Desde el día que le confesó su identidad a Adam, Elián se había vuelto un poco más cauteloso con ella, tanto que apenas hablaron sobre el tema, pues su novio dudaba en preguntar lo que fuera que pasara. Si algo llegaba a fastidiar a Elián era que no conocía del todo a la muchacha que ahora le robaba el sueño, estaba ansioso por conocerla y saber cada cosilla de la chica, pero para recién comenzar su relación y al mismo tiempo conocerse sentía que no favorecía.
El jueves había llegado rápido, Arleth estaba en su casa esperando a la llegada de su novio, la jovencita pensaba que por fin tenían espacio para estar juntos, pues en la escuela pocas veces se encontraban y en los recesos solían estar cada uno con su grupo de amigos, aunque encontraban espacios para verse en la entrada y salida del instituto o su pequeño juego de pillarse mutuamente mirándose tras la ventana. Aunque para ellos fuese una realidad, no habían compartido la noticia de ser una pareja con los amigos de ambos, sin embargo, parecía no ser necesario pues nadie preguntaba.
Estaba emocionada pues aquello se podía catalogar como su primera cita, aunque consideraba como primera la noche cómplice entre motocicletas. Elián le comentó sobre las reuniones que normalmente tenía con sus amigos mayores los jueves, a palabras del muchacho, se reunían para beber cerveza y jugar algún juego de mesa y asar que tuvieran a la mano.
Siendo las seis de la tarde, voló cuando su timbre resonó, no sin antes despedirse de su madre y asegurar que regresaría antes de las once, la muchacha llegó a suponer que sus padres no la dejarían regresar tarde en un día entre semana, sin embargo, para su sorpresa no fue de esa forma.
— Hola, niñita. — La saludó su novio al momento de acercarse al muchacho de la motocicleta.
— Hola, malote. — Los dos sonrieron y con un beso fugaz Arleth trepó en la motocicleta y salieron rumbo a la fraternidad.
La jovencita albergaba la idea de estar acostumbrada ya en ir en moto, pues no estaba tan aterrada a diferencia de la primera vez arriba de ella, reconocía que Elián manejaba de manera amena, ni tan rápido ni tan lento, era el balance perfecto para la muchacha. Además de que Arleth sabía que el chico era prudente por lo mismo de ir con ella.
Cuando llegaron a la casa de la fraternidad la jovencita se sorprendió por no ver mucho movimiento, realmente parecía una casa cualquiera en medio del vecindario, no se veía más autos que los dos que ocupaban los cajones de estacionamiento de la cochera. Elián aparcó la motocicleta y ayudó a la jovencita a bajar.
— ¿Recuerdas los nombres de todos? — Arleth meditó.
— Quiero creer que sí. — Sin agregar mucho más, Elián la guió hasta la puerta, ni siquiera tocó para avisar su llegada simplemente abrió la puerta con tranquilidad. En la sala había solo tres personas, dos mujeres que Arleth no conocía y Jackson.
— ¡Ovejita! — Jackson se levantó del sofá en el que estaba, traía una sonrisa amplia y se veía menos rudo, pues su estilo era mucho más sport que la vez anterior.
— Hola... — Arleth saludó un tanto cohibida y sorprendida pues había sido recibida con un efusivo abrazo, que de no ser por Elián seguramente era aplastada todavía más.
— Me alegra verte, pensé que no lo vendrías.
— ¿Y Khalan? — Cuestionó Elián siendo ligeramente posesivo al interponerse entre Jackson y la jovencita.
— En la cocina, termina de hacer los aperitivos. — Jackson contestó alzando los hombros y esquivando al muchacho tomó el antebrazo izquierdo de Arleth y la condujo con él al sofá. — Ella es la ovejita. Ovejita, ellas son Kenia y Jess.
— Un gusto, ovejita. — Dijeron en unisón con una sonrisa divertida.
— Me llamo Arleth. — Kenia le sonrió de una forma fraternal.
— ¿Tu nueva novia? — La manera en que preguntó Jess no le agradó a Elián, pues lo había interpretado como si cada semana presentara a una chica diferente.
— Iré a ver a Khalan. ¿Vienes, Leth? — La muchacha asintió y volvió a librarse de los brazos de Jackson para ir con Elián.
La casa de la fraternidad era mucho más amplia de lo que recordaba, y probablemente, era porque no estaba inundada de jóvenes bebiendo, hablando y bailando por los pasillos o cada rincón del lugar. Al entrar en la cocina, se toparon con cinco chicos más, de los cuales reconoció a la mayoría. Brandon, Theo y Khalan levantaron la mirada al verlos entrar, los chicos estaban picando embutidos y colocándolos en una charola.
— ¡Arleth! — Exclamó Khalan, dejando el cuchillo de lado para poder acercarse a ella. La muchacha no podía negar que se sentía avergonzada y al mismo tiempo feliz, pues Jackson y Khalan parecían genuinamente felices de verla.