NOAH
El trayecto a su apartamento fue en silencio, interrumpido por alguna
de mis lágrimas al caer por mis mejillas. Nicholas no dijo absolutamente
nada, ni siquiera me miró. Cuando llegamos a su piso le seguí,
intentando tranquilizarme. Me sentía culpable por todo esto, a pesar de
que había sido mi madre la causante de separarnos otra vez, no podía
evitar sentir que Nick se alejaba cada día más de mí. Mis problemas y
mi madre estaban interponiéndose entre los dos y no sabía qué hacer al
respecto. Intentaba tomar las decisiones de forma objetiva basándome
en lo que era mejor para ambos pero nada salía como yo quería.
Cuando subimos al apartamento el silencio era insoportable.
Prefería oír sus gritos antes que esto, porque significaba que estaba
dándole vueltas a algo que mejor ni siquiera plantearme.
Observé como cruzaba el salón y se metía en el dormitorio. El portazo
que le siguió consiguió sobresaltarme y detonar de forma alarmante las
lágrimas que había estado guardando desde que tuve que irme de casa
de William, sola y sin mirar atrás.
Estos días no habían sido fáciles, me encontraba en un estado de
nervios tal, que no sabía qué hacer para no derrumbarme
definitivamente del todo.
Observé la puerta cerrada y quise ir en su busca pero me daba miedo su
reacción, me daba miedo que me apartase o que me mirase igual que lo
había hecho en el aparcamiento de la cafetería. No oía absolutamente
nada al otro lado de la puerta y después de unos minutos me armé de
valor y me acerqué hasta entreabrirla.
Allí sentado en la punta de la cama estaba Nick. Se había quitado la
camiseta y tenía los antebrazos apoyados sobre las rodillas y un
cigarrillo en la mano derecha. Su mirada subió del suelo a mi rostro
cuando me escuchó entrar.
Me quedé callada observándolo y él hizo lo mismo. Nos separaban
apenas unos metros pero de repente me parecieron un abismo y sentí
tanto miedo, tanta soledad que crucé ese espacio hasta colarme entre
sus piernas y obligarlo a levantar la cabeza para mirarme.
-No dejes que esto nos separe-fue lo único que se me ocurrió decir y era
porque no había comprendido lo mal que estábamos los dos, hasta que no había oído a Nick gritarme lo que me había gritado hacia media
hora.
Nick bajó sus ojos hasta mi estómago y vi que iba a llevarse el cigarrillo
a los labios otra vez. Mi mano sujetó su muñeca y con la otra le quite el
cigarro. Me observó con el ceño fruncido mientras simplemente lo
apagaba en el cenicero que había justo a su lado.
-Necesito que me dejes solo, Noah-dijo en un susurro tan bajo que creí
oír mal. Mis manos fueron hasta su nuca, quería rodearle el pelo con
mis dedos quería quitarle esa angustia de los ojos, ese enfado que
parecía estar intentando controlar con todas sus fuerzas. Su mano subió
hasta sujetar las mías, impidiéndome así seguir acariciándole.-No
juegues conmigo; ahora no.
Sus palabras fueron duras y más cuando se levantó de la cama y me
rodeó sin apenas tocarme. No dejé que lo hiciera y me interpuse entre la
puerta y él; la ira nubló su semblante, me cogió por la cintura y me
empujó contra la puerta. Su mano chocó contra ella a unos centímetros
de mi cara.
-¡Estoy intentando controlarme y no me dejas!
-No quiero que te controles, quiero que hagas lo que tengas que hacer,
lo que tengas que decir dímelo-le contesté intentando controlar mi
respiración. La suya estaba totalmente fuera de control y la sentía en mi
rostro de lo cerca que lo tenía-Te he hecho daño al largarme y estás
asustado porque me voy, pero no me dejes fuera de algo que he causado
yo, ¡no puedes dejarme fuera!
-Te dejo fuera porque ahora mismo lo único que quiero hacer es follarte
contra esta puerta y dejarte claro de quien eres y con quien tienes que
estar.
Pestañeé varias veces hasta que conseguí armarme de valor para poder
hablar.
-Nosotros somos así, tú lo dijiste.
Su mano me sujetó la barbilla mientras que su cuerpo daba un paso
adelante y me apretaba contra la puerta.
-Sexo y peleas ¿eso es lo que quieres?
-Eso es lo que somos.
Sus ojos buscaron los míos.
-Supongo que habrá un momento en el que eso no será suficiente.
-No dejes que sea ahora.
