivado... que soy más tuyo que mío; haré lo que me pidas,
lo que quieras-dijo mirándome fijamente-Te lo prometo, amor.
Y así con sus palabras y su cuerpo pegado al mío dejé de sentir frío.
Los siguientes días fueron geniales. Hablé muy claramente con mi
madre y terminé quedándome las cuatro noches con Nick.
Fue increíble compartir todos los momentos que pudo vivir con su
hermana, momentos que nunca había podido tener debido a la distancia
y a las pocas horas que le permitían verla. Nick le dio todo a la
pequeña, todo y más.
La llevamos a Disney, fuimos al cine a ver una película de dibujos
animados y estuvimos en la playa.
Maddie era una niña adorable, aunque un poco solitaria.
Cuando habíamos estado en la playa, había un grupo de niños jugando
en la arena, haciendo castillos y cosas así y la niña se paso la tarde
observándolos desde la distancia, pero sin atreverse a acercarse y jugar.
Cuando le dije que porque no iba con ellos su respuesta me sorprendió.
-No quiero jugar con niños que no voy a volver a ver-me dijo mientras
llenaba un cubo de arena húmeda y lo volcaba con torpeza. Estábamos
juntas haciendo un castillo mientras Nick hacía surf. Levanté la mirada
para localizarlo y al ver que seguía vivo me gire hacia a Maddie.
-No deberías pensar eso, Mad, cuando vuelvas a visitar a Nick pondrías
tener amigos con los que jugar... si les dejas, claro.
Sus ojos azules refulgieron con el sol cuando los levantó para mirarme.
-No creo que vuelva, mami me dijo que solo podía venir esta vez porque
a mi papi no le gusta Nick.
Apreté lo dientes al oírla decir eso. Yo sabía muy bien a quien iba a
chantajear para que Madison pudiese regresar.
Lo malo es que no sabía si estaba dispuesta a dejarla hacerlo otra vez.