Querida Amelia,
Madre me pregunta todo el tiempo por qué estoy tan feliz y yo debo morderme la lengua para no decir tu nombre. Esto, me entristece.
Sé que debería concentrarme en lo que tenemos ahora, como me has dicho con anterioridad, pero últimamente no dejo de pensar qué sería de nosotras si pudiéramos ser libres. Si pudiera tomarte de la mano en público, besarte en mi habitación sin la necesidad de prestar atención a los pasos del otro lado de la puerta, sonreírte con complicidad sin preocuparme por cómo me brillan los ojos cada vez que nuestras miradas se cruzan.
Vivo por los momentos que robamos, pero siento que merecemos más que ir a contrarreloj.
Iris