Querida Iris,
Sospecho que no cesarás de visitarme o mandarme cartas hasta que obtengas una respuesta.
Aquella noche rechacé la oferta de tu Madre por ti.
Quería evitar quedarme contigo durante la noche porque sabía que no podría controlar lo que siento. Intenté ocultarlo, apagarlo, ignorarlo, pero cada vez que estoy cerca de ti me siento en una antesis.
Pensé que, deteniendo las cartas, mis sentimientos también culminarían, pero me equivoqué. Cada vez que salía de mi cuarto esperaba ver tu distintivo sobre debajo de mi puerta y cada vez que Madre me avisaba de una de tus visitas, debía luchar contra cada fibra de mi ser para no salir a buscarte.
Ahora que lo sabes, queda en ti qué paso dar a continuación. No creas que te guardaré rencor por lo que vayas a decidir, siempre tendrás un lugar especial en mi corazón, Iris.
Amelia