NOAH
No era capaz de recordar cómo había subido al taxi ni tampoco cuándo
lo llamé, en ese momento solo podía concentrarme en intentar inspirar y
espirar, porque estaba sufriendo un ataque en toda regla, un ataque de
ansiedad, un ataque de pánico tan horrible que el pecho me dolía como
si me estuviesen a punto de arrancar el corazón.
No podía dejar de pensar en que Nicholas me había engañado, Dios, se
acostaba con Sophia, mis sospechas habían sido acertadas, y no solo
eso sino que lo había hecho con Briar, había dejado que conviviese con
la persona con la que estuvo acostándose durante meses y a quien dejo
embarazada para después obligarla a abortar.
«¿Era de Nicholas de quien estábamos hablando?»
Todo lo que me había dicho Briar tenía sentido, era cierto, lo había visto
en sus ojos, y Dios, como dolía saber que era verdad...
¿Cómo podía haberme hecho eso? ¿Cómo podía haber estado
mintiéndome así, riéndose de mí, haciendo como que no se conocían,
tanto él como ella, como habían podido mantener esa fachada? ¿Por
qué?
Nicholas había besado a Sophia en la gala... no podía quitarme de la
cabeza a Nick con Sophia, a Nick con Briar, a él besándolas,
acariciándolas, desnudándolas, por favor, necesitaba quitármelo de la
cabeza porque me iba a matar, nunca había sentido algo tan fuerte, tan
horrible, nunca hasta hoy me había sentido tan traicionada por todos,
porque habían sido todos, todas las personas que amaba me habían
traicionado esta noche, mi madre, William, Nick, incluso Briar, pensaba
que éramos amigas, pensaba...
Con manos temblorosas saqué el teléfono de mi bolsillo.
Necesitaba a Jenna, la necesitaba conmigo, necesitaba que alguien
estuviese a mi lado, porque no tenía ni idea de cómo iba a hacer para
solucionar esto, no veía forma de recuperarme de semejante golpe.
-¿Eh...? ¿te encuentras bien?-me preguntó el taxista mirándome por el
espejo retrovisor.
¿Bien? Me estaba muriendo.
Jenna no cogía el teléfono y entonces fue cuando la imagen de Nick
apareció en la pantalla. Me quedé mirando la llamada entrante con un
dolor infinito, un dolor que traspasaba cualquier cosa que hubiese
sentido hasta entonces y al ver su imagen, al ver esa foto de ambos,
juntos, sonriéndole a la cámara, un odio irracional ocupó mi alma, un
odio hacia él y hacia cualquier persona que quisiese hacerme daño.
Ya había sufrido bastante, no me merecía esto, no me lo merecía.
¿Cómo había podido engañarme? ¿Cómo había podido echar por la
borda todo lo que habíamos pasado?
Fue ahí cuando supe que esto iba a acabar conmigo. Todo lo que había
hecho, todo lo que había tenido que pasar para poder estar a la altura,
para poder merecérmelo... todo acababa de hacerse añicos.
-Hemos llegado-dijo el taxista justo en el instante en el que un rayo
resonaba en el cielo, haciéndome estremecer.
Le di el dinero y me bajé del coche.
Como Jenna no había contestado a mis llamadas solo me quedaba una
persona. Fui hasta la entrada de los apartamentos y llamé al número 18.
No me recibió quien esperaba pero ahora mismo me valdría cualquiera
de los dos. Michael bajó a abrirme y sus ojos se agrandaron sin dar
crédito cuando me vio en la entrada, totalmente destrozada y sin apenas
poder respirar.
Me daba igual que solo lo conociese de hacia unas semanas, él había
estado ahí por mí y lo más importante de todo, me conocía mejor que
cualquiera porque me había abierto a él como no había hecho con casi
nadie.
Viéndolo todo borroso por las lágrimas di un paso hacia adelante y me
derrumbé contra su pecho. Sus brazos me estrecharon con fuerza y
justo ahí, justo en ese instante, mi corazón cayó al suelo rompiéndose a
pedazos.
Tres horas después, abrí los ojos en una habitación totalmente
desconocida. Tenía un dolor tan horrible en la cabeza que por unos
instantes me costó centrarme en otra cosa que no fuese eso, el dolor,
pero no solo el de cabeza, no, había algo que se me escapaba, algo que
no comprendía y fue cuando mi mano voló hacia mi pecho que la verdad
volvió a caer sobre mí como un jarro de agua congelada.
Fuera era de noche y... ¿era lluvia lo que escuchaban mis oídos?
Me bastó una mirada hacia mi derecha para comprobar que en efecto,
llovía sobre el cielo de Los Ángeles y qué momento más oportuno para
hacerlo...
Había dos velas encendidas en la mesilla de noche y antes de que
pudiese levantarme, la puerta se abrió y allí, con una taza de algo
humeante, apareció Michael. Se me hizo raro verlo con los pantalones
del pijama y una simple camiseta gris, pero más raro fue saber que en
efecto, estaba en su cama, metida entre sus sabanas después de haber
estado llorando durante horas mientras él simplemente me abrazaba.
-Ey-dijo entrando en la habitación y sentándose a mi lado.-Te he
preparado un té caliente con miel y limón, debes de tener la garganta
molida de tanto llorar.
Asentí cogiendo la taza y llevándomela a los labios. Estaba tan aturdida,
tan perdida que no sabía ni qué decir o hacer.
Moví un poco las piernas bajo las sabanas y comprobé que ya no llevaba
el vestido puesto, si no que lo había sustituido por una camiseta grande,
blanca y de algodón.
Michael parecía estar calibrando que decir y me bastó una simple
mirada para comprobar que estaba incluso más tenso que yo.
-Le daría una paliza, Noah-dijo interrumpiendo el silencio-he querido
dársela desde la primera vez que empezaste a contarme cosas de él, he
querido partirle la cara desde el instante en que lo vi aquella noche
frente a tú casa.
Noté como las lágrimas empezaban a deslizarse por mis mejillas otra
vez, aunque en silencio, como no queriendo empeorar las cosas, ni
agregarle más dramatismo, pero no hacía falta agregar nada, todo era
dramático, desde el principio hasta el final lo había sido, todo el mundo
me había advertido, todas las personas que conocía me habían dicho
que esto podía llegar a pasar y ahí estaba yo, hundida hasta lo más
profundo por no haber sido capaz de verlo y aceptarlo con tiempo.
Bajé la cabeza fijando la vista en el vapor del agua caliente de mi taza y
entonces sentí los dedos de Michael limpiarme las lagrimas con cuidado.
-No se merece que derrames ni una sola lágrima, ni una sola, Noah.
Sabía que lo que estaba diciendo era cierto, pero no lloraba por mí ni
por él lloraba por el nosotros, por Nick y Noah, por los dos, porque ya
no iba a existir un nosotros ¿verdad?
Porque no iba a ser capaz de perdonarlo... ¿o sí?