Antes de que terminase la frase su boca ya estaba sobre la mía. Dejé
que me invadiera y noté como me acorralaba contra la pared, apoyando
sus manos a ambos lados de mi cara y presionando su cuerpo contra el
mío de forma que no me dejaba respirar.
Mis manos estaban en su cintura empujándolo hacia a mí, quería sentir
su piel contra la mía, quería sentir que estábamos bien, que nada
pasaba, pero no me dejó. Con un movimiento certero, se separó de mí,
me obligó a girarme hasta que mi pecho chocó contra la fría madera.
Sus manos bajaron hasta mi cintura y me subió la camiseta hasta
quitármela. Con su otra mano sujetó mis muñecas por encima de mi
cabeza y presionó su pecho contra mi espalda desnuda.
-¿Te olvidaste de esto cuando hacías las maletas?-dijo en mi oído,
rozándome la oreja con sus labios y haciéndome estremecer de pies a
cabeza.
Cerré los ojos echando la cabeza hacia atrás.
-Contéstame.
Su tono fue duro y me recordó a la fiesta de mi graduación, cuando me
había llevado a aquel baño para castigarme. Sus dientes mordieron con
fuerza mi hombro derecho y a pesar del dolor que me causó sentí algo
mucho más intenso en el centro de mi cuerpo.
-No-dije en un susurro cuando empezó a bajarme la falda hasta que esta
quedó en el suelo alrededor de mis pies.
-Pero te fuiste de todas formas-dijo girándome y dejándome cara acara
con él.
Estaba sudando y tremendamente excitado. El enfado aún vivo en sus
ojos azules. Tuve miedo de hablar y se dio cuenta.
Su boca me dio un fuerte pico en los labios y después otro y otro más,
sin darme tiempo a retenerle. Sus ojos viajaron por todo mi cuerpo, y se
detuvieron en las medias y en las botas que aún llevaba puestas. Con
cuidado se arrodilló frente a mí y con los ojos fijos en los míos me quitó
un zapato y después otro. Su mirada bajó hasta mi estómago y sus
manos me sujetaron por las caderas.
-También te olvidaste de esto-susurró bajando las medias poco a poco.
Eché la cabeza hacia atrás cuando supe lo que iba a hacer.
Solo con pensarlo mis piernas empezaron a temblar. Cuando mis medias
estuvieron tiradas de cualquier manera por el suelo su boca empezó a marcar mis muslos con besos ardientes y pequeños mordiscos. Cerré los
ojos con fuerza.
Su boca me besó justo encima del ombligo, y fue bajando, bajando hasta
llegar al elástico de mis bragas.
Me permití mirarlo cuando vi que se detenía y al hacerlo vi que cometía
un error, porque ese Nicholas no era el Nicholas que quería hacerme el
amor, ese Nicholas era alguien que buscaba venganza.
Me bajó las bragas y acercó su boca hasta quedarse a unos centímetros
de donde yo le quería. Contuve la respiración anticipándome a la
sensación, pero en vez de su lengua lo que sentí fueron dos de sus dedos
introduciéndose tranquilamente en mi interior.
-Estás empapada.-dijo con voz grave, a la vez que movía la mano en
círculos y sus labios besaban mi estómago.-Yo soy el que te pone así,
Noah, nadie más, recuérdalo cuando de ahora en adelante estés sola en
la cama.
Fui apenas consciente de lo que me decía. Mis manos se enredaron en
su pelo y tiraron de él para que me besara donde yo quería. Su cabeza
no se movió ni un ápice y cuando abrí los ojos vi que los suyos me
miraban con rabia contenida.
Sentí como sus dedos salían de mi interior y después como se ponía de
pié con elegancia.
-Sigue tú, nena, porque ahora no voy a estar ahí para darte lo que
quieres.
Me quedé quieta, temblando frente a él.
Una sonrisa seca apareció en sus labios a la vez que se metía ambos
dedos en la boca; los chupó observándome tranquilo y después salió por
la puerta sin más.
No tardé en escuchar la puerta de entrada cerrarse detrás de él.
Me quedé quieta donde estaba, temblando y sintiéndome ridícula. Miré
hacia abajo, hacia mi ropa con el único deseo de cubrir mi cuerpo. Mi
respiración se convirtió en algo irregular y mi cabeza empezó a
lanzarme mensajes negativos sin descanso. Crucé la habitación hasta
abrir un cajón de la cómoda que había junto a la ventana y cogí la
primera camiseta que encontré.
De repente tenía frío, mucho frío.
Pillé una sudadera y unos pantalones de chándal, lo remangue para no
pisármelos y me giré otra vez hacia la puerta.