Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz.
2 Corintios 11:14
Durante años he hecho lo que mi madre ha pedido, me ha manipulado a su antojo. Dieciocho años encerrada en mi propio infierno personal, huyendo y escondiéndome de las malas decisiones de mi madre. Tanto así que mi hogar dejó de ser acogedor, dejó de ser seguro.
En uno de mis extraños sueños descubrí una gran habilidad, la pintura. Y la tomé como una opción para traducir mis sueños pero nunca obtuve resultado, sólo lograba confundirme más. Apenas despertaba, sin importar la hora y sin estar 100% consciente de la realidad, tomaba un lienzo y comenzaba a dibujar lo que recordaba —que no era mucho— con la ilusión de entenderlos pues el deseo ya lo tenía, suponía que cada sueño era una revelación y tenía la seguridad de que se trataba sobre mi pasado y que por ende eso cambiaría completamente mi futuro, aunque deseaba que no fuera cierto.
Observé el lienzo frente a mí, había plasmado en él la guerra de mi anterior sueño. Observé la figura angelical que yacía en el medio de todo, sobre su cabello dorado había una aureola del mismo color, unas enormes alas blancas, una luz rodeándolo y unos preciosos ojos azules. Estos seres aparecían constantemente en mis sueños, incluso me hablaban pero al despertar era muy poco lo que recordaba, me advertían sobre una guerra pero no recordaba el por qué o con quien. Y luego estaba un ser oscuro, sus alas eran totalmente negras y con fuego, parecían desaparecer lentamente, sus ojos eran rojos y fácilmente podías ver la maldad que habitaba en su interior en ellos.
La misma maldad que últimamente habitaba en mí.
El tenue fulgor de la fogata iluminaba el lugar, sentí frío y observé detalladamente el lienzo —una vez más—. Y estaba él, ese chico que aparentemente cuidaba de mí, o eso quería creer. Nunca podía ver su rostro, sólo sus enormes y largas alas negras y sus preciosos ojos. Sin contar esa sensación conocida que me proporcionaba, era como si me vigilara constantemente, día y noche, sin importar la hora que fuese, si llovía o nevaba. Esa sensación nunca desaparecía.
—¿Problemas en el paraíso? —La voz de Christian resonó a mis espaldas, me sobresalté.
—No... no noté que estabas allí —Llevé una mano al pecho mientras intentaba relajarme, arrastré mis pies descalzos por la cerámica fría sin ánimo alguno de seguir moviéndome— Espera, ¿cómo has entrado?
—Con esto —Levanta una copia de las llaves y la mueve frente a mí, sólo se me ocurre una cosa. ¿De dónde sacó una copia de las llaves?— Sirve para abrir puertas, se introduce en una cerradu...
—La volteas y la puerta se abre, conozco el proceso y creo que deberías dejar de leer hush hush, ya comienzas a imitar los diálogos de Nora y Patch —Volteé mis ojos y me dejé caer en el sillón— Agradece que te aprecio, de lo contrario ya estarías detenido por invasión. ¿Qué hubieses hecho si se tratara de mi madre?
—Lo mismo que hago contigo —Se encogió de hombros, yo alcé una ceja sin entender del todo
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a un ¡Hey Kalanie! ¿Cómo estas? ¿Todo bien? Vine a dar una vuelta, ya sabes —Su actuación fue tan cómica, la forma en que se expresó, su rostro, que estallé en carcajadas— ¿Qué haces? No has ido a Demon.
Asentí, no había ido porque me encontraba realmente cansada. Se acercó al lienzo y lo observó detalladamente, intenté relajarme un poco pero los recuerdos comenzaron a hacer de las suyas. Intenté concentrarme en ellos a ver si lograba atar los cabos sueltos pero nada funcionaba. Me quedé fijamente observando la fotografía colocada en el mesón, el cabello rojo de mi madre, sus grandes y expresivos ojos verdes, y se me hizo tan familiar. Una sensación extraña se apoderó de mi, me estremecí.
—Dibujas hermoso —Murmuró maravillado, observaba los dibujos con admiración— Mucho talento, deberías considerarlo un regalo del cielo.
—¿El cielo? —Inquirí burlona— Lo dices como si fuera lo mejor del mundo, como si todo lo bueno viniera de allí
—Quizás —Se encogió de hombros, acarició el dibujo con total delicadeza como temiendo que se dañara— Vaya, un ángel y un demonio.
¿A que se debía su repentino interés? Suspiré y decidí levantarme y buscar un poco de té o algo que lograra calmarme, pero al regresar el continuaba mirando el dibujo.
—Lástima que no todos los ángeles son buenos, al igual que no todos los demonios son malos —Volteó para mirarme fijamente, lo miré sin entender— Los demonios son el reflejo humano y los ángeles son la muestra de que la perfección nunca existió.
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Editado: 27.06.2018