CAPITULO XV
En el centro de diagnóstico clínico de neurocirugía en Berna, Suiza, Raúl Montenegro revisaba textos de estudio sobre la especialidad que ahora amaba, entre el alta voz con música del ordenador y la libreta de notas a un lado de la mesa leía: El resultado final de los pacientes con traumatismo craneoencefálico y hasta dónde se puede llegar en su tratamiento, suscita grandes debates éticos. Un accidente de tránsito, en una persona puede producir importantes limitaciones para la vida; ¿es esto aceptable o no? se dijo, sin detallar un alerta de mensajes que parpadeaba en la esquina del aparato.
.-Tradicionalmente a estos accidentados se les evaluaba de dos formas muy simples: malos resultados, pacientes que fallecen, quedan vegetativos o gravemente incapacitados; y, buenos resultados, moderada incapacidad y buena recuperación y pensaría en el cuadro clínico que presentó Gustavo Taborga que en su caso, no sucedió así.
.-¿Qué ocurrió realmente con Gustavo? ¿Acaso fue la medicina de Damary la que dio resultado o fue realmente un milagro?
.-Gordon Murray, estadístico del Medical School de la Universidad de Edimburgo, ha perfilado una clasificación: muerte, estado vegetativo, permanecer dependiente para las actividades diarias, gravemente incapacitado; o, discapacidad moderada, paciente que queda con secuelas, pero es independiente y tiene una buena recuperación, capaz de reintegrarse más o menos normalmente a la vida social, laboral y familiar y aquí las tesis argumentadas no se cumplieron.
.-!Inexplicable! Un milagro, fue un milagro, no cabe duda y se estiraría en la silla para desemperezarse y observaría la pequeña luz del computador en la lámpara del techo.
.-!Damary en la pantalla! Con colores que se convertían en innumerables papelillos y globos que explotaban y se tornaban en flores silvestres aparecía un mensaje.
.-!Soy feliz!... muy feliz Raúl… te amo. Raúl no podía entender la intención de aquel mensaje y por su mente corrían mil formas de interpretación para con lo escrito; sabía que Damary no era muy amiga del ordenador y sus mensajes eran cortos, parcos, sencillos pero este, aún cuando había hecho la promesa de no decir, ni explicar nada de su intención de amor entre ambos preguntó:
.-Hola mi principesa, si no te incomodo ¿me puedes explicar? La pantalla del ordenador permanecía sin respuesta, con el alerta de globos y papelillos parpadeando y por su pensamiento discurrían innumerables interrogantes.
.-¿Vendrá a Berna?... ¿aceptaría mi propuesta?... o será simplemente el estudio por la herbolaria lo que la anima… Por dios, que inquietud.
Segundos que parecían minutos, minutos que se convertían en horas alejaban al joven médico de lo que, momentos antes, era centro de su atención y sin poder retomar sus análisis médicos, se levantaría y de un recipiente caliente se serviría una taza de chocolate hasta que por fin llegó el mensaje.
.-Hola mi príncipe amoroso, fuiste el ángel encantado que me llevó a creer en mí y alegrarme la ruta del amor que ya conocía: "la medicina", pero también me allegaste a otro con quien quiero compartir tu cariño. Te envié una carta con la profesora Flor Madrigal donde te explico las cosas con detalles, ella salió a Berna, para prepararlo todo. Soy muy feliz. Damary del Rosario. Raúl no podía dar crédito a lo leído en la pantalla del ordenador, y entre la duda, en su pensamiento discurrían imágenes perturbadoras, propias de la despedida en el aeropuerto de Santa Fe. Acaso ese mensaje significaba el encuentro anhelado o un alejamiento definitivo.
En una especie de valle escondido, en la ladera de la montaña, a varios kilómetros de la hacienda Agua Dulce y más allá del lugar agreste y de polvaredas donde naciera Damary, la sierra de La Santa Cruz, recibe invitados en un viaje que va desde la falda del cañón del toro a El Encanto, donde se encontraba la capilla de El Tiznado, en límites por el lado norte con Trujillo. Revestida con cintas de colores en papel seda y adornada con globos blancos, la entrada de la iglesia donde oficiaba el cura franciscano, se engalanaba con flores silvestres; ornamentos religiosos y el altar se cubría de promesas y juramentos y se escuchaba la respiración entre cortada del novio ante al clérigo.
.-Que lindo se ve Gustavo, dijo Miguelina, se mostraba sin barba, cabello arreglado y un traje sin cuello de color beige, de corte hindú.
.-Lo que es de dios, es de dios, el amor aparece y si algo me reconforta es que aún así, Raúl la sigue amando. Miguelina miraría con detenimiento a la madre.
.-Ella no era para Raúl, no cabe duda, como ira a recibir la noticia.
.-¿Qué pasará con él, no fue acaso su primer amor? diría Miguelina.
.-La medicina hija, lo aprecié cuando fue a la casita del Milagro, él quería llevarse a Damary, pero no para casarse. Raúl es un sacerdote en su ministerio médico y mi nieta entendía esa posición, ambos estaban confundidos, al final, se decidiría por Gustavo.
.-Los encantos de la abuela que nunca fallan; y sonreirían emocionadas al verla llegar a la puerta de la iglesia.
No pocos eran los invitados que concurrían al sagrado recinto que consagraba el ambiente y con una sonata de pájaros en desbandada que anunciaba la estación del vuelo hacia otras tierras, se miraba la llegada del solsticio de invierno para Gustavo Taborga, y apoyado en un bastón, labrado en madera de guayaba por el capataz de la hacienda, había caminado sin dificultad por el empedrado suelo, seguido del aplauso de la familia que lo observaba estupefacta en su mejoría y la emoción de Damary que ahora era llevada hasta el altar por su tío Antonio Morales.