Bianca
Viernes 2 de noviembre, 7:15 a.m.
—Aquí estaré contigo —me dice Lay al ver a Eddy acercarse a nosotros.
—Hola.
Lo ignoro mientras que Lay le responde cortésmente, aunque se le nota que lo aborrece.
—¿Puedes dejarme a solas con Bianca un momento?
—No —se miran fijamente.
—Lay, tengo que hablar con ella.
—Y como ves, ella no quiere hablar contigo, así que no la dejaré sola —se revuelve el cabello con frustración.
—Bianca, por favor —cierro el casillero y tomo la mano de Lay.
—Vamos tarde a clases —lo jalo conmigo y veo de reojo como Lay le hace burla.
Nos sentamos en la banca y minutos después entra con el rostro contraído, lo miro detenidamente y se ve más pálido y triste, pero no debe importarme lo mal que se sienta, me lastimó con esa simple palabra, con ese nombre.
Que mal me sentí cuando me llamó Lisa, se me bajó toda excitación, felicidad y pulso. Fue lo más denigrante que alguna vez me ha pasado.
Para la última hora ya todos sabían que algo andaba raro entre nosotros, porque en ningún momento dejé que se acercara a mí. Camino junto a Eduardo al periódico y es tan extraño que no me pregunte nada porque es más que obvio lo que está pasando y se lo agradezco porque ganas de hablar no tengo.
—Bianca —me giro encontradme a Lay—¿estarás bien?
—Si Lay, no te preocupes —le regalo una sonrisa tranquilizadora, que al parecer no lo convence nada.
—Está bien, nos vemos en la noche —asiento y lo veo marchar.
Suspiro entrando al salón.
Me distraje un poco en el periódico y más con la visita de nuestro supervisor que me felicitó por mi buen desempeño y a Eduardo por ayudarme. Hoy habíamos decidido adelantar trabajo, para el lunes no pasar toda la tarde aquí metidos.
Admiro mucho a Eduardo porque desde que llegó ha estado pendiente del periódico y cuando quedó solo siempre presentó todo con pulcritud y a tiempo.
A las cuatro ya estábamos fuera del colegio, me distraje un rato en el baño dejando que Eduardo se marchara. Sin embargo, fue un error porque Eddy me espera recostado a mi auto.
No hay manera de que lo esquive esta vez.
Levanta la mirada al notar mi presencia.Se endereza nervioso, puedo notar a la distancia la culpa en su rostro y quiero salir corriendo porque no sé qué tan fuerte sea frente a él. Camino con pasos lentos e inseguros.
Quisiera retrasar lo más posible todo esto, no quiero escuchar nada de lo que tenga que decir, porque estoy más que segura que me dolerá.
—Bianca.
—¿Puedes apartarte? Tengo que irme —intento empujarlo, pero es como empujar una pared, imposible.
—No hasta que hablemos —cierro los ojos con fuerza.
—Está bien, ¿qué quieres? —retrocedo y pongo mis manos en la cintura esperando impaciente a que me apuñale el corazón con sus palabras.
Suspira con pesadez. Cierra los ojos a la vez que pasa su mano por toda su cara.
—Lo siento de verdad, nunca fue mi intención llamarte Lisa…
—Pensabas en ella —asiente admitiéndolo.
No llevamos ni un minuto y ya quiero llorar.
—Pensaba en ella porque… —se queda callado unos segundos que para mí parecen eternos—nos besamos.
Ahí está, mi corazón se ha quebrado en mil pedazos.
—¿Cuándo? —abre los ojos con sorpresa—¿Cuándo se besaron?
—El domingo —bajo la mirada—perdón.
Ya es muy tarde para hacerme la fuerte porque las lágrimas no han tardado en salir. Me siento humillada, lastimada y perdida.
Lisa logró su cometido.
—Voy a ser cruel contigo y no te lo mereces, pero no puedo aceptar tu amor, Bianca.
—¿No puedes o no quieres? —ahora mismo siento impotencia y sé que también seré mala, porque se lo merece—aceptas a cualquiera menos a mí y la vida te paga igual con Lisa que acepta hasta a un chico nuevo antes que a ti y estoy segura de que por más que te haya besado seguirás sin ganarte su corazón, porque ella no te quiere como yo.
—No es necesario que me lastimes con tus palabras.
—El dolor me hace ser cruel —me encojo de hombros.
—No puedo corresponderte Bianca, porque no quiero lastimarte y ya lo he hecho muchas veces, eres una persona increíble que mereces ser querida completamente y no a medias, si quiero estar contigo tiene que ser sin tener a nadie más que a ti en mi mente y ahora mismo no es así. Tú me gustas, claro que sí, pero no puedo olvidar a Lisa.
Me muerdo el labio con dolor. Cuánto quisiera que él me quisiera por completo.
Gracias a Dios no hay personas en el colegio que puedan ver la humillación que estoy pasando ahora.
—Siempre alguien sufre en el amor y esa soy yo —rio amargamente—tengo que irme —se aparta sin tener que pedírselo.