Aunque eran algo más de la diez y media de la noche, todavía había gente por la calle. La luz de las farolas alumbraban las aceras y el ruido del gentío hacía eco en el ambiente. Caminaba a paso rápido con mis auriculares puestos con Melanie Martínez a tope. De momento solo me he tenido que parar dos veces para echarme un par de fotos e intercambiar algunas palabras con fans, veremos si se mantiene en ese número la cosa.
Cansada de caminar, entré en la primera cafetería barra bar que vi. Concretamente, la misma dónde nos citó Jerry ese día. La campana sonó cuando abrí la puerta, me senté en una mesa algo alejada y una camarera se acercó.
—¿Qué va a pedir?
—Un café negro, por favor.
Ya con mi pedido, saqué la libreta del bolso y el bolígrafo dispuesta a no salir de aquí hasta que haya terminado la maldita canción. Estando en casa, pensé en el mensaje de la canción y decidí que narraría la historia de Lyns4, de cómo conseguimos llegar a ser lo que hoy éramos y que si tienes un sueño, este se puede cumplir. Me estrujé el cerebro intentando formar versos “bonitos y positivos”—creí que iba a vomitar de tan solo pensarlo—, mientras miraba el papel lleno de tachones de mi libreta.
El tiempo fue avanzando junto a los tachones que hacía en el papel y el vaso del café se iba vaciando a la vez. Cada vez que escribía algo, lo tachaba porque no terminaba de convencerme del todo. Esto iba a ser más difícil de lo que pensé en un principio.
Bueno, al menos me ha dado un poco el aire aunque no haya conseguido escribir nada. Dejé un billete de diez dólares encima de la mesa y estaba a punto de levantarme cuando la camarera llegó y puso un Martini en la mesa. Miré primero a la copa con el ceño fruncido y luego la miré a ella.
—Yo no he pedido esto—dije.
Ella se encogió de hombros dándome a entender que no le importaba en lo más mínimo. Arrugué aún más mi ceño.
—Y a mí que me dice. La ha invitado aquel señor de allí, cosa que no me importa porque lo único que quiero es irme a mi casa a dormir.
Señaló un lugar de la cafetería y seguí su dedo con mi mirada. Lo primero que vi fueron unos ojos muy negros mirándome directamente con intensidad, mucha intensidad. Tanta intensidad que al mirarlos, me estremecí un poco. Su cabello era negro y desde aquí parecía sedoso, su rostro era muy masculino y fresca; y su boca tenía labios gruesos y carnosos. Tras ese traje negro, se notaba un cuerpo muy atlético y con apariencia madura.
Abrí la boca con intención de decirle algo a la camarera que me miraba con mala cara, pero mi móvil sonó obligándome a atenderlo. Lo saqué del bolso y rápidamente contesté la llamada al ver en la pantalla el nombre de Diana.
—Qué quieres.
—¿Por qué respondes tan borde al teléfono siempre? —puse mis ojos en blanco al escucharla en tono herido.
—¿Para qué me has llamado? Estoy ocupada—eché una mirada de reojo al hombre misterioso y descubrí que aún me miraba. Eso me puso incómoda.
—Estamos en el hospital—eso me alarmó. —Sarah ha tenido un accidente.
—¡Qué!
—No es lo que crees tranquila. Solo se ha resbalado con una piel de plátano y se ha dado un buen golpe. Creo que solo será un esguince pero de todos modos hay que esperar a ver que dice el médico.
—Ahora mismo voy para allá.
Colgué el teléfono y lo volví a guardar. Me levanté de la mesa y antes de irme, le dije a la camarera que le diera las gracias de mi parte al hombre que me había invitado pero que no estaba interesada.
—Ahora soy mensajera. ¡Lo que me faltaba! —había dicho ella increíblemente molesta.
Llegué al hospital gracias a un taxi. Me encontré con las chicas y Jerry en uno de los pasillos de urgencias, y el único que estaba inquieto y preocupado era Jerry.
—Ya estoy aquí.
—¡Por fin! —exclamó nuestro manager que estaba a punto de sufrir un ataque al corazón.
—¿Qué es lo que ha pasado? —pregunté confusa.
—Nada importante—explicó Sky—, estaba comiendo un plátano y sin querer dejé la cascara en el suelo, vino Sarah, la pisó y aquí estamos.
Me la quedé mirando.
—Es lo más idiota que he escuchado nunca.
—Pues por esta idiotez, es posible que Sarah no pueda ir a la gala—explotó Jerry enfadado mirando a Sky. —¿No podías tirar la piel en la basura como hace la gente normal?
—Quise tirarla pero en el modo baloncesto y fallé. No es mi culpa que se me dé fatal ese deporte.
Me senté en una de los asientos de la sala de espera. Estuvimos un buen rato esperando al médico y en ese tiempo, no me pude sacar de la cabeza esos ojos negros. La intensidad con la que me miraban me hizo sentir de manera extraña, muy extraña. Debo sacármelos de mi cabeza, prometí no involucrarme más en cualquier tipo de relación y lo iba a cumplir. Demasiado daño me han hecho ya y no pienso permitir que vuelva a suceder lo mismo.