Querida Iris,
Sabía que era osada, pero no hasta tal punto.
Escribo estas palabras sentada en mi escritorio frente a la misma ventana por la que acaba de salir. Agradezco en silencio haber elegido el cuarto en planta baja.
Es imposible desvanecer mi sonrisa y estoy segura que mañana me dolerán las mejillas.
Espero que le haya gustado la pintura de la Dalia que se llevó de mi cuarto.
Suya,
Amelia