Cynefin

4. Azhon

Azhon era vasto, sigilosamente expandindo sobre siete países. Había una vez en donde planeaba embarcar en un viaje prolongado y explorar cada rincón exótico cubriendo el bosque. No corría ningún peligro mientras navegaba dentro la seguridad del territorio encantado; la comida era abundante gracias al sin fin de arboles con frutas y vegetación, además podía acampar todas las noches bajo las estrellas, durmiendome con el canto de los animales nocturnos quienes velarán por mis sueños.

Al completar los debidos años de estudios en casa comencé a trabajar en la granja de mi tío. Nunca pensé atender un colegio, me gustaba la vida simple; trabajando la finca, rodeada de naturaleza, animales y sobretodo mi familia. No me interesaba probar una experiencia universitaria y solo bastaba generar un poco de dinero para gastos básicos. La añorada aventura seguía retrasándose a la medida que me concentraba en mi labor, lo cual requería de mucha atención y demanda física sin incluir las responsabilidades delegadas por mi tío gracias a su profunda confianza en mí. Aún así, ese sueño de perderme en Azhon siempre permanecía en la mira, agitando mi corazón como mujer esperando la llegada de su Príncipe Azul. Si los Malignos se apoderaban de Green Bank, ¿que pasaría con este bosque? De tan solo imaginar un lugar tan divino cayendo en corrupción me sofocaba. Apresuré el paso, negando pensar en ello. Evitando pensar en cualquier cosa capaz de afectar mis emociones.

Los efectos que sufrí al encontrarme con el Maligno Nixon disminuyeron cuando entré en Azhon. Este lugar es el concepto de pureza, un santuario con propiedades curativas, la flora y fauna vivían en total armonía y juntos aseguraban que ese equilibrio nunca perdiera balance. Una lluvia liviana comenzando a caer me limpió de las impurezas sosteniendo mi alma y comencé a respirar con más calma cuando me aproximé a un claro en el bosque, notando como los animalillos normalmente proseguían con su día. La malicia aún no ha intervenido con el flujo de vida en Azhon. Todo estará bien. Mekhi sabrá qué hacer.

― Dex... ¡Dex! ― Mi voz salió débil, apenas audible. La garganta me ardía de todas las veces que había devolvido.

Afortunadamente Dex no tardó en contestar mi llamado, emergiendo desde la oscuridad de los árboles, empapado de lluvia al igual que yo - excepto más majestuoso. Pienso haber cultivado una conexión especial con Dei’Xhing durante los años ya que la bestia sabía cuándo y dónde buscarme en todo momento. Me acerqué hacia él, rodeando su cuello lo más que pude con mis brazos.

Era una bestia magnífica, salvaje en su apariencia pero civilizado de comportamiento. Para mí Dex era nada más y nada menos que un perro grandullón, la mascota perfecta que siempre quería.

― Dex, estamos en problemas ― dije, enterrando mi rostro en su blanca melena espesa ― Necesito buscar a Mekhi, ¿sabes dónde está?

Dex no pronunciaba palabra pero entendía la lengua humana como el resto de los residentes en el bosque. Inclinó su cuerpo para mi beneficio y me encaramé sobre su espalda sin gastar tiempo. Acomodándome mejor, tomé un puñado de pelo en cada mano para sostenerme. La bestia me cedió unos segundos para asegurar la postura antes de romper en vuelo a alta velocidad por los pliegues del bosque. Los colores verdosos de Azhon se derritieron con nuestro avance, mezclados en pinturas abstractas. Usualmente gozaba de estos viajes pero hoy cerré los ojos para no sufrir otro mareo y atrazar nuestra búsqueda. El cerebro me punza con miles de interrogantes a la vez, preocupaciones infinitas y al centro de ellos veía los ojos codiciosos de Nixon atormentándome.

― Corre con todas tus fuerzas, Dex. No tenemos mucho tiempo...



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En el texto hay: elfos, romance accion y drama, naturaleza paisaje fauna

Editado: 20.06.2018

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