CAPITULO III
Lentamente la noche daba rienda suelta al júbilo de la ciudad negada a dormir y los jóvenes, incitados por el desenfreno habitual de los viernes, se encaminaban al Estadio Soto Mayor al concierto de Rock heavy metal de Gustav Taboch. Para Damary la experiencia era nueva y en ese interés, ajustaba su conducta a los eventos por venir que la acercaban a un gusto por el muchacho que la galanteaba y la visitaba con regularidad colmándola con presentes. La salida al concierto la confunde y aquella noche, de camino por la ciudad, vestida con pantalón jeans ajustado a la cadera, camisa a cuadros abierta en su pecho y boina negra sobre su cabellera ondulada, la luz de las farolas se movían para mostrar la estampa de la mujer hermosa en que se había convertido y el rugido del automotor que Raúl conducía, no impidieron el momento para que él le hiciera una propuesta:
.-Me gustaría tener algo más que una amistad contigo Damary. Lo imprevisto, pero esperado por la joven se hacía presente y entre la duda y la precaución, aparecían las palabras de la abuela María:
.-No nos olvides Damaryta... no nos olvides y cuídate de los amores que ya estás en la edad. El rugido del motor llegando al estacionamiento del estadio impide por igual dar respuesta al petitorio del muchacho y guardaría silencio mientras bajaban del vehículo y se desplazaban hacia la puerta de acceso al local.
.-Raúl, Raúl, por acá, por acá, era el llamado de uno de sus amigos que lo invitaba a pasar por la puerta de preferencia para invitados. Damary se sentía tratada como una princesa que llega a una fiesta de cumpleaños donde le deparan sorpresas y caminaba con altivez, sin preocupaciones posibles, pero en su mente llevaba la interrogante a la propuesta que le hiciera Raúl Montenegro en el auto.
.-Este es mi amigo de infancia Damary, y Gustav Taboch la miraba con picardía, entusiasmado con los ojos de la muchacha y los hoyitos en sus mejillas que la hacían parecer diferente. Damary, como hipnotizada estiraría su brazo para darle la mano al joven que vestía de manera estrafalaria, con el cabello en aparente desorden, el rostro pintado en blancos y negros con una cinta sobre la cabeza y extrovertido.
.-Raúl, ¿de dónde sacaste esta preciosa niña, acaso de un cuento de hadas? y sin pensarlo dos veces acercaría sus labios a su rostro y le estamparía un beso tierno y suave, que la estremecería.
.-Es muy hermosa de verdad, y Raúl, buscando interrumpir la acción en la que el músico había tomado partido, la abrazaba como si la conociera de mucho tiempo atrás, tratando de protegerla.
.-No he visto nada igual en toda mi vida Raúl y vaya que he recorrido mundo. De dónde eres mágica presencia y le acariciaba el cabello con ternura casi infantil despertando los celos del amigo. Ella se había quedado en una pieza, sin habla, sin poder retroceder ante la fuerza de atracción que le imponía el cantante con una guitarra en la espalda y unos ojos azul cielo preciosos que la hipnotizaban.
.-Tavo, cinco minutos y a escena, sería la voz fuerte que escucharían los tres y movería al joven a separarse de Damary que no atinaba a reaccionar.
.-Nos vemos más tarde… y le lanzaría un beso con los dedos de la mano pegándolos a los labios de ella.
.-Es su nombre artístico… Gustav Taboch, es su nombre artístico… no cambia. Desde niño le gustó el chelo pero eligió la guitarra clásica; estudió en España con grandes maestros, pero en esas locuras aprendió el arte de los gitanos y terminó en el rock. Se daba inicio al concierto ante los gritos y el desespero de fanáticos de la música Rock metálica y Pepe, que lucía una franela de Bob Marley, completamente sudado, comenzaría a brincar, a dar gritos intemperantes y, a bailar en desorden, como poseído, cayendo de bruces al piso con convulsiones.
.-No entiendo Raúl, no lo entiendo, decía Damary viendo lo que sucedía a su en derredor y sumamente angustiada por la salud de Pepe.
.-Te pasaste Pepe, si no es porque Damary y yo te dimos primeros auxilios… te mueres, bueno ella te dio una infusión de hierbas, no sé de donde la sacó. ¿Qué consumiste loco?
.-No lo sé, por dios que no lo sé, yo sólo me dejé llevar por la música; había tomado cerveza y licor fuerte pero no tenía pensado quedarme mucho tiempo y –sin razón alguna– empecé a sudar frío, perdí el control de mis pies y mis rodillas se flexionaron solas, pero yo me mantuve fuerte, sentí la guitarra eléctrica de Gustav, vibrante en mi cuerpo, en un sólo de agudos, parecía que la música me hablaba y caí en éxtasis, intenté contenerme y caminar hasta la salida para irme y cuando estaba atravesando por un grupo de gente ¡No pude más! Tuve que entregar mi cuerpo a la pista y me desmayé.
.-Dale las gracias a Damary Pepe.
Damary no entendía lo que había pasado aquella noche, la impresión al ver aquel muchacho en estado tan lamentable y observar como los demás seguían su ejemplo, la consternaba y en la espera de volver a ver al músico, cosa que no ocurrió, recordaba la euforia vivida y los gritos de la multitud cada vez que Taboch mostraba el arte que tenía en sus manos, una realidad que la llevaría a montarse en el vehículo con nostalgia y, pensativa, se recostaba al vidrio lateral del copiloto sin escuchar la voz de Raúl que insistía en comprometerla en una relación.