Gracias a la rapidez sobrenatural de Dei’Xhing no tardamos reunirnos con Mekhi. El guardabosques solía meditar a lo alto de unas colinas gemelas supervisando el río rocoso topado de una cascada. El elfo parecía estatua sentado en el suelo con las piernas cruzadas estilo indio, los ojos cerrados y desconectados del mundo, su pelo rubio quitando la ilusión de figura marmol al ondular junto a la brisa.
Me bajé de Dex, perpleja en como sacar mi amigo de su trance. Era posible que estaba comunicándose con su tierra natal; un lugar llamado Erielle ubicado en otro mundo bautizado Threa, lo cual supuestamente era conocido como una sombra o clon del planeta Tierra. Mekhi realizaba sus conferencias espirituales en mi presencia todo el tiempo, y me advertía de nunca interrumpirlo. No sabía si sufriría de algún dolor físico u psicológico al cortar la conexión, o si la advertencia era para preservar buena ética, pero esto era una emergencia. Tendría que arriesgarme, cada segundo haciendo nada era un segundo menos para tomar acción.
Mi preocupación fue en vano. De repente Mekhi entró en movimiento, llegando a sus pies en un salto y volteando para recorrer mi estado con cara severa.
― Hueles a un Maligno. ¿Te hicieron daño, Quincy?
Antes de que pudiera contestar, Mekhi llegó a mi lado en un abrir y cerrar de ojos. Buscando señales de heridas o rasgos de corrupción, sus manos atraparon mi rostro. Era igual de fuerte como recuerdo todos esos años atrás, dotado de músculos cosechados durante entrenamiento riguroso. Me sentía especialmente frágil sostenida en su agarre. Mi corazon hecho una tormenta por la cercanía.
No lo voy a negar, he estado secretamente enamorada del elfo como idiota desde que entré en pubertad y despertaron mis hormonas. Ni las circunstancias del presente reduce la reacción que sentía al tenerlo tan cerca, así de irrevocable era mi afecto hacia él, a punto de caramelo al ver el corte de su rostro perfectamente simétrico, mirar esos honestos ojos verdes, claros como cristal, apreciar su nariz perfilada y la curva masculina de su boca... Si algo malo me espera en el futuro cercano le pido a Dios al menos satisfacer la curiosidad de besar esos labios carnosos, saber cómo sería tocar su lengua con la mía y conocer su sabor. Aunque sé muy bien es un pedido en vano - el guardabosques nunca mostró atracción hacia mí, se portaba más como otro padre haciéndose cargo de mi bienestar que un hombre interesado en el sexo opuesto.
―Es-estoy b-b-bi-bien ― Que la tierra se abra y me trague ahora mismo.
Al menos Mekhi confundió mi balbuceo, pensado que se trataba de miedo.
―Pobre, estás aterrorizada. Es tu primera vez viendo un Maligno ― El elfo inconscientemente decide empeorar mi estado al inundarme en un fuerte abrazo. El me consuela y yo me derrito ― .Tranquila, no dejaré que te pase nada. Tengo un colega en la próxima ciudad quien cuidará de ti.
Ahí explotó la burbuja de tonta enamorada, las palabras del elfo haciendo coneccion. ―¿Irme? Yo no me voy de aquí. Green Bank está en peligro, hay Malignos trabajando para apoderarse del lugar.
― Estoy siendo reubicado, Quincy. Acabo tener una conferencia con los míos en el reino de Erielle y estamos al tanto de la situación. Pero me ordenaron evacuar el bosque de inmediato. Green Bank ya no está bajo mi jurisdicción y no estoy permitido combatir los Malignos sin autorización de el reino. Lo único que puedo hacer es dejarte segura antes de partir.
Salí de sus brazos, poniendo un poco de distancia.
― No entiendo, ¿simplemente van a dejar que tomen mando de la aldea y se salgan con la suya?
― Es algo temporal, no ganarán Quincy. Eso te lo juro. Nuestros números han reducido con el pasar de los siglos y los Malignos de la organización Clover son malas noticias, escogidos personalmente por el Rey de Noche Eterna. Necesito volver a mi tierra y forjar una estrategia de contraataque. No sé cuánto tiempo estaré en Erielle.
―¿Hablas en s-s-se-serio? ― estallé histérica ―¡N-n-no nos podemos i-ir! Green Bank te necesita, yo te necesito. ¿Qué pasará con m-mm-m-miiis padres? ¿Mi familia? ¿Mi ho-hog-hogar? ¿Qué pasará con Dei’Xhing y el resto del bosque?
El elfo me miró extrañado ―Quincy, tienes que calmarte. No es bueno caer en un estado frenético.
Intentó tomarme de la mano pero lo empujé. Aunque no lo moví ni un centímetro este comprendió el mensaje y se alejó.
―¡No me calmo! ― lloré frustrada ―Pides que abandone todo sin intentar salvarlo. ¿Por cuánto tiempo estarás e-e-e-en Erielle? ¿Ssss-semanas? ¿Meses? ¿Años? ¿En qué estado quedará mi hogar? ¿Que-que-que-que se supone que haga mient-mientras tanto? ¿Quien es Clover? ¿Quien es ese Rey? Nunca me hablaste de ellos. ¡¿Po-po-p-pr-por-por-por que estan aqui?! ¡¿Por qué no quieres hacer nada?! ¡Este es tu trabajo! ¡Tienes que proteger tu territorio! ¡No nos puedes abandonar!
―Lo siento Quincy, ahora no es momento para contestar tus preguntas.
Mekhi sopló algo en mi cara. Cuando la ceniza de Morpheus entró en mi sistema las rodillas me fallaron y hubiera caído al suelo como piedra pesada si no fuera por él sostenerme. Me cargó en sus brazos como una novia recién casada para montarse conmigo sobre Dex. Lo último que escuchè antes de caer inconsciente era su voz adolorida pidiendo perdón.