NICK
No me dio tiempo a pasar por el piso para dejar las maletas de Noah,
así que las dejé en el coche y entré casi a la carrera en la oficina.
Nada más llegar me fui directo a la sala de café. Apenas había tenido
tiempo de desayunar y estaba muerto de hambre. Al ver las tazas de
poliestireno recordé a Noah sentada en la entrada aquella mañana con
su pajita y sus mejillas rojas por el frío y una sonrisa de completo idiota
se me formó en la cara.
-¿A quién te has tirado para tener esa cara, cabroncete?-me preguntó el
capullo de Niel, mientras se zampaba uno de los donuts que la
secretaria siempre traía para felicidad de todos.
-Cierra la boca-le contesté llevándome a los labios un donut relleno de
algo que estaba para morirse.
Justo cuando terminaba y me pasaba la servilleta por la boca, Sophia
hizo acto de presencia.
La observé sabiendo que ayer la había dejado bastante tirada, aunque
tampoco es que hubiese sido mi responsabilidad, además estaba con su
padre. La saludé con la cabeza y pasé junto a ella con la intención de
salir.
Se interpuso en mi camino y me miró de forma desafiante.
-¿Sabes que es lo más divertido de que te inviten a cenar a una cena que
no te apetece absolutamente nada y que encima te dejen sola con tu
padre, tu jefe y su mujer?
Tuve que morderme la mejilla para no reírme. La verdad es que visto
así, era gracioso y todo y una parte de mí disfrutó viéndola tan
cabreada.
-Soy todo oídos, Aiken-dije apoyándome contra la mesa y cruzándome
de brazos. A mi espalda estaba seguro que Niel escuchaba atentamente,
divirtiéndose y sacando cotilleos para después compartirlo con su
esposa, aquella mujer que le hacía la vida imposible pero sin la cual no
subsistiría más de dos telediarios.
-Que entre los tres no hayan parado de soltar gilipolleces sobre lo buen
abogado que eres, el futuro brillante que tienes por delante, el hijo
responsable y maduro en el que te has convertido...
La sonrisa que ya se había formado en mi cara desapareció casi de
inmediato y me incorporé quedando casi a medio palmo de ella.
- ¿Qué mierda estás diciendo?
Sophia levantó las cejas y me rodeo para acercarse a la máquina de
café. Me giré esperando una respuesta.
-Al parecer mi padre cree que sería una magnífica idea que tú y yo
trabajásemos juntos en un futuro... y ya sabes a lo que me refiero
cuando digo trabajar.
Abrí los ojos sintiendo un calor intenso en mi interior.
- ¿Qué gilipollez te han metido en la cabeza? ¿Mi padre dijo que yo era
un hijo responsable y maduro? No sé qué coño almorzaste ayer antes de
la cena pero estoy seguro que oíste mal. Mi padre no me soporta.
Sophia se giró otra vez para encararme mientras sus labios pintados de
rojo bebían un sorbo de café con deliberada lentitud.
-A mi padre le encanta buscarme novios, al parecer es su pasatiempo
preferido, y el hijo de William Leister se la ha metido entre ceja y ceja,
aunque no solo fue él, sino también tu madrastra, creo que te adora,
aunque es obvio que no le hacía ni puñetera gracia que te acuestes con
su hija... y menos que te vayas a vivir con ella.
Apreté los puños con fuerza. No podía creer lo que estaba oyendo. Esa
mujer iba a acabar conmigo. ¿Cómo coño se atrevía a insinuar que yo
siquiera podía llegar a interesarme por Sophia y mucho menos teniendo
a su hija para poderla comparar? ¿Qué clase de madre intentaba que el
novio del que su hija estaba enamorada se liara con otra?
Apreté el vaso entre mis dedos, convirtiéndolo en algo inservible e
intentando controlar la rabia que amenazaba con volverme loco. No
solo había jugado con nosotros sino que nos había faltado al respeto.
Todos en esa mesa sabían que ambos estábamos saliendo ¿Qué coño les
pasaba?
Sophia se me acercó con el rostro un poco más relajado.
-Se nota que la quieres, Nick-dijo apoyando una mano sobre mi
antebrazo-Pero te digo por experiencia que tener una relación que
tantas personas están dispuestas a destrozar...
no suele acabar bien.
Dicho esto se marchó sin decir nada más.
Me llevé las manos a la cara intentando tranquilizarme e intentando
ignorar, otra vez, todas las cosas que amenazaban con acabar con Noah
y conmigo. Desde anoche, desde que había comprendido lo tocada que
estaba Noah debido a lo de su padre, un miedo difícil de ignorar se
había apoderado de mí ser. Una cosa era pelear con garras y dientes
contras las terceras personas que se empecinaban en hacer que alguno
de los dos rompiera con la relación, pero otra muy distinta era luchar
contra Noah y su pasado. y ahora que comprendía que nadie excepto
nosotros iba hacer que lo nuestro siguiese adelante, no pude evitar
temer que no fuese lo suficiente el empeño que estábamos poniendo.
Yo podía aguantar con todo, podía seguir tirando de esto hasta el final,
nunca dejaría de hacerlo, amaba a esa chica con tanta desesperación
que solo el pensar en estar sin ella me volvía loco, pero ¿y si Noah se
dejaba embaucar por terceras personas?
Y no solo personas ¿y si al final ese muro que temblaba de vez en
cuando pero no decidía a terminar de romperse, se erigía aún más alto
imposibilitándome llegar a ella de la forma que sabía que era necesaria?
Solo tenía una cosa clara: Nadie que no fuese Noah iba apartarme de su
lado, nadie.
Casi cuando estaba a punto de marcharme a casa. Mi jefe apareció por
la puerta. Sophia estaba guardando sus cosas en su bolso y yo
apagando el portátil.
-Tengo una buena noticia para los dos-dijo mirándonos a ambos
furtivamente.
-Me muero de intriga-dije con sarcasmo. Era muy sabido que el cabrón
de Jenkins y yo nos odiábamos a muerte.
Básicamente porque ocupaba mi puesto hasta que yo tuviese la
experiencia suficiente para ocupar su lugar y porque él muy bien sabía
que ese puesto del que tanto presumía era algo más que provisional.
Sophia se detuvo y lo miró con un brillo peculiar en la mirada. A Sophia
le encantaba nuestro jefe, y al contrario que yo, sé desvivía por hacer su
trabajo a la perfección y así poder ascender y tener un puesto más
importante.
-Ha habido dos bajas en el caso Rogers de mañana y nos han pedido que
enviemos a alguien de aquí. Si no recuerdo mal, tú, Nicholas, querías
ese caso pero lo dejaste porque debías quedarte en San Francisco; pues
bien, el trabajo duro ya está hecho, solo tendríais que presentaros ante
el juzgado y colaborar en la defensa. Estoy seguro que podéis aprender
mucho en un caso como este.