3. Maligno

―Aaah, sabía que la canaria se encontraba aquí ― dijo una voz varonil y sedosa al salir de mi escondite.

Rayos. Ya me encontraron. Que bien me fue mi gran escape.

―¿Por qué no pude sentir tu presencia hasta ahora? Bueno, ya no tiene relevancia. Dime dónde está el guardabosques―. Se acercó a mí, obligándome mirar hacia arriba para verlo, pues pasaba mi estatura tres veces.

―N-n-n-no sé de quien m-me hablas ― El susto me adormeció la vergüenza, pero mi cuerpo reaccionó de igual manera, la cara se me enrojeció como tomate tendido bajo un sol de verano. Que mal momento para tartamudear, siempre me ponía así cuando los nervios me comían viva. Nunca logré superarlo.

―Sabemos que eres amiga de el guardabosques ― El Maligno produjo un papel doblado del bolsillo en su chaqueta negra. Enderezó el papel, mostrándola; era una foto mía, guiando mi guagua con Mekhi montado encima la capota. Mi amigo odiaba los vehículos, no confiaba en ellos y siempre viajaba al aire libre cuando me acompañaba a ciertos lugares ―Es usted, ¿no? Has sido vista con el elfo en varias ocasiones por nuestros informantes. Una joven delgada de constitución saludable, cabello largo y lacio color castaño, ojos marrones, estatura cinco pies con siete pulgadas, pesando 125 libras, medidas--

―¡Ya! ¡ya! ― exclamé escandalizada ―Veo que hicieron su trabajo.

―Somos eficientes ― afirmó, guiñando un ojo y guardando el retrato ―.Me han dicho que eres diferente, por lo visto es verdad. Los humanos me ven como su igual, una persona de confianza. Pero tu no me ves así, ¿verdad? ¿Sabes que soy?

Lo miré detalladamente. De tez morena, café con un puño de leche. Sus ojos grises eran profundos e inquisitivos, poseía figura fuerte hecha grácil por movimientos fluidos como el mismo agua. Mostraba un carácter de un individuo que siempre estaba en control total, seguro de sí mismo. Los cabellos le alcanzaban la cintura, negro y rizado. Pero hasta ahí llegaban sus rasgos humanos. Las partes expuestas de su cuerpo mostraba marcas raras y siniestras, parecían símbolos hechos con hierro candente, tenía orejas puntiagudas, y un cuerno le crecía por la parte izquierda de su cabeza como si estaba en proceso metamorfosis.

―Un Maligno. E-e-eres un Maligno ― espeté.

―Muy bien. Una estrellita para la canaria― aplaudió lentamente el Maligno, sonriendo y mostrando sus caninos los cuales eran bastante alargados ―. Mehki te instruyó en lo básico, pero no es suficiente. Mi nombre es Nixon, soy de la organización Clover. Si te rindes y nos trae al guardabosques no terminarás como el resto de Green Bank.

No me importaba tres coyotes de qué organización era. ¿Este idiota esperaba que me rindiera tan fácilmente? ―¿Que pa-pasará con Green Ba-ba-bank? ― pregunté tragando en seco.

―Pronto será nuestro dominio, mis colegas se apoderan del lugar en estos momentos. No tienes que saber los detalles. Escúchame canaria, tus habilidades son muy valiosas para nosotros. Coopera y te recompensaremos en grande.

No sabía si era estúpido u ingenioso pero una idea tomó raíz. Lo miré a los ojos, fingiendo mi mejor voz inofensiva y tímida ―¿Prometes no lastimarme si ayudo?

Nixon suavizó su expresión ―Tienes mi palabra. ¿Trato hecho? ― estiró su mano hacia mí. Tenía uñas largas e inmaculadas, de un negro obsidiano cualquier emo mataría por tener como esmalte.  

Lo imité en son de paz mientras la otra mano tomó un puñado del resto de las Cenizas de Morpheus guardado en mi bolsillo trasero.

―¡No hay trato! ¿Regresa al infierno donde saliste!― grité al soplar las cenizas directamente en su rostro, alejándome para no terminar afectada en el proceso.

―¡Eres una maldita! ―Nixon soltó un rugido estridente, tapándose la cara con ambas manos. Al parecer las cenizas no poseían el mismo efecto de poner a dormir para su especie como lo tenía con los humanos.

Aproveché su predicamento y escapé de mi hogar, corriendo como flecha destinada al bosque mágico de mi infancia en busca de la única persona quien nos podrá salvar.