CAPITULO V
La mañana se mostraba de un gris plomo acentuado y, en las cumbres de la montaña en límites con la Hacienda Agua Dulce, negros nubarrones amenazaban con truenos una descarga de lluvia; Ignacio Pineda, en medio de la sala rumiaba su violencia por lo ocurrido a Damary, se había enterado de lo sucedido e interrogaba a Tostado Aguirre, el capataz de la hacienda, un hombre musculoso y alto con cabello liso hasta los hombros que llevaba una cinta de colores gruesa en derredor de la frente.
.-¿Qué fue lo que pasó?
.-Hasta ahora nada patrón. Todo está controlado, su caballo saltó el tranquero y bueno, cosas de la naturaleza, la yegua blanca se voló de la hacienda y hubo que buscarla por los lados de la montaña, por allá andaban los dos, menos mal que el tío de Damary conoces de esos lares y nos indicó el camino.
.-¿Qué más?
.-Los toros que teníamos para la Feria de San Isidro los embarcamos esta mañana, vinieron por ellos muy temprano y los de ceba ya están en los otros potreros, Agustín anda en eso y yo me vine para acá para informarle.
.-¿Que dijeron los caporales de Don Fernando?
.-Ellos no dijeron nada, se limitaron a encajonarlos en los camiones, el empresario fue el que habló conmigo y me dijo que estaban en el peso indicado, pero que con el viaje la merma iba a ser importante, por la distancia entre la hacienda y la plaza de toros en la frontera.
.-¿Embarcaste el pienso?
.-Claro patrón, eso es de mi obligación y las medicinas, que Juancho sabe que hacer en los corrales de la plaza. Ignacio Pineda haría una pausa larga, mientras caminaba por el estudio y se detenía a contemplar la pintura al oleo de una amazona con parecido a Damary, montada sobre una yegua blanca, con la diferencia del predio que no se correspondía con el suyo y los que la acompañaban, hombres de a caballo con varas largas y sombreros de ala ancha, muy planchada, hablaban sobre dehesas para custodiar toros de lidia en las tierras donde nacieron sus padres.
.-Refiéreme lo otro, y se voltearía para mirar de frente al hombre moreno y musculoso que dudaba en responder.
.-No se dé que otra cosa Patrón. Ignacio tomaría un habano de una cajita y en la costumbre de olerlo antes de encenderlo, miraría a Tostado. Sacaría un encendedor del bolsillo del pantalón de lino blanco, mordería la punta del tabaco que saborearía por un rato antes de escupirlo y lo encendería, y con cada aliento para dar fuego sacaba pequeñas llamaradas al cigarro, antes de aspirar y lanzar el humo al espacio.
.-¿Qué te parece Tostao? Qué te parece, que yo sepa cómo se deben hacer las cosas y tú te hagas el pendejo. El hombre apretaba el sombrero con sus manos sudorosas y ante la duda le contestaría:
.-Bueno, ya usted debe de saberlo, a la muchacha la atracaron en el colegio y la llevaron al hospital, eso dicen.
.-Eso dicen… ¿verdad Tostao? pero ella no es una muchacha, es la señorita Damary Morales ¿no te parece?
.-Disculpe patrón, la señorita se hizo en estudios y es muy inteligente y confrontó a alguien.
.-Así estamos mejor y nos entendemos Tostao. ¿Cómo está ella?
.-Más o menos, nos enteramos porque quien que lleva las provisiones a la señorita Damary, dijo que la agredieron por venganza o cosas así, pero ya tomamos carta en el asunto.
.-¿Cuáles cartas en el asunto, Tostao?
.-Sabemos que hacer sin que nadie se entere. Esta mañana con los que se llevaron los toros para la corrida, va el encarguito y le aseguro que no les va a ir muy bien.
.-Sin matar a nadie, negro, sin matar a nadie.
.-No se preocupe patrón y se dispondría a marcharse, cuando en la puerta se volatería para decir.
.-Otra cosa patrón, la señorita Damary mando a alguien a preguntar a doña María por un libro.
.-¿Qué le dijeron?
.-Nada, doña María guardó silencio y lo mando para la hacienda; Juan hablo con él. Preguntó por un libro que usted escribía o que tenía en un cajón, parece que lo necesita
.-¿Un libro?
.-Si.
.-¿Nada más?
más, patrón. Ignacio se quedaría en silencio, pensando en cómo Damary sabía sobre aquel cajón y el libro y por qué aquel extraño había llegado al pueblo preguntado por él. Sin pensarlo y con Tostado aún en la sala, fue en busca del cofre. La biblioteca se mantenía en completo orden, menos los cuadros de Picasso, Salvador Dalí y un Van Goth, que ya no estaban en su sitio, sólo la escultura de Botero se mantenía en la lateral sobre un pedestal, pero las fotografías de Damary había variado, se exhibían a un costado de la antesala, primeros planos de sus ojos, de su boca, de medio cuerpo y en poses de modelo muy natural.
.-Muy inteligente se hizo la muchacha… y muy bonita… y observaría de nuevo la pintura de la amazona, para detenerse a contemplar el rostro que mostraba la fotografía de Damary muy diferente a la que había partido de Juntas, mirada inocente y en la media sonrisa, los hoyitos de sus mejillas.
Ignacio disfrutaría el placer de fumar tabaco en la soledad del recinto y entretenido en la tarea, limpiaría de objetos el escritorio con una mano y la deslizaría por debajo hasta tocar el cajón del armario y sacar el cofre de madera con figuras talladas.