CAPÍTULO 19: Amenazas, premios, lágrimas y un maldito rey loco
Tenemos la misma oscuridad, aunque aún no puedas verlo.
— ¿Qué ha sucedido?
Freya y Katrina se encaminaron al salón del baile nuevamente.
— El rey la busca, alteza, desesperadamente.
Sin esperar a más explicaciones, Freya apresuró el paso, siguiendo a Katrina de cerca. Al regresar al bullicioso salón, los ojos ansiosos de Herald la buscaron de inmediato. Se aproximó a ella con pasos rápidos.
— Hija, ¿dónde has estado?
— Mmm … salí a tomar un poco de aire.
— ¡Livene! —Llamó el rey—. Has que la lleven a su habitación, que no salga hasta que yo lo diga. Y despide a toda esta gente del palacio.
— ¿Qué? ¿Qué está pasando? —Se apresuró a decir Freya, al ver que Herald se encontraba ansioso, nervioso y casi perdido.
— Que Bronson custodie su habitación y coloca a más guardias merodeando esa parte del palacio.
— Padre … ¿Qué es lo que está sucediendo?
— Ragner Lítacros ha aparecido cuando no debía, ahora quiere llevarte a su reino por las fuerzas. ¡Maldición! Esto no era lo planeado. No vamos a dejarte ir bajo sus amenazas, cumpliremos el tiempo pactado.
Bronson, tras la señal del rey, se acercó a ellos.
— Majestad …
— Livene te dirá qué hacer. Llévensela. ¡Ahora!
Siguiendo las órdenes, el guardia tomó a Freya del brazo para llevársela a su habitación mientras que el rey anunciaba el término del baile. En la tensa quietud que seguía a las palabras de Herald, el eco de la música festiva del baile se desvaneció gradualmente.
— ¿Tanto escándalo por unos días? —Susurró Bronson al lado de la pelirroja.
Ella negó con la cabeza.
— Es el ego del rey, Herald no puede acceder a que Lítacros pase por encima suyo. Una apuñalada al orgullo … ¿No es esto interesante?
— Quita esa sonrisa maquiavélica de tu rostro, Freya.
Ambos caminaron hacia las puertas que conducían a los pasadizos del castillo, pues la gente iba dispersándose y saliendo a paso apresurado. Sin embargo, su camino se vio interrumpido de manera abrupta cuando unas espadas se cruzaron en el aire, formando una "X" justo en el arco del salón. Bronson, con rapidez, sacó su espada colocando a Freya detrás de él.
— ¿Qué está sucediendo aquí? —Preguntó hacia los otros dos “guardias”.
— Leones en su armadura —susurró Freya detrás de él—. No son guardias de Garicia … Son de Lítacros.
Bronson, manteniendo su posición protectora, instó a la pareja de soldados a retroceder, mientras que otros dos guardias de Garicia se acercaron a ellos para proteger a la princesa.
— No nos harán daño —susurró nuevamente la pelirroja—. No ataques, sigue el juego.
Los hombres de Lítacros avanzaron unos pasos, obligándolos a retroceder pues, detrás de ellos parecían llegar más y más soldados del otro reino.
Freya desvió la vista, sabiendo que el frente estaba cubierto, pero, cuando se dispuso a voltear y ver la situación a su alrededor, pudo ver que los guardias del palacio llevaban a la familia del rey lejos de la escena que se estaba formando. Herald, ahora rodeado de sus mismos guardias, volteaba la cabeza a todos lados, buscando y buscando hasta que se encontró con la mirada azul de la pelirroja. Frunció el ceño y desvió la mirada hacia los arcos que conectaban el salón con los otros ambientes del palacio, los hombres de Lítacros seguían llegando.
Entre el retumbar de las armaduras y el siseo de las espadas deslizándose de sus vainas, se escucharon tres aplausos distintivos, cada uno marcado por un intervalo deliberado. Las miradas se dirigieron hacia la fuente de los aplausos, revelando a un hombre de figura imponente que permanecía de pie en una esquina, observando la escena con interés y diversión.
— Debo reconocer tu rápida actuación, Herald —habló Ragner mientras caminaba hacia el rey, llevando a un hombre a unos pasos tras él, quien parecía ser consejero principal de Lítacros.
Herald, aunque visiblemente molesto por la presencia de Ragner, se mantuvo firme y respondió con un asentimiento de cabeza. La tensión en la sala creció con la llegada del rey de Lítacros y su consejero, mientras los guardias y los presentes observaban con atención los siguientes movimientos.
— No esperaba tu visita hasta en unos cinco días.
— Y yo esperaba la invitación a este baile, pero parece que ambos nos hemos decepcionado hoy —dijo mientras acomodaba despreocupadamente su capa de pelaje animal.
— Bueno, tendremos que averiguar por qué la invitación no llegó a tus manos, Ragner, pero lo que no puedes hacer es venir a mi reino y amenazar con tu presencia mi palacio.
— Vengo a recoger lo que me pertenece ahora. Creo que has olvidado que el retraso de los planes ha sido culpa tuya.
— Ya tenemos una fecha pactada, no entiendo aun tu afán de venir a por mi hija en estos momentos.
— Pues como tu decidiste retrasarlo, yo decido adelantarme. ¿No lo crees justo?
— Lo veo como una falta de respeto hacia mi reino … Todos estos hombres … ¿Qué es lo que quieres, Ragner? La boda será anunciada en unos días, pero antes de eso mi hija estará a mi lado.
Ragner dirigió una mirada de aprecio a la espada de Bronson, quien aún mantenía una posición defensiva frente a Freya. Luego, se volvió hacia Herald con una sonrisa burlona.
— Ya lo veo, no has comprendido mi carta, ¿no es así? Zephyr —le habló al hombre a su lado—, escríbelo: “Mandar que las cartas dirigidas a Herald Hyde sean escritas por un niño”. Tal vez así sea más fácil de comprender. De otra forma, tendría que venir personalmente, y créeme, eso no sería nada placentero —Herald apretó los puños con furia contenida—. Volviendo al tema, creo haberte dejado claro que no habría anuncio. La boda se realizará en cinco lunas en Lítacros, además de haberte advertido de que debías anunciar el casamiento en Garicia y, posteriormente, dirigirte a mi reino para las preparaciones antes de mi llegada. ¿Y qué crees? He llegado, y nada de lo que te he dicho está cumplido. ¿O vas a darme motivos para pensar que no tomas en serio nuestras negociaciones?
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Editado: 03.02.2024