NICK
Salí tan cabreado de esa habitación que por un instante la música, la
gente, las velas y los camareros me descolocaron por completo. Mi
cabeza había estado tan lejos de toda esa falsa, que ver a la gente tan
feliz, bebiendo y bailando me sacó prácticamente de quicio.
Noah había visto a mi madre. Noah había quedado con ella.
Dios, ¿Cómo había podido hacerlo?
Solo el pensar que ella había podido escuchar lo que esa mujer había
podido decirle me sacaba de mis casillas, había dejado muy claro mi
postura en cuando a mi madre: no hablábamos de ella, no la
mencionábamos, no la veíamos, no nada, punto.
Y ahora encima me enteraba de que mi padre había tenido una aventura
con Rafaella desde el principio de los tiempos, ahora encima tenía que
replanteármelo todo, porque no era lo mismo pensar que mi madre se
había marchado porque sí, que a que lo hubiese hecho debido a que su
marido la engañaba. Siempre había creído que había sido al revés, que
había sido ella la que había empezado con ese asqueroso juego de a ver
cuantos hombres podía follarse para hacerle daño a mi padre y ahora
todo eso había dejado de ser simplemente así.
Mi vida, desde que había nacido había sido una mentira, una mentira en
donde ninguno de los dos, ni él ni ella, habían sido capaz de dejar de
lado sus putos problemas para anteponerme a mí.
Es aquí cuando uno se pregunta cómo pueden existir padres tan
egoístas, tan desastrosos, tan terriblemente incapacitados para querer
incondicionalmente a quien se supone que deben de querer.
No era muy consciente de las copas que me estaba metiendo en el
cuerpo, solo sabía que la camarera se había detenido a mi lado más de
cuatro veces. El champán era bueno, claro que lo era, lo mejor para los
mejores, solía decir mi padre.
Me acerqué a la barra para pedir una copa aún más fuerte y fue
entonces cuando Sophia hizo acto de presencia. Se detuvo junto a mí
con la preocupación reflejada en su rostro y después de llevarme la
copa a los labios me pregunté cómo se debía de sentir uno al no tener
ningún tipo de preocupación más allá que la de escalar en el trabajo.
Sophia era una chica totalmente libre. Había sido tan fácil hablar con
ella, charlar sobre trivialidades y simplemente pasar el rato...
-Nicholas, la gente empieza a darse cuenta de que estás casi borracho,
deja de beber, por el amor de Dios.
Sabía que tenía razón, es más, mis ojos volaron a la puerta en donde
mis padres y Noah aun seguían hablando, seguramente Noah estaba
pactando algún acuerdo con la zorra de mi madre, total ¿Qué más daba
que yo le hubiese dicho que la odiaba sobre todas las cosas, que era una
víbora y que su simple mención me causaba nauseas? Noah siempre
hacía lo que quería, ya había quedado claro, por mucho que yo le dijese,
por mucho que yo intentase cambiar por ella, siempre conseguía
sacarme algo en cara, tal vez es que yo no tenía solución, o tal vez la
que no tenía solución era ella.
-¿Nicholas me estás escuchando?
Me volví a fijar en Sophia, en su tez morena, su pelo negro, sus ojos
oscuros. ¿Qué pensaría Noah si fuese a sus espaldas?
¿Cómo se sentiría si le clavase una puñalada por detrás?
Sophia seguía hablando, ni siquiera la estaba escuchando, de repente la
rabia me consumía, el odio infinito que tenía hacia todos menos hacia
Noah ahora ya no era posible de controlar, porque la luz al final del
túnel había desaparecido, porque Noah había vuelto a hacer lo que a
ella le había parecido bien, sin tener en consideración lo que yo hubiese
dicho o hecho, o simplemente lo que yo hubiese deseado.
Estaba tan enfadado, tan cabreado con ella y con mi madre, que ni
siquiera me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que mis labios
chocaron de forma brusca con los de la chica que tenía delante.
Me sentí extraño, por unos instantes esperé que la sensación vertiginosa
que siempre venía acompañada de besar a Noah apareciese, pero no
hubo nada de eso, simplemente sentí piel bajo piel, y eso me cabreó
todavía más.
Con una mano acerqué a Sophia a mi pecho, la apreté contra mí, y
enredé mi otra mano en su pelo, le metí la lengua en la boca y busqué
ese sabor que me consumía, que me derretía: nada, joder, no sentí nada.
Entonces fue cuando ella pareció caer en la cuenta de lo que estábamos
haciendo porque me empujó hacia atrás.
-¿¡Que haces?!
Mis ojos se fijaron en ella, la analizaron con meticulosidad, buscando a
quien no estaba delante de mí.
Mierda.
Sophia pareció quedarse sin palabras.
