Egún.
- Ella odia las mentiras -me dice molesto y yo le hago cara de pocos amigos.
- Eso a mi vale una flecha -respondo y luego levanto una de mis cejas y sonrío-. No tienes opciones, he roto más reglas de lo que puedo mencionar al hacer esto, solo mantente a su lado y protegelá, Arael.
- Esta bien -dice por fin dándome la razón y suelto un quejido de alivio, me ha llevado guerra desde hace una hora.
- Ve a buscarla, ahora debe estar con su familia -digo meciendo mis piernas.
- De verdad pareces una niña, Egún -dice entre dientes y yo me río.
- Por ahora seré solo Kanny -le recuerdo.
- Ya... oye -lo miro mientras él estira sus alas-. ¿Porqué dices "su familia" como si no fueran tus padres?
- Porque ellos no me criaron, yo crecí y aprendí todo en el cielo, en realidad no formo parte de ellos, nisiquiera de los humanos, sería infantil querer llamarlos mi familia cuando nuestro único parentesco es medianamente sanguíneo -choco mis manos sacándole de su mente y empuja mis manos.
- Si te estaba prestando atencion, solo que, no sé, con esa cara de bebé que tienes lo que dijiste fue muy profundo -se burla y golpeo su pierna haciendo que se caiga.
- Vete, ahora -digo cuando se esta levantando de nuevo y rueda los ojos al cielo cuando me río-. Y no tengo cara de bebé -me quejo cuando ya ha tomado vuelo.
Apenas lo veo irse yo tomo otro camino y salto del techo en el que nos encontrábamos, camino tranquila por varias calles de Dublín hasta llegar a una tienda de ropa, me siento al lado de un chico con capucha negra.
- ¿Cómo me encontraste? -pregunta molesto.
- Tu presencia se siente a kilómetros, Abaddona -digo con una leve risa.
- Hum, que desilusión, esperaba acabar con esto rápido... -su tono de superioridad me enoja y clavo mi palma en su frente-. ¿Arg, que ha sido eso?
- Ahora cuando trates de acercarte a ella, siempre lo notará -veo como frota su frente con una gesto de enojo-. Si, te dolerá un rato, olvidé que los ángeles no pueden tocar a los demonios, disculpa... ¿te dolió? -no puedo controlar la sonrisa de disfrute que se forma en mi rostro.
- Maldita, esto no podrá evitar nada y no siempre podrás protegerla -dice levantándose molesto, sé que desea golpearme pero solo se terminará lastimando así mismo.
- Amo ver tu cara de impotencia, pobre, no poder herirme por ser un arma sagrada, que pena -me burlo de su desgracia.
Deja su gesto de enojo de lado y pasa a una de odio puro.
- Sigues siendo una molestia -sonríe-. Algún día también tendré el poder para despedazarte, tenlo por seguro -tras decir eso se va lo más lejos de mí.
Miro mi mano manchada de negro por haberle marcado la seña de presencia, debo volver al cielo a limpiarme, pero si lo hago sabrán que estoy cuidando de Laana, no, no puedo volver, no aún.
Me levanto para tomar vuelo e ir por la cuidad buscando algo de que encargarme, pero justo cuando estoy por sacar mis alas un niño choca contra mí, me ve sorprendido y me sonríe.
- Que linda -dice de la nada antes de que su madre lo jale del brazo.
- ¿Con quién hablas, Taylor? -noto que solo el pequeño puede verme.
- Cuidate -le susurro antes de que se vaya y vuelve a sonreír para luego seguir a la mujer que toma su mano, saltando.
Me hubiera gustado tener una familia, tal vez, tener un hijo, la idea me suena linda, tierno, pero a veces me digo a mi misma que es solo un mal deseo carnal porque es algo que se me ha negado y al ser así lo deseo, pero otras partes de mi lo anhelan como un bonito sueño.
Debo proteger a Laana de esto, para que tenga opciones, para que no sea forzada a ser algo que no desea, para que no pase por esto, merece tener una vida... es lo único que deseo para ella.