Cydent Todo Esta Al revés

Capítulo 8: El Gran Jefe

El fuerte viento agita las hojas, haciéndolas caer; avanzo entre las plantas moradas que brillan tanto que es hipnotizante. Desde sus tallos se nota que están a punto de transformarse en doradas con la llegada de la noche. El aroma de la tierra húmeda mezclado con las fragancias florales llena el aire con una sutileza que acaricia mis sentidos. Esta parte de CYDENT es distinta a lo que conozco: más liviana, más oscura, pero también más brillante. La oscuridad del cielo específicamente en esta zona hace que los destellos de luz resalten con mayor claridad. Los caminos se despliegan limpios y claros, con edificios modernos alrededor que tienen un toque diferente. Estoy en territorio Murphy. Lo sé por el aire, que a pesar de su ligereza se adhiere a mi piel, como si la atmósfera misma intentara rechazarme.

Luego de siglos y de una larga conversación con los jefes de cada especie pura, he logrado que acepten que los Muphyros cumplan un rol en CYDENT. Siempre he pensado que poseen gran versatilidad; más allá de ser lo que ellos piensan una mutación, son un tesoro, que podría servir de gran ayuda.

—¿Estás seguro de que esto nos conviene a todos? —murmura mi hermano, su voz apenas un susurro.

—Tranquilo, Liam. Todo saldrá bien —le respondo con calma.

Mientras avanzamos, nos adentramos en los rincones más desolados de CYDENT. Las calles están vacías, y los pocos habitantes que se distinguen permanecen a distancia. Finalmente, ante nosotros aparece la extravagante residencia del líder de los Muphyros. Sin tocar la puerta, y con el permiso que me confiere mi estatus abro la puerta. Liam parece estar confundido, con una expresión de «me quiero ir de aquí». Claramente deseando estar en cualquier otro lugar.

—Tienes que aprender y dejar de temer —le digo, apretando su hombro por un instante. Miro alrededor; el lugar está impecablemente ordenado y decorado con la mejor de las elegancias, como si hubieran preparado esta pequeña parte de la casa, una especie de recepción, anticipando mi visita. Las demás puertas que conducen al interior están selladas con códigos de seguridad. Tras observar todo el lugar, me dejo caer en un sofá rojo que armoniza con la decoración de toda la estancia, también roja. Ubicado en el centro de este lugar, rodeado de cámaras.

—Esto parece una trampa —murmura Liam, con desconfianza.

—Siéntate y cállate. Necesitas madurar. Es hora de que pierdas el miedo y empieces a aprender. Puede que pronto ya no esté aquí para guiarte y debas tomar el control.

—No digas eso ni en broma, Laiot.

El sonido de una puerta desbloqueándose interrumpe la tensión. De repente, aparece Anthochand, el líder de los Muphyros, una evidente mezcla de Hocold y Aichan. Con expresión neutra, aspecto impecable y una mirada penetrante, se acerca a nosotros. Los nervios en Liam son más que evidentes; me contengo para no darle una patada.

—No deberían estar aquí, Señor Laiot —dice Anthochand con tono serio, mientras se sienta frente a nosotros.

—¿Por qué tanta hostilidad de su parte?

—Ya entiendo lo que pretende. No estoy interesado en que mi especie sea una de sus obras de caridad, así que mejor retírese. —Su expresión seria se torna sombría.

—Tranquilo, ni siquiera le he explicado. —respondo con la calma y seriedad que me caracterizan. A mi lado, Liam observa en silencio, con evidente tensión.

—Tiene un minuto para decir lo que propone —responde Anthochand.

—Necesito dos cosas. Primero, que los Muphyros se integren como cualquier otra especie, con los mismos derechos y responsabilidades, poniendo a disposición de CYDENT sus habilidades. Segundo, sé que usted, Anthochand, como jefe de los Muphyros, ha desarrollado un conocimiento único, gracias a su descendencia única y su inteligencia. Domina el arte de la magia, y necesito su ayuda para descubrir el origen de mi condición genética y si existe una solución.

—De antemano le digo que lo primero es imposible. En cuanto a la segunda petición, no me interesa. No tengo la más mínima intención de ayudarlo. Su condición genética no es una enfermedad, sino una maldición. Con eso debería entenderlo todo. — Sus palabras fueron cortantes mientras me dirigía una mirada profunda, como si pudiera leerme el alma. Mis ojos se abrieron de par en par, y Liam comenzó a temblar como si estuviera congelándose. No tenía idea de que nuestra condición se trataba de una maldición.

—Le daré lo que desee si me ayuda. —Intenté negociar, pero ya sentía la tensión en el aire.

—¡Lárguese de aquí! —exclamó con un tono desafiante. Su piel comenzó a cambiar de color junto con sus ojos, como si estuviera al borde de una crisis. Liam se puso de pie y salió de la estancia apresuradamente, pero antes de hacerlo, me dijo que me esperaría afuera.

—Me iré por ahora, pero regresaré pronto. No olvide que la primera, más que una petición, es una obligación. Así que prepare a toda su especie. En cuanto a mi condición, piénselo bien, la recompensa por su ayuda no tendrá límites. — Sin más, me levanté del sofá, asentí en señal de despedida y me retiré. Afuera, Liam me esperaba con una expresión que decía claramente: "Tierra, trágame".

—No me vuelvas a traer a este lugar. —dijo, todavía alterado.

—Algún día lo entenderás y tendrás que madurar, te guste o no. —Respondí mientras comenzábamos nuestro camino de regreso. La noche ya había caído, y las plantas brillaban con ese esplendor tan característico. El cielo estaba completamente negro, y los destellos de luz eran escasos. Nos mantuvimos en silencio durante todo el trayecto hasta llegar al gran CYDENT. Liam se dirigió directamente a la casa, sin decir una palabra más.




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