Esa mañana había llovido de nuevo, igual que lo hizo toda la semana. Para Wren Russell eso significaba una semana yendo en el viejo coche de su hermano. Según él, era una tortura ir todo el camino escuchando “The Killers” una y otra vez, mientras que Flurry, nombre impuesto por su hermano Marcel, se detenía por milésima vez durante los 15 minutos de recorrido hasta la escuela.
Pero ese día había pasado algo que ya indicaba que algo cambiaria en la vida de Wren. Su hermano, el tan respetado y distinguido profesor de literatura, se había quedado dormido por primera vez en sus 12 años como maestro. Wren se despertó a su debida hora, pero prefirió no despertar a Marcel.
¿Cómo podría no aprovechar perderse la primara clase por primera vez en mucho tiempo? El lado negativo de tener un hermano que trabaja en tu escuela es que no puedes faltar a clase a menos que estés inconsciente y tus piernas no sirvan de nada.
Mientas algunas gotas de sudor comenzaban a deslizarse por la frente de Marcel, el pelinegro miraba las calles inundadas de Riverside. Había pasado la última mitad del verano y los últimos meses evitando dirigirle la palabra a su hermano.
Por primera vez se le presentó la oportunidad de salir del pueblo y tener el mejor verano de su vida en la gran ciudad de al lado. Sus planes se acabaron incluso antes de empezar cuando la respuesta de su hermano Marcel fue un “no” rotundo. A pesar de haber insistido de todas las posibles maneras, paso todo el verano en ese pequeño infierno que era para élel pueblo.
Acabo desistiendo de la ley de hielo que le aplico a su hermano, pues sabia que ese era su último año en la escuela, y que a su hermano no le quedaría más remedio que dejarle irse de Riverside para entrar a la universidad.
—Vamos, vamos— Marcel bajo de Flurry mientras subía sus pantalones marrones por encima de su ombligo y acomodaba sus gafas redondas — Hablaré con tu profesor para que te deje pasar. Le diré que fue mi culpa, seguro que el señor Stewart lo entenderá.
—Está bien Marcel, no es necesario. Solo quedan 15 minutos para que acabe la clase. Y sabes que el señor Stewart no lo entenderá.
—De acuerdo, pero quédate en los pasillos, no vayas a ningún otro sitio.— en otra situación habría insistido hasta salirse con la suya, pero el tiempo no lo permitía.
Wren no pudo evitar soltar una disimulada y silenciosa risa mientras veía al maestro de literatura correr por los pasillos con su peculiar caminar de lado a lado. Sin embargo, su sonrisa cayó de golpe al recordar que todavía tenía que deshacerse de lo que tenía guardado en su casillero. Mientras se dirigió ahí a paso ligero, rezó para que nadie lo haya visto esa noche.
Sus pasos acelerados se detuvieron abruptamente al ver aquella escena. Había una chica intentando observar por los pequeños agujeros de una taquilla.
De su taquilla.
Lo único que podía ver de ella era su largo cabello castaño y sus zapatillas blancas con cordones rojos. Sin esperar mucho se acercó a ella con pasoso lentos y sigilosos, hasta quedar justo detrás de ella.
—¿Qué crees que estás haciendo?— de un brinco la castaña se puso de pie, quedando sus rostros a centímetros escasos. Ella guardó silencio por unos segundos, tal vez sorprendida por el acercamiento, o quizás analizando su rostro. —Te acabo de hacer una pregunta. Responde.
—Mi taquilla no se abría. Iba por ayuda, pero tal vez no haga falta. — ella ladeó su cabeza hacia un lado, y entrecerró sus enormes ojos marrones.
—¿Tu taquilla? Esta es la mía, así que ya estás desapareciendo de aquí.—
— ¿Lo es?— Wren apretó los labios viendo como ella no parecía tener intenciones de moverse. Su sonrisa ladina parecía que se burlaba de él sin disimulo.
El tomo aire por la nariz, no era una persona paciente ni amigable, y ella estaba tentando mucho a su suerte. La poca paciencia del Wren no pasaba desapercibida para la castaña, pero ella parecía divertirle la situación.
No era alguien que se tomara la vida en serio.
—Lo es, así que deja de husmear entre las cosas de la gente y lárgate.— logro moverla de enfrente de su taquilla con un rápido pero leve empujón. Ante esto, ella rodó los ojos.
Ambos sabían que no iban a ser buenos amigos.
— Como si me interesara tu chatarra oxidada. — Wren volteo para verla, pero ella ya le había dado la espalda y se alejaba por los solitarios pasillos.
Su encuentro había sido de apenas 2 minutos y ya deseaba no tener que volver a lidiar con ella. No la había visto nunca en la escuela, pero aun así le resultaba familiar. O más bien sus zapatillas.
Abrió su casillero, y soltó el aire que tenía retenido en sus pulmones. Agarro entre sus manos la carpeta ya amarillenta y vieja de Marcel, y comprobó que todo estaba en su sitio.
Debía devolverlo donde lo encontró antes de que su hermano se diese cuenta de que faltaban las respuestas del examen de literatura.
Sus compañeros estuvieron dos semanas pidiendo que las consiguiera, pero se mantuvo firme a su respuesta negativa. Si su hermano se llegaba a dar cuenta de aquello, esa casa se convertiría en un infierno para él.
Sin embargo, no hizo falta mucho para que aceptara. No era por la presión social, porque, de hecho, a Wren no podía importarle menos la gente. Pero 5 dólares cada uno hacia una gran suma de dinero, aparte de que él también necesitaba aprobar ese examen.
Cuando sonó el timbre se dirigió a su siguiente clase mientras guardaba el archivo en su mochila. Bióloga no era su asignatura favorita, pero sí la que mejor se le daba. Ya en la clase se acercó a su grupo habitual de amigos.
Wren Russell no era popular. Tal vez lo fuese un poco más entre las chicas, pues era innegablemente atractivo. Pero no en general. Quienes estuvieran atraídos por él, dirían que era misterioso y tímido, y quienes no, aseguraban que era poco amigable y egocéntrico.
En realidad nadie lo conocía como lo hacían sus amigos. Porque a pesar de no ser popular, todos sabían quién era.
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novela juvenil que contiene romance, enemiestolovers, asesinato venganza
Editado: 17.10.2024