NOAH
Mi primer día en la facultad fue mejor de lo que me esperaba. El
ambiente universitario era algo que se te metía bajo las venas y no
podías ignorarlo. Mirara donde mirase había gente joven, riéndose,
sacando muebles de los coches para subirlos a sus residencias, padres
despidiéndose y panfletos sobre fiestas, fiestas y más fiestas.
Mi horario era bastante razonable, con asignaturas que por fin me
interesaban y no todas esas absurdeces que teníamos que aprender en el
colegio, como por ejemplo las leyes de Newton o la historia de la
independencia. Yo quería libros, literatura, quería escribir, quería leer.
Por fin me veía rodeada de gente que amaba lo mismo que yo, y los
profesores, algunos más intimidatorios que otros, consiguieron que se
nos creara ese gusanillo de nervios en el estómago.
Tengo que admitir que por algunos minutos disfruté estando sola. No
quería hablar con nadie, nadie que conociera al menos, ni con mi
madre, ni con Jenna ni tampoco con Nicholas aunque a este último era
por motivos diferentes.
Mis compañeras de cuarto habían resultado ser de lo más simpáticas,
me había reído más en las últimas 48 horas que lo que me había reído
en los dos últimos meses; a veces dejar todo atrás y empezar de cero te
hace ver que no solo hay una puerta abierta sino también muchas otras
ventanas.
A Jenna apenas la había visto desde que me había dejado en mi
residencia y es que ella impartía clases completamente distintas a las
mías. Aquí donde la veis, Jenna Tavish quería estudiar medicina, algo
que no le pegaba absolutamente nada pero que llevaba dentro desde que
era muy pequeña. Solo nos habíamos hablado por mensajes y me había
contado que estaba ocupada buscando alguna compañera de habitación
que quisiera pagar la barbaridad que pagaba al mes; claro que
ricachones hay en todas partes y más aquí, por lo que no iba resultarle
muy complicado.
Después de haber salido de clase, de haber conocido a los profesores y
de que me invitasen a ir a cenar con algunos chicos de la residencia
decidí pasarme por el apartamento de Nick, sobre todo para
asegurarme de que N tenía comida suficiente y también para llevarme
las cosas que no había podido cargar en el coche de Jenna. Había
intentado posponer esa tarea más que nada porque me daba tristeza ir
ahí para sacar mis cosas, pero quería hacerlo antes de que Nick
volviera. Sabía que iba arder Troya y prefería tener todo bien guardado e instalado antes que tener que enfrentarme a él, o peor, sentirme
tentada de mandar todo al infiero y regresar aquí a vivir.
No tardé mucho en recoger las pocas cosas que me quedaban y
amontonadas todas en la puerta comprendí que era tarde para volver a
la residencia. Sabiendo que estaba haciendo trampas y que debería
dejar de aferrarme a algo que no iba a poder tener, no ahora al menos,
me metí en la cama de Nick, me acosté en su lado y abracé su almohada
aspirando ese aroma que solo él tenía y que causaba reacciones
instantáneas en mi cuerpo.
Un mensaje de texto llegó a mi móvil justo entonces.
"Al parecer has decidido ignorar mis llamadas.
Cuando llegue hablaremos. Que duermas bien, nena."
Suspiré.
Las cosas estaban raras, y sobre todo por mi culpa. Sentí un nudo en el
estómago y casi marco su número para confesarle porque no había
querido hablar con él. Esperando que creyese que estaba dormida y por
eso no le contestaba, metí el móvil bajo la almohada y cerré los ojos
esperando descansar.
El ruido del timbre me despertó por la mañana. Un poco desorientada
miré a mi alrededor, para comprobar donde estaba. El timbre volvió a
sonar y salté de la cama enredándome con las mantas y casi cayéndome
hasta que al fin pude alcanzar la puerta sana y salva.
Al abrir me encontré con un ramo gigante de rosas.
- ¿Es usted Noah Morgan?-dijo la voz de un hombre cuya cara quedaba
oculta tras ese espectacular ramo.
-S-sí-conseguí articular.
-Esto es para usted-dijo dando un paso hacia adelante. Dejé que entrara,
aturdida por lo que veían mis ojos. El hombre dejó el impresionante
ramo encima de la mesa del salón y se giró sacándose un cuaderno de
firmas de detrás.
-Si me firma aquí, se lo agradecería-dijo amablemente.
Hice lo que me pedía y cuando se fue, me quedé mirando las rosas con
un nudo atascado en la garganta. Había una nota y al leerla tuve que
contenerme con todas mis fuerzas para no echarme a llorar.
Los dos sabemos que estas cursiladas no son lo mío, pecas, pero te
quiero con todo mi corazón y sé que cuando llegue vamos a empezar
algo nuevo y especial. Vivir contigo es algo que he deseado desde que empezamos a salir y un año después por fin he logrado lo que quería.
Espero que tu primer día haya sido magnifico y siento no haber estado
ahí contigo para ver cómo te metías en el bolsillo a todos tus nuevos
profesores. Nos vemos en unos días, te amo. Nick.
Cogí el teléfono de encima de la mesa y marqué su número.
-Hola, amor-dijo en un tono alegre.
Me senté en el apoyabrazos del sofá con la mirada clavada en esas
impresionantes flores. Eran preciosas, de un color azul celeste, un
celeste que me hacían recordar a Nick, ni siquiera sabía que había
rosas de ese color.
-Estás loco-dije con voz temblorosa.
Escuche un montón de ruido al otro lado de la línea, sobretodo del
tráfico.
-Loco por ti, ¿te han gustado las flores?
-Me encantan, son preciosas-dije queriendo echarme en sus brazos y
esconderme de todo.
- ¿Qué tal ha ido tu primer día de clase?
Le conté por encima lo que había hecho, mintiendo sobre donde había
conocido a Kylie y Kate y también que ya no vivía en su piso; la verdad
es que nunca se me había dado muy bien eso de mentir y por eso quise
cortar la conversación antes de que me descubriera.
-Tengo que colgar si no quiero llegar tarde a clase-dije mordiéndome un
carrillo.
-Se que te pasa algo, no sé si es por Sophia o porque he tenido que irme
justo cuando te mudabas pero te lo compensaré ¿vale?
Me despedí de él rápidamente y metí el móvil debajo del almohadón del
sofá.
Me sentía fatal, fatal porque le estaba mintiendo y también porque iba
ser la responsable de que se llevase una gran desilusión cuando volviese
y comprendiese que no íbamos a vivir juntos.
Odiándome por ello, me vestí rápidamente, le puse comida y agua a N
para los próximos días y saqué mis últimas cosas del apartamento. Al
apagar las luces supe que se liaría la de Dios cuando él regresase y no
me viese aquí.
Tenía tres días para idear un plan de persuasión.