NICK
Cogí las llaves y salí del apartamento dando un portazo.
Nada, no había absolutamente nada, ni sus maletas, ni su ropa, ni
siquiera las pocas cosas que normalmente se dejaba para cuando
pasaba la noche aquí. Noté como me calentaba poco a poco, no solo
porque no estaba aquí, sino porque no había contestado a ninguna de
mis últimas llamadas, ni rastro de ella desde hacía tres horas y no
pensaba llamar a su madre para preguntarle. Algo me decía que mejor
era dejarla apartada de todo esto porque si lo que creía que estaba
pasando era cierto...
- ¿En qué fiesta?-le gruñí al teléfono esperando que me dijese
exactamente donde estaba.
- ¿Puedes calmarte?-me contestó y pude escuchar cómo se iba alejando
del ruido ensordecedor de la música.
¿Qué me calmase?
-Me calmaré cuando te vea y me expliques qué coño está pasando-dije
metiéndome en el coche y poniéndolo en marcha.
-Creo que no quiero decirte donde estoy.
Me detuve con la llave en el contacto.
¿Esto era una puta broma?
-Noah dime dónde estás-dije con fingida calma.
La música ya apenas se escuchaba, ahora podía oír su respiración
agitada al otro lado de la línea.
-Ya te lo he dicho, en una fiesta...
¿Estaba haciendo tiempo?
-Calle, numero, edificio ¿Dónde?
Oí como suspiraba y un minuto después me dijo donde recogerla.
Tenía un mal presentimiento con todo esto y solo esperaba llegar y que
ella me dijese lo contrario. Había llegado antes, quería darle una sorpresa, llevarla a cenar y compensarla por estos días que no
habíamos podido estar juntos y en vez de eso, llego y me encuentro con
la casa vacía, menos por las flores que le regale que estaban
marchitándose sobre la mesa.
Me parecía bien que saliera, joder, vale, preferiría que estuviese en
casa, pero si se iba de fiesta qué menos que estar atenta al puto
teléfono.
No tarde mucho en llegar y cuando doble las esquina la vi.
Estaba apoyada en su coche, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Cuando me vio llegar se incorporó y me miró nerviosa.
Aparqué frente a ella y me bajé.
Respiré hondo intentado calmarme. Ahora que la veía y comprobaba
que estaba sana y salva pude pensar con un poco más de tranquilidad.
Me acerqué a ella con paso decidido pero no hice lo que estaba
deseando hacer desde que me había marchado, no, simplemente la
observé detenidamente. Ella se quedó callada aunque vi que la ponía
nerviosa mi silencio.
-Vamos-dije dándole la espalda sin tocarla siquiera-quiero un chocolate
caliente.
-Espera, ¿qué?-dijo con incredulidad.
Abrí la puerta del copiloto esperando a que se acercara.
-Por lo visto tienes mucho que contarme, y no pienso hablar aquí
mientras te congelas y te tambaleas medio borracha.
A pesar de que estaba intentando controlarme, intentando con todas mis
fuerzas no ceder a la tentación de explotar, verla allí, bebida,
increíblemente atractiva y sin mí, me molestaba más de lo que me
atrevería a admitir.
Noah se acercó con paso vacilante, nunca la había visto vacilar y eso
me preocupó aún más.
Cerré su puerta y rodeé el coche hasta subirme en el asiento del
conductor. Puse la calefacción al máximo y busqué la primera cafetería
abierta veinticuatro horas. Lo de chocolate era una mierda de excusa
para sacarla de la calle. Estaba temblando, no sé si por el frío o por lo
que fuese que me estaba ocultando, pero todas esas llamadas que ella
había ignorado empezaban a tener un sentido totalmente diferente al
que le había dado en un principio.
-Nicholas... prefiero ir a casa-dijo cuando vio que seguía de largo y no
me metía en el desvío.
Ignoré sus palabras y seguí conduciendo.
-Creía que te gustaba el chocolate caliente-dije sin más, girando a la
derecha y metiéndome en otra calle.
Sentía la mirada de Noah clavada en mi rostro.
-Deja de hacer como si no pasara nada, se que estás cabreado ¿vale?
Así que para.
-¿Por qué iba a estar cabreado? ¿Por qué no coges el teléfono desde que
me marché a San Francisco? Los dos sabemos que te encanta sacarme
de quicio, solo espero que esto no sea una especie de castigo por
haberme marchado.
Vi como se revolvía inquieta en el asiento y opte por mantener mi rostro
imperturbable y seguír conduciendo.
Apenas había coches en la carretera, normal, teniendo en cuenta que
eran pasadas las dos. Si me hubiesen preguntado hacia unas horas qué
iba a estar haciendo ahora mismo, no hubiese pasado por mi cabeza
decir esto, y menos con Noah a mi lado, tan lejos de mí como le permitía
el asiento.
Al final aparqué en una cafetería de mala muerte y no había ni detenido
el coche del todo que Noah ya se había bajado, había cruzado el
aparcamiento y había entrado sin mí en el pequeño establecimiento.
Por un instante no pude evitar compararla con Sophia; Noah tenía un
carácter tan fuerte como el mío, e incluso sabiendo que en este caso yo
llevaba las de ganar no era capaz de controlarse.
Fui tras ella y me senté en el lugar que había escogido. Una pequeña
mesa apartada de las demás con vistas a la autopista.
Tenía la mirada clavada en la mesa y no parecía muy a favor de tener
una conversación. La camarera se nos acercó y le pedí un chocolate y
un café para mí. Estaba intentando calmar el ambiente, porque era raro
que no estuviese comiéndomela a besos después de cuatro días sin verla,
pero el enfado contenido y lo que fuera que me ocultaba se interponía
entre ambos como un océano interminable e imposible de cruzar.
Al ver que se quedaba callada, decidí ser yo quien hablase primero.
Se acabaron los juegos.
-Tus cosas, ¿donde están?