Me llevé las manos a la cabeza y de un trago dejé caer el líquido de la
copa que había a mi lado. El alcohol me quemó la garganta pero estaba
tan acostumbrado que simplemente dejé que esta se contrajera para
recibir el fuego del alcohol.
-Necesito irme de aquí.
Tardé más de la cuenta en conseguir un coche, no podía simplemente
salir ahí y exigir que me llevaran y por eso mismo llamé a Steve para
que me esperase fuera en cuanto saliese. Le pedí por favor a Sophia que
se marchase de la fiesta, al fin y al cabo era lo mejor, y además quería
borrar toda prueba de lo que acababa de hacer. Sophia parecía
aturdida y un poco enfadada pero hizo lo que le pedí, cogió su bolso,
salió conmigo hacia el exterior y se subió a uno de los múltiples coches
que esperaban fuera.
Se me había olvidado contar con los periodistas y fotógrafos que aún se
aglomeraban en la intemperie esperando poder hacer fotos a los que
como yo, se les ocurriese salir fuera. Al salir, una ráfaga de húmedo
viento me golpeo la cara y levanté la cabeza viendo el cielo tan oscuro
como hacía tiempo no veía.
Bajé los escalones sin siquiera poder dirigir una sonrisa tensa a los
fotógrafos y pase de largo de los aparcacoches y asistentes que había
fuera. Steve me esperaba al final de la entrada y abrí la puerta para
sentarme en el asiento trasero deseando desaparecer.
-¿Qué ha pasado, Nicholas?-dijo este saliendo del recinto y mirando con
seriedad hacia adelante.
Steve había estado conmigo desde que tenía uso de razón, era quien me
había recogido del colegio, quien me había llevado a los partidos, quien
había estado cuando mis padres no lo habían hecho. Tenía un cariño
especial hacia él y por un instante deseé poder abrirme, contarle como
me sentía, lo traicionado que estaba y lo asustado por miedo a que mi
madre hubiese contado cosas que de haber sido mi elección nunca
habría desenterrado, y menos para contárselas a Noah.
Con la mente en mil sitios diferentes, tardé más de la cuenta en fijarme
en la cajita que había junto al asiento y la nota que le había pedido a
Steve que le entregase a Noah esa misma noche.
Me metí ambas cosas en el bolsillo de la chaqueta y me quedé mirando
un momento por la ventanilla. Había dejado sola a Noah con la arpía de
mi madre y nuestros padres, me había marchado sin dejar que se explicara y encima de todo había besado a Sophia delante de todos los
invitados.
De repente sentí nauseas y saqué el teléfono móvil del bolsillo interior de
mi chaqueta. Lo había apagado hacia tiempo, nada más salir de esa
habitación y al encenderlo me encontré con una llamada perdida de ella,
de hacia unos veinte minutos.
Me había comportado como un autentico capullo. Marqué su número y
esperé a que me atendiese, pero no lo hizo, es más tenía el móvil
apagado. Sentí un malestar repentino en el estómago.
-Steve, vuelve a la fiesta... voy a sacar a Noah de ese infierno.
No tardamos mucho en llegar y le pedí que entrase por la puerta
trasera. Al llegar me fije en que la ceremonia había seguido su curso
como se esperaba y era justo mi padre quien estaba ahora encima del
escenario para dar el discurso que tan bien había ensayado. Miré por la
sala intentando divisar una melena de aquel color tan particular, pero
no había ni rastro de ella y tampoco de Rafaella. No quería ni pensar
porqué motivos, al entrar a la sala antes, me había encontrado con
Rafaella llorando y mi padre descompuesto, ni tampoco quería darle
muchas vueltas al motivo por el cual mi madre había querido montar
todo ese espectáculo ni tampoco porque había mentido al decir que
Noah había quedado con ella por dinero. Si algo sabía bien acerca de
Noah era que era incapaz de dejarse chantajear y menos por billetes.
A cada minuto que pasaba me sentía más culpable por haberme
marchado. Si lo que Noah había dicho era cierto, solo se había reunido
con mi madre para que me dejasen tener a Maddie conmigo, joder,
había sido un gilipollas, me había comportado como una autentico
cabrón.
Con cada vez mas ansiedad me metí entre la gente, que ahora levantaba
las copas de champan y brindaban a la vez que la música volvía a
resonar por los altavoces, el silencio despareció para que todos los allí
reunidos retomaran sus conversaciones y entonces fue cuando una
melena pelirroja entró en mi campo de visión.
Estaba al final de la sala en un lugar bastante rezagado y se la veía
nerviosa. Al verme, una ráfaga de odio puro cruzó su semblante y giró
sobre sus talones hasta desaparecer por una puerta.
-Mierda-dije en voz alta, esquivando a más gente hasta meterme por el
mismo lugar por el que Briar había desaparecido.
Al abrir la puerta me encontré con un gran salón con un montón de
cuadros protegidos por gruesos cristales.