Querida Iris,
Mis padres tampoco inculcan en mí el deseo de convertirme en artista. Conozco el talento que poseo, pero como bien dice, será difícil abrirme camino en una sociedad como en la que vivimos. Aunque me gusta su positivismo. Si algún día abro mi propia galería de arte, la atracción principal será una Dalia.
Uno puede ser un gran maestro solo hasta donde la otra persona se lo permita. Usted me dio lugar a que la guiara y aceptó mis consejos. Aunque algo me dice que el poder del habla desaparecía cada vez que posaba mi mano sobre la suya. No puedo culparla, a mí me sucedía lo mismo y por más que trate de negarlo, en realidad no importaba si hacía un buen trabajo con su Dalia, yo solo quería apoyar mi mano en la suya.
No puedo esperar a verla.
Amelia