Curiosidad

06

Ya Aspen me había soltado el brazo. Pero los dos seguían mirándome muy serios. Esperaban a que les dijera que hacía justo ahí cuando ellos estaban hablando.

No sabía que decir, mucho menos si contarles la verdad. Si contarles que escuché toda su conversación incluida la parte en la que mencionaban a un tal Maxon que vendría a por ellos. Aún no entendía quién era ese sujeto y mucho menos por qué vendría a por ambos hermanos. Solo sé que era algo grave, sino no me estuvieran acorralando para saber lo que escuché.

—Estamos esperando —me apresura a hablar Cole.

Aspen se toma la libertad de observarme con descaro mientras me debato sobre qué decir.

—Yo...Yo...Yo no escuché nada, solo...solo venía al baño y luego... luego...

—¿Luego qué? —una tercera voz masculina se hace presente en la habitación.

Salto por mis adentros y me doy la vuelta plantándole cara. Era...Era el mismo hombre que señalo a mi ventana la noche en la que llegaron los Preinstoms. Por el porte que cargaba y que lucía como todo un señor seguro de sí mismo pude deducir casi al instante de que se trataba del señor de la casa, el señor Preinstoms.

Los chicos se interponen delante mío tapándome la visión directa con él. Me estaban cubriendo de algo, ¿pero de qué?

—Padre. Ella es Victoria, nuestra vecina del frente —Aspen se apresura a hablar y yo sonrío amablemente, él solo me mira de lado inpeccionándome—, que por cierto ya se iba ¿no es así Vic?

Miro a Cole, el cual no se mueve de su sitio, luego miro a Aspen. Este no despega sus ojos de mí, me quiere decir algo, quizás que no meta la pata, pero no acababa de entender porqué le tenían tanto respeto a su padre.

—Eh, si claro. Yo...Yo ya me iba —despego mis ojos de los de Aspen y los poso en el señor que tengo en frente mirándome seriamente—. Fue un gusto conocerlo.

Sin más Aspen no espera mucho de mi parte ya que me toma por el brazo dirigiéndome a la sala de estar. Antes de llegar a esta se detiene y me pega a la pared aún sin soltar mi mano. Estábamos a solo centímetros de distancia, podía sentir el calor de su respiración chocar con mi nariz.

Tenía que levantar la cabeza para poderlo mirar a los ojos debido a nuestra diferencia de tamaño. Por un segundo no dice nada, solo sé queda así, mirándome. Luego se aleja un poco y justo ahora siento que el alma me viene al cuerpo al no tener tanta cercanía.

—No vuelvas a esta casa, no es seguro —miro el pasillo por el que salimos y luego vuelvo a mirarlo a él

—¿No es seguro? ¿Por qué no es seguro? —pregunto enarcándo una ceja.

Él me mira como si me hubieran salido dos cabezas. A veces se me hacía tan complicado entender a lo que se refería este chico.

—Respóndeme, ¿por qué siempre me quieres lejos de todo? —aprieta con más fuerza mi mano y sus ojos se tornan de un tono de gris más oscuro—. Me prohíbes ir al lago. Me dices que debes protegerme de ti, que eres un monstruo, pero luego me persigues en la escuela o te cuelas en mi habitación —bajo la vista y fijo un punto en su pecho, un tatuaje de una daga con grabados antiguos—. Dices que debo temerte, que eres peligroso, pero luego alardeas sobre qué hay cosas peores que tú, que me debo alejar si no quiero terminar como los otros.

Vuelvo a mirarlo a los ojos. Estos tenía un color gris oscuro, casi negro. Con ese aspecto parecía un depredador. Imponía respeto, miedo, pero porqué yo no sentía nada de eso.

—¿Qué otros? ¿Qué es peor que tú? ¿Qué eres? ¿Por qué me alejas de todo? ¿Qué ocurre Aspen? Quiero saber qué coño está pasando que desde que llegaste no puedo conciliar el sueño sin tener pesadillas.

Su autocontrol colapsa cuando me toma por el cuello y me estalla contra la pared en un golpe seco. Me mira de cerca y junta nuestros labios. Me besa, Aspen me besa de una forma brusca, casi desesperada. Toma mi otra mano y la junta con la otra por encima de mi cabeza.

No me alejo, correspondo el beso al instante. No se porque lo hago, si ni siquiera lo conozco. Solo sé que mi cuerpo reacciona de una forma diferente, como si estuviera esperando esto todo el tiempo. Luego, el momento se esfuma. Aspen se aleja de mí como si desprendiera algo contagioso.

Mis manos caen a los costados de mi cuerpo y no hago otra cosa que mirar de hito en hito sus ojos y esos labios que me han besado. No se porque lo hizo, pero puedo tener algo muy seguro, me encantó que lo hiciera.

—Debes irte —pronuncia en voz baja y sin mirarme a los ojos.

¿Por qué siempre era así?

—¿Me debo ir? —el asiente levantando la cara para mirarme—. Luego de que te hiciera millones de preguntas y...

—Y de que te besara —termina por mi. Camina de un lado a otro pasándose las manos por el pelo, luego se detiene en frente mío y me mira directamente muy serio—. Lo siento, ¿vale? Todo esto se sale de mis manos. Te explicaré todo lo que quieras aún si eso significa traicionar a mi familia, pero necesito que te vayas —se acerca más a mi y por instinto me alejo para evitar que vuelva a suceder lo anterior—. Te buscaré cuando tenga un tiempo y te contaré lo que necesites saber, pero vete.

Me quedo mirando a la nada intentado comprender lo que me estaba diciendo. Me estaba proponiendo contarme todo lo que quisiera, eso quería decir que mis dudas quedarían resueltas. Espero no arrepentirme de saber lo que oculta está familia, porque me estaré arrepintiendo toda mi vida.

—¡Largo! —me ordena y reacciono al instante.

Paso por su lado sin siquiera mirarlo y me encamino a la sala de estar en donde se encuentra mi madre. Ella estaba parada en la puerta de la casa lista para irse en cuanto llegara y lo agradezco.

Me acerco a ella y Eleanor posa su mirada en mí. No deja de mirarme en ningún momento, lo que me pone muy nerviosa.

—Muy bien, luego veremos con un constructor los detalles finales de la casa —da por terminada mi madre su conversación con Eleanor—. Fue un gusto conocerla y pasar la tarde con usted.




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