Damnare Vultus

Capitulo 11

- Claro -dice y voltea hacía mi-. Claro... -une sus manos-. Pero es una alegría que estés aquí -me siento un poco apenada y tengo lastima, por lo que le están haciendo mis padres.

- Muero de hambre -anuncia Christian-. ¿Tú no, Laana? -dice con energía sacudiendo mis hombros.

- Si... -susurro-. Esta bien -me siento un poco fuera de lugar, por culpa de mis padres, se han alejado y me han alejado, junto a mis hermanos, nos han obligado a lo mismo.

No puedo evitar sentir una punzada de odio, mi pecho arde y mis ojos igual, pero esta vez si es por la sangre maldita. No puedo reconocer a nadie de mi familia por su culpa, no puedo hablarles de algo por que no los conozco bien, ni siquiera puedo decir que es una alegría verlos porque no recuerdo ni siquiera la última vez que los vi.

Pero lo peor de todo es que tengo una gran división entre mi familia como con mis padres, por que me han aislado, la sangre recorre cada centímetro de mi cuerpo hasta que me envenena y me embriaga el desagradable sentimiento de la furia.

- A cenar -avisa una chica, más joven que yo, me mira nerviosa y camina a la cocina con Laila.

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- Mamá, ella es muy rara -dice el niño curioso de antes.

- Andreu, respeta -exige mi tía, Laila.

- Pero mamá... -la que habla esta vez es la chica que me vio nerviosa, antes de servir la comida.

Estamos en la sala, todos y estábamos callados luego de hablar un rato, cuando los hijos de mi tía empezaron a verme mal y luego a hablar.

- Perla, no empieces a ser malcriada- dice su madre con enojo.

- ¡Ya los tengo! -cuando trato de voltear a ver hacia la voz detrás de mí alguien me quita mis lentes y luego los pisa, es la niña burlona.

- ¡Miriam Alexa! -Laila grita, furiosa, hasta parece que va a expulsar fuego.

Lo único que me preocupa es que mi enojo aún no disminuye por la actitud de mis progenitores y decido bajar la mirada, pero los nervios no me dejan fingir desinterés, como deseaba.

- ¿Podría decirme dónde esta el baño? -le pido al señor mayor que me recibió al llegar al departamento, creo que podría decir que es mi abuelo.

Apenas me dice donde esta, prácticamente corro al lugar, me encierro de inmediato y respiro hondo, me siento asustada y sofocada.

Nunca me ha gustado estar rodeada de personas, soy un peligro, soy mala, yo no quiero lastimar a nadie, no quiero hacerlo de nuevo y aún que me duela aceptarlo todas estas personas que están aquí, que son mi familia, además de la sangre que compartimos no son más que totales desconocidos.

Cubro mis ojos furiosa conmigo por ser tan temerosa, por no poder superar lo que he hecho años atrás y mi miedo a repetirlo. Me levanto del suelo luego de unos minutos y me echo agua fría en la cara. No soy un monstruo, no lo soy...

Me gustaría tanto creerlo, creer esas palabras que Samuel me decía, en esas largas madrugadas donde hablábamos de todo lo que nos preocupaba, donde me rodeaba con sus brazos, me besaba y me veía cono una chica normal, incapaz de dañar alguien bueno.

Pero eso no es verdad.

- ¿Laana, estas bien? -escucho a alguien decir después de tocar la puerta-. Llevas mucho ahí, ¿pasa algo?

Miro mi reflejo en el espejo y trago grueso. ¿Sería capaz de lastimar a alguien de mi familia?

- Estoy bien, vuelvo en un rato -digo caminando de un lado a otro por el baño

- La abuela quiere hablar contigo -dice Marcus, no sé quien me ha hablado antes pero agradezco que él haya venido.

-Ya casi salgo -digo al borde de la puerta.

Escucho unos pasos alejándose y suspiro de alivio.

- ¿Segura que no quieres hablar? Te he visto muy tensa desde hace bastante.

- ¿Te parece si te digo después de hablar con la abuela? -pido-. Gracias, Marcus.

- No hay de que -sin más se aleja.

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- ¿Laana? -pregunta la señora mayor y yo miro nerviosa toda la habitación, soy la única aquí y ella me esta viendo, no entiendo porque lo pregunta.

- Si, señora -sonríe y me palmea un lugar al lado de su cama, me siento junto a ella.

- ¿Recuerdas cómo me decías? -me pregunta y yo desvió mi mirada a un punto en la pared, como si me diera la respuesta.

- ¿Nina? -pregunto un poco dudosa.

- Tita... -responde a mi duda y libero una pequeña risa de pena-. Has crecido mucho desde entonces, la última vez que te abrace tus brazos apenas rodeaban mi cadera y ahora soy la que te queda pequeña.

Sonrío por como lo cuenta y mi mente se llena de borrosos, además de escasos, recuerdos.

- Ahora quiero que hablemos un poco -afirmo con la cabeza-. ¿Ocurre algo? Me dicen que estas cubriendo mucho tus ojos, ¿algo que comentar?

- Solo... -suspiro un poco molesta, todos los de esta familia saben lo que tenemos en la sangre y actúan como si yo estuviese mal-. No quiero lastimar a nadie -digo tratando de sonar tranquila.

- ¿Porqué lastimarias a alguien? Aquí nadie quiere herirte -me asegura con una sonrisa que trata de ser relajante pero me hace sentir más tensa.

- Sé que nadie quiere herirme, pero mis padres me han explicado que hay que tener cuidado, somos peligrosos y dañinos, si no tengo cuidado voy a...



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En el texto hay: angeles, demonios, cadena

Editado: 06.03.2019

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